Hannah Arendt.
Poemas.
Traducción de Alberto Ciria.
Epílogo de Irmela von der Lühe.
Herder. Barcelona, 2017.
H. B. [Hermann Broch]
¿Pero cómo vive uno con los muertos? Di
¿dónde está el sonido que atenúa el trato con ellos?
¿Cuál es el gesto cuando, encauzándonos por él,
deseamos que la cercanía misma nos rehúse?
¿Quién conoce el lamento que nos los aleja
y corre el velo ante la mirada vacía?
¿Qué nos ayuda a avenirnos con su ausencia
haciendo que revierta en ese sentir con el que aprendemos a sobrevivir?
Es uno de los 71 Poemas de Hannah Arendt que recoge la edición de su poesía en Herder con traducción de Alberto Ciria y epílogo de Irmela von der Lühe.
Como María Zambrano, Hannah Arendt era fundamentalmente filósofa, pero escribió esporádicamente textos poéticos que esta edición agrupa en dos apartados cronológicos: la poesía de juventud que elaboró entre 1923 y 1926, en la época de su relación con Heidegger, con temas como el amor y la soledad, la herida y el desamparo, y los poemas del exilio, que, escritos entre 1942 y 1961, se centran en la indagación filosófica.
Ávida lectora de poesía griega y alemana, Hanna Arendt escribe una poesía en la que conviven la abstracción y el sentimiento, la influencia de Goethe y la de Rilke. Meditación y emoción se conjugan en esta poesía en torno al paso del tiempo, el recuerdo conmemorativo, el desarraigo, el exilio y la melancolía que se resume en la portada de este libro: una calle de Nueva York en un día lluvioso.
Cierra el volumen un profundo estudio de Irmela von der Lühe, que destaca la importancia que tuvo la poesía en la vida y la obra de Arendt: “Los poemas que escribió Hannah Arendt, y que al igual que su obra filosófica y teórica surgieron de tiempos sombríos, más allá de la cuestión de su originalidad y autenticidad, tratan de trascender la ‘cárcel de la mera conciencia’ y de abrir un espacio para el diálogo (consigo misma).”
Un diálogo que estaba ya en sus primeros poemas, como el que se titula significativamente Despedida –una idea central en su obra-, que termina con estos tres versos:
dejadme que os estreche la mano, días etéreos.
No me perderéis. Como señal os dejo aquí
esta hoja y la llama.
Santos Domínguez