Jorie Graham.
Deprisa.
Traducción y prólogo de
Rubén Martín y Antonio F. Rodríguez.
Bartleby Editores. Madrid, 2020.
Deprisa.
Traducción y prólogo de
Rubén Martín y Antonio F. Rodríguez.
Bartleby Editores. Madrid, 2020.
Hagamos una pausa. Si se te pudiera salvar entonces sí, vale. Si se te pudiera contener en la vida entonces sí.
Pero diligente, ridícula, tacho las fechas -tus días tus respiraciones-
como si esta desconfianza de lo natural no bastara-
buscando el punto de partida-
una de estas será tu última palabra-
¿qué habremos acabado de decir cuando te pares?-
¿cuál será la frase interrumpida por tu último aliento?-
¿nos advirtieron de esta libertad?-
que no hay regulaciones-
que no se nos agota la paciencia, se nos agota el tiempo-
ellos nos arrancan la vida, justo así-
todo es entraña y luego deja de serlo-
que un día esto dejará de ser tu hogar-
también que no queda espacio, tu espacio se consume-
el siguiente paso es que no hay paso-
Así comienza Con madre en la cocina, poema que ocupa un lugar central en Deprisa, el último libro de Jorie Graham (Nueva York, 1950), que publica en una cuidada edición bilingüe Bartleby Editores con traducción y prólogo de Rubén Martín y Antonio F. Rodríguez.
Con una llamativa mezcla de expresión sincopada y expansión verbal, la potente poesía de Jorie Graham no persigue la transcripción de la realidad sino que aspira a ser una creación verbal, emocional e intelectual que genere una experiencia de conocimiento.
Con una llamativa mezcla de expresión sincopada y expansión verbal, la potente poesía de Jorie Graham no persigue la transcripción de la realidad sino que aspira a ser una creación verbal, emocional e intelectual que genere una experiencia de conocimiento.
La muerte de los padres - Leyendo para mi padre y La máscara ahora son dos de los mejores poemas del conjunto-, a quienes dedica el libro, está en la raíz de este libro que apareció originalmente en 2017, casi diez años después del anterior Rompiente, que publicó también Bartleby con traducción de Rubén Martín.
En esa razón traumática parece radicar la constante búsqueda de sentido que recorre los veintitrés poemas de este libro que va más allá de la mera elegía personal para explorar un nuevo lugar en el que situarse tras la desaparición de los padres.
Porque esas son pérdidas que se superponen a otras pérdidas, generan una crisis que se suma a otras crisis que van más allá de lo individual pero tienen su punto de partida y de llegada en la conciencia personal, en la necesidad de reubicarse en una poliédrica realidad multidimensional desde las Cenizas que dan título al poema inicial:
Maniatada a una tromba. Pedí a las plantas que me dieran mi pequeña identidad. No, a los planetas.
Desde ese punto de vista, este libro es una forma de reconstrucción de la identidad, de reorganizar las piezas existenciales y de reorientarse en el laberinto de un mundo en crisis: de lo íntimo a lo ecológico, de lo político a lo cultural.
Y por eso su vocación interrogativa (“Dónde estoy ahora. ¿Y ahora?”) se proyecta en busca de un posible interlocutor y de respuestas a las catástrofes personales y colectivas, catástrofes que están hechas de tiempo y de espacio como anuncia ese título (Fast / Deprisa) que exige la compenetración del tiempo y del espacio que permite hablar de la velocidad, de la aceleración de los cambios en la vida individual y social y en la vertiginosa realidad actual, signos de la fugacidad que evoca la imagen de portada de Xoán Abeleira.
Y esa búsqueda se aborda en las cuatro partes en que se organiza el libro no con una sola voz, sino con una polifonía que enfoca desde diversas perspectivas la complejidad de la realidad desde la ruptura del lenguaje y con versos desbocados en torno a la soledad y la destrucción, la enfermedad y el olvido con el cauce del dolor como experiencia personal y como testimonio de conciencia cívica.
Escrito con una voluntad de exploración radical de los límites estilísticos y existenciales, Deprisa es un libro potente y oscuro, interrogativo y apocalíptico, una muestra de poesía meditativa y turbadora en el límite del discurso lógico, de poesía exigente cuyo despliegue verbal envuelve al lector con su fuerza elegíaca y con una intensidad emocional que culmina en el poema final, Las manos de mi madre me dibuja, que comienza con estos versos:
Mientras muere solo las manos de madre siguen
sin morir, cortando el aire,
impersonales, forzadas
[...]
aquí desde que por primera vez abrí mis primeros
ojos el primer día y ahí estaban,
delicadas, señalando, no retrocederán,
no pueden ser recordadas.
Y si exigente es la lectura de esta poesía, más que exigente habrá sido el admirable trabajo de traducción que han hecho Rubén Martín y Antonio F. Rodríguez, que en el prólogo explican su labor compartida en estos términos:
“La experiencia no ha podido ser más satisfactoria, desde nuestra perspectiva: un traductor ha sido el contrafuerte intuitivo del otro. Es un intercambio de miradas recíprocas donde se detectan los huecos que el otro no ve, porque ha extenuado los versos a fuerza de proyectar sobre ellos su propia óptica. [...] Liberar, entre dos, la potencia del texto, compartiendo la fascinación hacia él y haciéndolo fluir hacia otra lengua muy distinta a veces con serenidad, a veces ejerciendo cierta violencia controlada. Libertad también concedida por la autora, que nos ha instado a recrear en castellano aquellas partes que resultaban de facto intraducibles en su literalidad y nos ha dado vía libre para tomarnos licencias que mejorasen la sonoridad y la recepción.”
“La experiencia no ha podido ser más satisfactoria, desde nuestra perspectiva: un traductor ha sido el contrafuerte intuitivo del otro. Es un intercambio de miradas recíprocas donde se detectan los huecos que el otro no ve, porque ha extenuado los versos a fuerza de proyectar sobre ellos su propia óptica. [...] Liberar, entre dos, la potencia del texto, compartiendo la fascinación hacia él y haciéndolo fluir hacia otra lengua muy distinta a veces con serenidad, a veces ejerciendo cierta violencia controlada. Libertad también concedida por la autora, que nos ha instado a recrear en castellano aquellas partes que resultaban de facto intraducibles en su literalidad y nos ha dado vía libre para tomarnos licencias que mejorasen la sonoridad y la recepción.”
Santos Domínguez