17/1/20

Manuel Alcántara. Mar de fondo


Manuel Alcántara.
Mar de fondo. 
Poesía reunida 1955-2018.
Edición e Introducción de Francisco Ruiz Noguera.
Ciudad del Paraíso. Ayuntamiento de Málaga, 2019. 



NIÑO DEL 40

Una luz por el parque y el pitido
de un barco que se fue, que se está yendo.
Una luz que conozco y que comprendo
y un barco que partió y que no se ha ido.

Palomas. Y biznagas que han querido
serlo para volar. También lo entiendo:
ser otro y ser lo que estuvimos siendo.
Acaso alguna lo haya conseguido.

Un tranvía de sol con jardinera
y en los Baños del Carmen gran carrera,
concurso entre sirenas y delfines.

No se estaba ya en guerra aquel verano,
mi padre me llevaba de la mano,
yo estudiaba segundo de jazmines.

Ese espléndido soneto cierra Este verano en Málaga, un libro de 1985, último de los que publicó Manuel Alcántara, que había iniciado treinta años antes su trayectoria poética con Manera de silencio, en el que se manifestaba como “un raro poeta sin prehistoria”, según decía Alfonso Canales a propósito de aquel primer libro.

Porque -añadía- “la obra publicada de Alcántara revela madurez desde su inicio, con acusada personalidad, dominio del lenguaje y abundantes hallazgos expresivos.” 

De ese dominio del lenguaje y de esos hallazgos de quien sabía y declaraba que “la poesía aspira a que no haya una palabra baldía” dan cuenta las cuatrocientas páginas que recogen su poesía en Mar de fondo. Poesía reunida 1955-2018, que publica el Ayuntamiento de Málaga en su magnífica colección Ciudad del Paraíso en una edición preparada por Francisco Ruiz Noguera.

Las certeras palabras de Alfonso Canales las corrobora Francisco Ruiz Noguera cuando escribe en su Introducción que “en Manera de silencio está ya, en efecto, tanto en lo formal como en lo temático, la voz de Manuel Alcántara: sus señas de identidad expresivas y el repertorio de sus inquietudes.”

La memoria y el olvido, el amor y el tiempo, la identidad y el sentido de la vida son los temas que atraviesan una poesía existencial emparentada con José Luis Hidalgo y Blas de Otero en la que coinciden el personaje poético y el escritor, reunidos en la primera persona confesional que recorre toda la obra poética de Manuel Alcántara, un poeta que se mueve entre el registro clásico del soneto y el tono neopopularista del arte menor y la soleá pasando por algunos ejercicios de series libres de versos asonantados. 

Y por encima de esa variedad métrica, el ritmo cuidado, ligero o solemne, de los versos, un extraordinario cuidado formal, una conciencia aguda del lenguaje -“yo sé que las palabras son una cosa muy seria”- y una concepción de la  poesía como forma de conocimiento de sí mismo y del mundo, como una manera de afrontar el vértigo del tiempo y de “escribir las memorias de mi olvido.”

Tras Manera de silencio vinieron libros como El embarcadero y su honda conciencia de la temporalidad, con una mirada a veces irónica como en la Canción 4, El poeta habla por soleares de la resurrección de la carne 

Cuando termine la muerte,
si dicen: "¡A levantarse!",
a mí que no me despierten.

Que por mucho que lo piense,
yo no sé lo que me espera
cuando termine la muerte.

No se incorpore la sangre 
ni se mueva la ceniza
si dicen "¡A levantarse!"

Que yo me conformo siempre,
y una vez acostumbrado
a mí que no me despierten.

Les siguieron los poemas geográficos y viajeros de Plaza Mayor o la magnífica madurez creativa de Ciudad de entonces, al que pertenece este poema:

SONETO PARA ACABAR UN AMOR

He quemado el pañuelo por si acaso
se pudiera tejer de nuevo el lino.
Le sobra la mitad del vaso al vino
y más de media noche al cielo raso.

Tenía que pasar esto. Y el caso
es que estando yo siempre de camino
y estando tú parada, no te vi y no
me ha cogido el amor nunca de paso.

Puede que salga a relucir la historia
porque nunca se acaba lo que acaba,
que se queda a vivir en la memoria.

Echa a andar el amor que te he tenido
y se va no sé dónde. Donde estaba.
De donde no debiera haber salido.

A su último libro, Este verano en Málaga, pertenecen estas soleares que son una muestra de la soltura con la que se mueve en ese registro:

Al mar no le importa nada: 
ni las olas, mar adentro, 
ni la arena de la playa. 

Bastante le importa a él 
que me tenga que morir 
y que me llame Manuel.

Con Este verano en Málaga se cerraba una andadura a la que se sumaron algunos poemas que quedaron fuera de sus libros y que se recogen al final de esta edición de su poesía reunida. 

Una poesía cuyos rasgos esenciales ya estaban prefigurados en el segundo de los textos de Manera de silencio, titulado Biografía. Es uno de los mejores poemas de Manuel Alcántara y termina con estos versos:

Unas pocas palabras me mantienen:
duda, esperanza, amor... Siempre me pierdo...
Amor, duda, esperanza... Siempre vienen...
La ilusión, si la he visto, no me acuerdo.

Lo mejor del recuerdo es el olvido...
Málaga naufragaba y emergía...
Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.

Y hay un hombre de pie sobre mis huellas
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas
propaganda de Dios allá en el cielo.

Santos Domínguez