Ida
Vitale.
Poesía
reunida
(1949-2015).
Edición
de Aurelio Major.
Tusquets.
Barcelona, 2017.
Palabras
minuciosas, si te acuestas
te
comunican sus preocupaciones.
Los
árboles y el viento te argumentan
juntos
diciéndote lo irrefutable
y
hasta es posible que aparezca un grillo
que
en medio del desvelo de tu noche
cante
para indicarte tus errores.
Si
cae un aguacero, va a decirte
cosas
finas, que punzan y te dejan
el
alma, ay, como un alfiletero.
Sólo
abrirte a la música te salva:
ella,
la necesaria, te remite
un
poco menos árida a la almohada,
suave
delfín dispuesto a acompañarte,
lejos
de agobios y reconvenciones,
entre
los raros mapas de la noche.
Juega
a acertar las sílabas precisas
que
suenen como notas, como gloria,
que
acepte ella para que te acunen,
y
suplan los destrozos de los días.
Ese
poema de Ida Vitale, titulado Accidentes nocturnos, forma parte de la edición
de su Poesía reunida de la que se ha
ocupado Aurelio Major en Tusquets.
Pertenece
a la sección Penúltimos, que abre con doce poemas, aún no recogidos en un libro
autónomo, una amplísima antología de la obra de la poeta uruguaya (Montevideo,
1923), ordenada cronológicamente en orden inverso: desde el minimalismo intenso
de su libro más reciente, Mínimas de
aguanieve (2015), hasta La luz de esta memoria, el primer título que publicó en
1949.
Casi
setenta años de escritura en un volumen imprescindible que resume su
trayectoria poética en ese orden inverso desde el punto de vista cronológico que
es el más lógico desde el punto de vista literario.
La de
Ida Vitale es una trayectoria poética unitaria, marcada por la constante y aun
creciente exigencia estilística, por la integración de tradición y vanguardia,
de música y significado, de sensorialidad y meditación sobre el paso del
tiempo.
Esas
líneas de fuerza, o la presencia del pájaro y el árbol y la búsqueda de precisión
verbal, recorren libros como Mella y criba, Trema, Jardín de sílice, Oidor andante, Palabra dada o
Reducción del infinito, un libro de 2002 que fue el primero que publicó en España
y en el que incorporó como carta de presentación una muestra significativa de
su trayectoria hasta entonces. Ya utilizaba allí ese criterio cronológico inverso
usual en Ida Vitale desde que en 1986 recopiló su obra publicada en el volumen
Sueños de la constancia.
Contemplación
del mundo y búsqueda de sentido son claves sobre las que se basa su escritura,
que resumió en este breve poema de Trema (2005):
Abrir
palabra por palabra el páramo,
abrirnos
y mirar hacia la significante abertura,
sufrir
para labrar el sitio de la brasa,
luego
extinguirla y mitigar la queja del quemado.
Meditación sobre el lenguaje y sobre la vida que se concreta en estos versos de Procura de lo invisible (1988):
Entre el asombro y el desengaño, con el canto del pájaro o la sucesión de las estaciones como fondo, de la larga trayectoria poética de Ida Vitale da cuenta un poema como este Llamada vida:
La palabra infinito es infinita,
la palabra misterio es misteriosa.
Ambas son infinitas, misteriosas.
Sílaba a sílaba intentas convocarlas
sin que una luz anuncie su dominio,
una sombra señale a qué distancia de ellas
está la opacidad en que te mueves.
Entre el asombro y el desengaño, con el canto del pájaro o la sucesión de las estaciones como fondo, de la larga trayectoria poética de Ida Vitale da cuenta un poema como este Llamada vida:
Ponerse
al margen
asistir
a un pan
cantar
un himno
menoscabarse
en vano
abrogar
voluntades
refrendar
cataclismos
acompañar
la soledad
no
negarse a las quimeras
remansarse
en el tornado
ir
de lo ceñido a lo vasto
desde
lo opaco a la centella
de
comisión al sueño libre
ofrecerse
a lo parco del día
si
morir una hora tras otra
volver
a comenzar cada noche
volar
de lo distinto a lo idéntico
admirar
miradores y sótanos
infligirse
penarse concernirse
estar
en busca de alma diferida
preparar
un milagro entre la sombra
y
llamar vida a lo que sabe a muerte.
Santos Domínguez