3/5/09

Vivir en el fuego


Marina Tsvetáieva.
Confesiones.

Vivir en el fuego.

Edición y prólogo de Tzvetan Todorov.
Traducción de Selma Ancira.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2008


Explicaba Joseph Brodsky en Una poetisa y la prosa (Menos que uno) que la prosa de Marina Tsvietáieva, para él la mejor poeta del siglo XX, no era más que la continuación de su magnífica poesía por otros medios. Las entradas en su diario o sus recuerdos novelados –añadía- recomponen la metodología del pensamiento poético en un texto en prosa y son una retirada desde la realidad hasta la infancia.

Es inevitable recordar el juicio de Brodsky al leer la edición de sus Confesiones que ha preparado Tzvetan Todorov. La publica Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores con traducción de Selma Ancira y un abundante y elocuente material gráfico.

Todorov ha ido extrayendo de los apuntes autobiográficos y cartas de Marina Tsvietáieva una gran cantidad de textos de carácter confesional, los ha ordenado, comentado y les ha puesto título: Vivir en el fuego, que es una propuesta de autobiografía póstuma reconstruida por el editor con grandes cantidades de talento, trabajo y conocimiento de la obra de la Tsvietáieva.

A lo largo de toda su vida – escribe Todorov- Tsvietáieva, esa impía, no cesa de confesarse.

Y el intenso monólogo confesional que es toda su obra es un reflejo de su vida complicada, un refugio de consuelo y el resultado de ordenar pensamientos y sentimientos para expresar su sensación del mundo entre la Rusia zarista y la soviética, que abandonó para instalarse, tras un intermedio en Alemania y Checoslovaquia, en París entre 1925 y 1939, durante quince años de exilio que fueron cruciales en su biografía y en su obra.

Cuando regresó en 1939 a la URSS para reencontrarse consigo misma, sólo se encontró el dolor y la muerte. Pero siguió escribiendo y anotando en sus libretas y diarios, completando un relato conmovedor en el que proyecta no sólo su existencia personal y su actividad literaria, sino un tiempo y unos lugares tan problemáticos y adversos como los que le tocó padecer.

Por eso, porque vivió y escribió intensamente en el fuego de Prometeo, porque se sentía feliz viviendo en la llama y todo en ella aspiraba al incendio a través del amor y de la escritura, en octubre de 1940, diez meses antes de ahorcarse, retocó un verso de Anna de Noailles para hacerlo suyo, para prever su muerte y para celebrar por anticipado su destino póstumo:

Y mi ceniza será más caliente que su vida.

Santos Domínguez