Marta Sanz. Luisa Cuerda.
Ricardo Rodríguez. Isaac Rosa.
Cuentos afrancesados.
Bartleby Editores/ Fundación Domingo Malagón.
Madrid, 2009.
Bartleby coedita con la Fundación Domingo Malagón los Cuentos afrancesados, con los que seis narradores españoles de ahora mismo (Isaac Rosa, Marta Sanz, Luisa Cuerda, Luisgé Martín, Ricardo Rodríguez y Luis Martínez de Merlo) hacen su aportación narrativa e irónica al bicentenario del levantamiento del 2 de mayo de 1808 desde la distancia de dos siglos.
El 2 de mayo de 1808, las escritoras y escritores que han hecho posible estos Cuentos afrancesados seguramente hubieran corrido despavoridos, primero, a esconderse bajo sus mesas de trabajo y, después, al exilio. Nada indica, por el momento, que, en breve, tengan que hacer lo mismo. Ahora que ya no parece que corramos el riesgo de ser invadidos nos ha parecido oportuna esta aportación literaria a las necesarias revisiones de unos y contra la manipulación neoconservadora de otros.
Luisgé Martín firma el Auto sacramental de la puta y el filósofo, en el que la madre del narrador hace la calle con un traje de luces que fue de Manolete. Luis Martínez de Merlo, propone un ardiente y glorioso Auto de fe. Marta Sanz escribe sobre El antojo de Catalina y su floración anal. Luisa Cuerda, un relato irónico sobre La perfidia francesa y la competencia entre Villalinces y Villapardillos, que tiene un alcalde algo bobo que se llama Mariano y es un perdedor. Ricardo Rodríguez es el autor de El sueño de la razón, un relato sorprendente que tiene como base el grabado de Goya que abre la serie de los Caprichos. El último texto, Nuestro desembarco en Normandía, es un relato sarcástico de Isaac Rosa sobre la manipulación neoconservadora de la historia, sobre el énfasis de las letras mayúsculas con que expresan su patriotismo barato algunos que merecen un epíteto descalificador con versales.
Cada cual con su voz, su técnica y su enfoque, los seis relatos de estos Cuentos afrancesados son la contribución literaria de seis narradores actuales a aquel dos de mayo que fue poco más-las palabras son otra vez de Juan Ramón Sanz- que un monumental cabreo azuzado por los de siempre.