Lluís Ribas. Santiago Montobbio.
Els colors del blanc.
Barcelona, 2008.
Els colors del blanc.
Barcelona, 2008.
Con motivo de la exposición de Lluís Ribas Els colors del blanc, que se inauguró a principios de febrero en Sant Cugat del Vallès y viajará luego a Los Ángeles y Nueva York, el pintor y el poeta Santiago Montobbio han preparado un espléndido libro en el que se unen ejemplarmente la palabra y la imagen, la poesía y la pintura, la voz y la mirada en una convocatoria común a la inteligencia, a las emociones y a los sentidos.
La poesía es convertirse en mirada, anotaba memorablemente en uno de sus cuadernos de notas Tomás Segovia. Quizá la causa sea que la vista privilegia por igual pintura y poesía, porque es el más literario de los sentidos y de él se alimentan la imagen y la imaginación. Visuales, poéticas, pictóricas y mentales ambas, como los ojos mentales que reclamaba Guillén para su Tablero de la mesa.
Es la pintura que canta en Venecia, que vuela en Velázquez y declara con Leonardo su pupilaje de espejos y su lenguaje de espejismos, porque –lo decía Goethe- lo que está dentro también está fuera.
Y es que la pintura depurada y esencial de Lluís Ribas, en la que se funden pasión, intensidad y verdad –lo destacaba Montobbio en su presentación- resulta ahora más mental y también más espiritual, ya que proviene de las profundidades del ser: ahora nos encontramos siempre en interiores, y sus cuadros son paisajes mentales, paisajes del alma.
Cuadros luminosos, blancos y morenos, con cuerpos sin rostro, anónimos y universales, en los que Ribas pinta el espíritu y en los que Santiago Montobbio proyecta un texto brillante y apasionado que surge del encuentro entre el objeto y la mirada, de una emoción inefable. Una emoción ante la explosión del blanco, ante la luz y el aire transparente y nuestro que difícilmente expresan las palabras, pese a la brillante potencia de su asedio a las formas, a los colores, a los volúmenes, las líneas, los símbolos y las sensaciones, porque como escribe Santiago Montobbio
Los colores del blanco son los impredecibles y misteriosos caminos del arte, su pálpito, su latido, su aventura.
Palabra, imagen y mirada forman de esa manera una trinidad luminosa y enigmática, iguales en su deslumbramiento, en sus revelaciones, en su belleza. Y los textos de Montobbio no son meros comentarios que intentan acotar su objeto de referencia, definir la claridad del vuelo de estos cuadros. Son un despliegue continuo de calidad verbal y refinamiento del gusto, de hondura conceptual, sugerencias de lectura y talento poético.
Textos que constituyen una honda reflexión sobre la esencia profunda y misteriosa de la creación artística, una indagación en la hermandad analógica de la poesía y la pintura, una exploración del camino creativo que va de la sombra a la luz, del misterio a la revelación.
Una reflexión sinestésica que convoca a todos los sentidos para desvelar el sentido de los cuadros de Lluís Ribas en la luz morena y mediterránea de sus cuerpos femeninos y en los pliegues de las sábanas que los envuelven. Textura plástica del lienzo y la palabra en la explosión de luz y aire en los cuerpos y en los textos. Alas e ideas, cuerpos en soledad y expuestos al tiempo como las flores fugaces que los subrayan o los metaforizan. Gozos de la vista y la palabra, la inteligencia y la sensibilidad, la imagen y la literatura en un magnífico libro.
La poesía es convertirse en mirada, anotaba memorablemente en uno de sus cuadernos de notas Tomás Segovia. Quizá la causa sea que la vista privilegia por igual pintura y poesía, porque es el más literario de los sentidos y de él se alimentan la imagen y la imaginación. Visuales, poéticas, pictóricas y mentales ambas, como los ojos mentales que reclamaba Guillén para su Tablero de la mesa.
Es la pintura que canta en Venecia, que vuela en Velázquez y declara con Leonardo su pupilaje de espejos y su lenguaje de espejismos, porque –lo decía Goethe- lo que está dentro también está fuera.
Y es que la pintura depurada y esencial de Lluís Ribas, en la que se funden pasión, intensidad y verdad –lo destacaba Montobbio en su presentación- resulta ahora más mental y también más espiritual, ya que proviene de las profundidades del ser: ahora nos encontramos siempre en interiores, y sus cuadros son paisajes mentales, paisajes del alma.
Cuadros luminosos, blancos y morenos, con cuerpos sin rostro, anónimos y universales, en los que Ribas pinta el espíritu y en los que Santiago Montobbio proyecta un texto brillante y apasionado que surge del encuentro entre el objeto y la mirada, de una emoción inefable. Una emoción ante la explosión del blanco, ante la luz y el aire transparente y nuestro que difícilmente expresan las palabras, pese a la brillante potencia de su asedio a las formas, a los colores, a los volúmenes, las líneas, los símbolos y las sensaciones, porque como escribe Santiago Montobbio
Los colores del blanco son los impredecibles y misteriosos caminos del arte, su pálpito, su latido, su aventura.
Palabra, imagen y mirada forman de esa manera una trinidad luminosa y enigmática, iguales en su deslumbramiento, en sus revelaciones, en su belleza. Y los textos de Montobbio no son meros comentarios que intentan acotar su objeto de referencia, definir la claridad del vuelo de estos cuadros. Son un despliegue continuo de calidad verbal y refinamiento del gusto, de hondura conceptual, sugerencias de lectura y talento poético.
Textos que constituyen una honda reflexión sobre la esencia profunda y misteriosa de la creación artística, una indagación en la hermandad analógica de la poesía y la pintura, una exploración del camino creativo que va de la sombra a la luz, del misterio a la revelación.
Una reflexión sinestésica que convoca a todos los sentidos para desvelar el sentido de los cuadros de Lluís Ribas en la luz morena y mediterránea de sus cuerpos femeninos y en los pliegues de las sábanas que los envuelven. Textura plástica del lienzo y la palabra en la explosión de luz y aire en los cuerpos y en los textos. Alas e ideas, cuerpos en soledad y expuestos al tiempo como las flores fugaces que los subrayan o los metaforizan. Gozos de la vista y la palabra, la inteligencia y la sensibilidad, la imagen y la literatura en un magnífico libro.
Santos Domínguez