Juan Benet.
En la penumbra.
En el estado.
Edición presentada por Ignacio Echevarría.
Epílogos de Constantino Bértolo
y Vicente Molina Foix.
Debolsillo. Barcelona, 2018.
“De la relativa semejanza de los títulos conviene no derivar más intenciones de la cuenta -escribe Javier Echevarría en la nota previa a la edición de En el estado y En la penumbra que publica Debolsillo-. La iniciativa de reunir en un mismo volumen En el estado y En la penumbra obedece principalmente a razones de tipo técnico. La economía editorial recomendaba juntar dos novelas más bien breves, que sumadas dan un volumen de dimensiones muy conformes a las de una biblioteca de bolsillo.”
Benet publicó En el estado en 1977. Se lo había planteado como un divertimento que le sirvió para descansar de la larga redacción y la compleja construcción de Saúl contra Samuel, que le llevaría siete años y que culminaría en 1980.
Como una “novela menor en que he cambiado el tono” la definía el propio Benet, que utilizó como referencia constructiva la reunión de personajes que cuentan historias para pasar el tiempo, a la manera del Decamerón o los Cuentos de Canterbury.
Ese es el hilo conductor de la novela: la presencia de tres personajes -El señor Hervás, la señora Somer y su yerno Ricardo- que llegan a La Portada, una fonda en mitad del páramo.
A través de monólogos más que de diálogos, En el estado se va desarrollando como parodia y juguete literario, entre la intertextualidad y la poética lúdica, en torno a dos temas centrales -la guerra y el sexo, el poder y el cuerpo- y con una llamativa y burlona mezcla de registros verbales muy diversos.
En la penumbra fue la penúltima novela de Juan Benet. Apareció en 1989 y, aunque en ella se produce la disolución casi completa del papel mediador del narrador, es un texto más próximo y accesible que los de la primera etapa, la que se cierra con Saúl ante Samuel.
Organizada en dieciséis capítulos, transcurre en varios meses de la posguerra y se articula en tres secuencias alternantes: la conversación en la penumbra de una habitación de una señora y su sobrina, en realidad un monólogo de la señora interrumpido a veces por la sobrina; otro monólogo en el barracón de una mina en donde Abdón el penitente apenas es escuchado por un forastero que lee periódicos atrasados, y finalmente la conversación entre Mercedes y su amiga en torno a una rivalidad amorosa.
Pese a la distancia entre los títulos, hay entre ellos una serie de vínculos que los emparentan temática y estilísticamente: la incomunicación, los personajes que esperan y hablan del pasado, de sus fantasmas y sus frustraciones, las historias que se cruzan y se bifurcan, el incesto, los monólogos ensimismados, la ironía y el humor, la estructura fragmentada y casi dramática, la prosa envolvente e hipnótica de Juan Benet.
Dos obras que, como señala Ignacio Echevarría- “una vez reunidas, y leídas en secuencia” revelan “sintonías que van más allá de las naturalmente esperables en dos obras escritas por la misma mano.”
Santos Domínguez