30/3/09

Cuadernos de notas de Tomás Segovia


Tomás Segovia.
El tiempo en los brazos.
Cuadernos de notas (1950-1983).
Pre-Textos. Valencia, 2009.


Con un título que homenajea al capitán Fernández de Andrada en su Epístola moral a Fabio ("Antes que el tiempo muera en nuestros brazos"), Tomás Segovia ha ido escribiendo una serie de cuadernos de notas (no un diario) que he ido llenando desde mi primera juventud, hasta ahora inéditos salvo por tres volúmenes impresos y encuadernados en casa para mis amigos entre 1995 y 1998.

Esas tiradas caseras de dos decenas de ejemplares editados artesanalmente por el propio autor en El taller del poeta tenían una circulación muy restringida y ahora empieza a publicarlas Pre-Textos en su colección Narrativa contemporánea.

Hay en estas notas observaciones sobre la lectura y la creación poética, meditaciones de ética y estética, traducciones de Verlaine, Mallarmé y Ungaretti, poemas en prosa, divertimentos o reflexiones sobre la esperanza, la culpa o la angustia.

Notas que son un reflejo de las preocupaciones intelectuales del autor y de su mundo personal, de apuntes domésticos y borradores de poemas que no son imprescindibles para entrar en su universo literario, pero lo iluminan y lo sitúan en el contexto vital, moral e intelectual en el que surgieron.

Lo explica el propio Segovia en la Advertencia:

Siempre he estado al margen de los centros de decisión y de los hechos notorios, nunca me he codeado con las grandes figuras y me es imposible imaginar que mi testimonio tenga algún valor objetivo. Pero tampoco me siento muy afín a esos espíritus que fijan en el papel los acontecimientos nimios de sus vidas privadas, sin duda para ulteriores evocaciones íntimas, o que exploran interminablemente los matices, las sutilezas y las irisaciones de su ánimo, supongo que por deseo de conocimiento y no sólo por autocomplacencia. Son cosas a las que unos cuadernos como éstos, proseguidos a lo largo de muchos años, pueden acercarse a veces, pero que en todo caso están lejos de caracterizarlos. Advierto pues al lector que si espera encontrar aquí alguna información útil, biográfica o histórica, o alguna visión instructiva de la actualidad de tal o cual época, o las sabrosas anécdotas que tanto satisfacen a los espíritus ágiles, no podrá sino quedar gravemente defraudado.


Y sin embargo puede decirse que hay un poco de todo eso en estos cuadernos.

Entre México y Madrid, de Murcia a Wisconsin, con lagunas en la década de los sesenta y los setenta, pasan por sus páginas amigos como Arreola, Xirau o Gaya, personajes de café, la música y la pintura (la poesía es convertirse en mirada), en un constante examen de conciencia del escritor en su taller de lectura y escritura.

Y de vez en cuando emerge la desolación resuelta con intemperancia en una frase como la que anota el 19 de octubre de 1957:

¿Qué coño hago yo aquí?

Santos Domínguez