Javier Asiáin.
El triunfo de Galatea.
Hiperión. Madrid, 2011.
El triunfo de Galatea.
Hiperión. Madrid, 2011.
Una fecunda e ininterrumpida tradición, que se resume en el horaciano Ut pictura poesis y culmina en la proclamación de que la lengua es un ojo que hizo Wallace Stevens, hermana desde la época clásica la palabra y la imagen, la poesía y la pintura.
A esa tradición se suma El triunfo de Galatea, el último libro de Javier Asiáin, que mereció el VIII Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez y que acaba de publicar Hiperión.
Su punto de partida es un fresco de Rafael en la Villa Farnesina, una pintura inspirada a su vez en las Metamorfosis de Ovidio. Se trata, pues, de un camino de ida y vuelta con el que se cierra un círculo simbólico que se abría cuando la poesía inspiraba a la pintura. La suma de esas dos artes se compenetra en un juego de sugerencias e interpretaciones que se concreta en los doce cantos en que se organiza este libro que abre nuevas vías de comunicación entre imágenes y palabras.
Y si en la pintura de Rafael el equilibrio de las múltiples líneas de fuerza y de los doce personajes se resuelve en la confluencia en la figura central de Galatea, en el libro de Asiáin los doce cantos tienen también como eje de referencia otra figura femenina.
Y ese centro, el cuerpo real de la mujer amada, delimita su sentido en un conjunto torrencial de imágenes que se suceden a lo largo de unos versos que nunca pierden de vista la pintura ni las claves simbólicas que los provocan y los resumen a un tiempo.
Por ejemplo, la mitología y la iconografía clásicas simbolizaban en los delfines la inmortalidad etérea del espíritu y la regeneración por el amor. Y así como en el fresco Galatea conduce una concha tirada por dos delfines, este libro de Javier Asiáin también es el resultado de un viaje que desde la nada invasiva del primer canto se remonta en el poema final al triunfo final ante la muerte que se ha reservado para cerrar el último de los cantos del libro.
Un libro que propone no sólo la conversación del poeta con la amada y de la poesía con la pintura, sino también el diálogo del sentimiento con el pensamiento, del amor con el tiempo y de la tradición con la modernidad, porque las referencias clásicas y renacentistas que recorren el texto se ponen al servicio de la construcción poética.
El triunfo de Galatea plantea un asedio constante a la belleza, se enfrenta a la destrucción y al olvido y es una proclamación de la vida y de la plenitud del presente (mi corazón retumba como nuevo Ser) que contiene también un homenaje explícito a Claudio Rodríguez:
A esa tradición se suma El triunfo de Galatea, el último libro de Javier Asiáin, que mereció el VIII Premio Internacional de Poesía Claudio Rodríguez y que acaba de publicar Hiperión.
Su punto de partida es un fresco de Rafael en la Villa Farnesina, una pintura inspirada a su vez en las Metamorfosis de Ovidio. Se trata, pues, de un camino de ida y vuelta con el que se cierra un círculo simbólico que se abría cuando la poesía inspiraba a la pintura. La suma de esas dos artes se compenetra en un juego de sugerencias e interpretaciones que se concreta en los doce cantos en que se organiza este libro que abre nuevas vías de comunicación entre imágenes y palabras.
Y si en la pintura de Rafael el equilibrio de las múltiples líneas de fuerza y de los doce personajes se resuelve en la confluencia en la figura central de Galatea, en el libro de Asiáin los doce cantos tienen también como eje de referencia otra figura femenina.
Y ese centro, el cuerpo real de la mujer amada, delimita su sentido en un conjunto torrencial de imágenes que se suceden a lo largo de unos versos que nunca pierden de vista la pintura ni las claves simbólicas que los provocan y los resumen a un tiempo.
Por ejemplo, la mitología y la iconografía clásicas simbolizaban en los delfines la inmortalidad etérea del espíritu y la regeneración por el amor. Y así como en el fresco Galatea conduce una concha tirada por dos delfines, este libro de Javier Asiáin también es el resultado de un viaje que desde la nada invasiva del primer canto se remonta en el poema final al triunfo final ante la muerte que se ha reservado para cerrar el último de los cantos del libro.
Un libro que propone no sólo la conversación del poeta con la amada y de la poesía con la pintura, sino también el diálogo del sentimiento con el pensamiento, del amor con el tiempo y de la tradición con la modernidad, porque las referencias clásicas y renacentistas que recorren el texto se ponen al servicio de la construcción poética.
El triunfo de Galatea plantea un asedio constante a la belleza, se enfrenta a la destrucción y al olvido y es una proclamación de la vida y de la plenitud del presente (mi corazón retumba como nuevo Ser) que contiene también un homenaje explícito a Claudio Rodríguez:
Don de la ebriedad bajo los pies supremos de Claudio
endecasílabo de luz porque siempre la claridad viene del beso.
endecasílabo de luz porque siempre la claridad viene del beso.
Santos Domínguez