Desde su fundación en 1936 la revista Life promovió el ensayo fotográfico, un nuevo tipo de periodismo que tenía como eje la imagen. Con esa fórmula editorial se daba un extenso e intenso tratamiento visual a los temas que abordaba cada entrega: además de la de portada, una imagen para la apertura de cada reportaje, otra para el cierre, y en medio una secuencia fotográfica que centraba el tema, lo enfocaba y lo presentaba de modo panorámico.
De esa manera, Life se ha convertido no sólo en un referente del periodismo del siglo XX, sino en un imprescindible repertorio de imágenes que resumen casi un siglo de historia a través de una selecta y muy restringida nómina de fotógrafos que nos han dejado su mirada sobre la realidad en todos sus matices, en toda su diversidad temática, geográfica, en toda su variedad de enfoques.
En la diversidad de sus matices, estas imágenes trazan no solo la historia, también la intrahistoria del siglo XX. Algunas de ellas son ya iconos que componen una representación sustancial de lo contemporáneo, de sus contrastes y sus contradicciones.
Para conmemorar el 75 aniversario de Life, la editorial Lunwerg publica un espléndido volumen antológico que reúne varios centenares de las fotografías más significativas aparecidas en la revista. Y lo hace en un álbum organizado alrededor de los noventa y nueve autores de las fotografías y de setecientas imágenes de enorme calidad y pluralidad.
Crudas o sutiles, explícitas o alegóricas, impactantes o plácidas, en ellas aparecen personajes famosos en distintos campos junto a seres anónimos tan significativos como ellos.
Urbanas o rurales, en blanco y negro o en color, en medio de un espectáculo o en la intimidad, en interiores o exteriores tan extremos como el de un feto en un útero o el espacio, estas imágenes explican por qué gran parte de la cultura del siglo XX es visual.
De Robert Capa a John Zimmerman, de Arthur Griffin a Marc Kauffman pasando por Margaret Bourke-White, los fotógrafos que nos dejaron ese legado forman parte de un club muy exclusivo al que han accedido menos de cien estilistas, de cien artistas que firmaron un fotoperiodismo creativo.
El volumen lleva como introducción un texto de John Loengard, un veterano fotógrafo de Life, que presenta así esta recopilación:
A los fotógrafos que trabajan para LIFE les gusta retratar el mundo que los rodea, especialmente a las personas que hay en él y lo que esas personas hacen. Cada uno de nosotros cree que lo hacemos mejor que nadie (...). Desde épocas pretéritas, la tarea del escritor ha consistido en describir la forma en que se comportan las personas. Con la invención de la fotografía, esa tarea también se convirtió en la propia del fotógrafo. Pero mientras que los escritores pueden reunir material simplemente hablando con las personas, aunque sea por teléfono, a los fotógrafos les resulta imposible. Ellos y los sujetos a los que retratan deben interactuar. El sujeto ha de hacer algo de interés, enfrente mismo de la cámara… o no hay imagen. La suerte es importante, desde luego, pero para los fotógrafos no lo es menos saber lo que hay que extraer de un sujeto. Para saberlo, deben tener un punto de vista propio.
Muchos de esos fotógrafos, estuvieron en la primera línea de los abundantes conflictos del siglo XX, fueron testigos cercanos de las tragedias, aventureros solitarios que arriesgaron la vida y a veces la perdieron en el intento de fotografiar lo que serían sus últimos minutos.
Fotografiaron -siempre en tercera persona, como señala Loengard- la guerra y la paz, el amor y el odio, la música y el silencio, la furia y la tranquilidad, la alegría y la tristeza, la opulencia y la miseria.
Y lo hicieron fundiendo su misión testimonial con una innegable voluntad artística y la función documental de la imagen con su creatividad en fotografías elocuentes o sugestivas, directas o simbólicas en las que se mezclan la vida, la verdad y el conocimiento, como señala en su rememoración inicial -Haber sido fotógrafo de LIFE- Gordon Parks, uno de los primeros y mejores fotógrafos de la revista y de la historia.
La infancia y la vejez, el metro de Nueva York o las calles italianas de la posguerra, las selvas de Vietnam, los campos de concentración y las playas llenas de veraneantes, Sinatra y Dashiell Hammett, son el centro de algunas de estas fotografías que van más allá del mero concepto de ilustración para elevarse a la categoría de obras de arte por el genio creativo de estos noventa fotógrafos.
De todos ellos se traza una breve pero brillante caracterización y unos pocos, recuerda Loengard, permanecen en la memoria y se convierten en clásicos. ¿Por qué? Supongo que porque mantienen su capacidad para sorprender.”
De esa manera, Life se ha convertido no sólo en un referente del periodismo del siglo XX, sino en un imprescindible repertorio de imágenes que resumen casi un siglo de historia a través de una selecta y muy restringida nómina de fotógrafos que nos han dejado su mirada sobre la realidad en todos sus matices, en toda su diversidad temática, geográfica, en toda su variedad de enfoques.
En la diversidad de sus matices, estas imágenes trazan no solo la historia, también la intrahistoria del siglo XX. Algunas de ellas son ya iconos que componen una representación sustancial de lo contemporáneo, de sus contrastes y sus contradicciones.
Para conmemorar el 75 aniversario de Life, la editorial Lunwerg publica un espléndido volumen antológico que reúne varios centenares de las fotografías más significativas aparecidas en la revista. Y lo hace en un álbum organizado alrededor de los noventa y nueve autores de las fotografías y de setecientas imágenes de enorme calidad y pluralidad.
Crudas o sutiles, explícitas o alegóricas, impactantes o plácidas, en ellas aparecen personajes famosos en distintos campos junto a seres anónimos tan significativos como ellos.
Urbanas o rurales, en blanco y negro o en color, en medio de un espectáculo o en la intimidad, en interiores o exteriores tan extremos como el de un feto en un útero o el espacio, estas imágenes explican por qué gran parte de la cultura del siglo XX es visual.
De Robert Capa a John Zimmerman, de Arthur Griffin a Marc Kauffman pasando por Margaret Bourke-White, los fotógrafos que nos dejaron ese legado forman parte de un club muy exclusivo al que han accedido menos de cien estilistas, de cien artistas que firmaron un fotoperiodismo creativo.
El volumen lleva como introducción un texto de John Loengard, un veterano fotógrafo de Life, que presenta así esta recopilación:
A los fotógrafos que trabajan para LIFE les gusta retratar el mundo que los rodea, especialmente a las personas que hay en él y lo que esas personas hacen. Cada uno de nosotros cree que lo hacemos mejor que nadie (...). Desde épocas pretéritas, la tarea del escritor ha consistido en describir la forma en que se comportan las personas. Con la invención de la fotografía, esa tarea también se convirtió en la propia del fotógrafo. Pero mientras que los escritores pueden reunir material simplemente hablando con las personas, aunque sea por teléfono, a los fotógrafos les resulta imposible. Ellos y los sujetos a los que retratan deben interactuar. El sujeto ha de hacer algo de interés, enfrente mismo de la cámara… o no hay imagen. La suerte es importante, desde luego, pero para los fotógrafos no lo es menos saber lo que hay que extraer de un sujeto. Para saberlo, deben tener un punto de vista propio.
Muchos de esos fotógrafos, estuvieron en la primera línea de los abundantes conflictos del siglo XX, fueron testigos cercanos de las tragedias, aventureros solitarios que arriesgaron la vida y a veces la perdieron en el intento de fotografiar lo que serían sus últimos minutos.
Fotografiaron -siempre en tercera persona, como señala Loengard- la guerra y la paz, el amor y el odio, la música y el silencio, la furia y la tranquilidad, la alegría y la tristeza, la opulencia y la miseria.
Y lo hicieron fundiendo su misión testimonial con una innegable voluntad artística y la función documental de la imagen con su creatividad en fotografías elocuentes o sugestivas, directas o simbólicas en las que se mezclan la vida, la verdad y el conocimiento, como señala en su rememoración inicial -Haber sido fotógrafo de LIFE- Gordon Parks, uno de los primeros y mejores fotógrafos de la revista y de la historia.
La infancia y la vejez, el metro de Nueva York o las calles italianas de la posguerra, las selvas de Vietnam, los campos de concentración y las playas llenas de veraneantes, Sinatra y Dashiell Hammett, son el centro de algunas de estas fotografías que van más allá del mero concepto de ilustración para elevarse a la categoría de obras de arte por el genio creativo de estos noventa fotógrafos.
De todos ellos se traza una breve pero brillante caracterización y unos pocos, recuerda Loengard, permanecen en la memoria y se convierten en clásicos. ¿Por qué? Supongo que porque mantienen su capacidad para sorprender.”
Santos Domínguez