Margo Glantz.
Saña.
Pre-Textos.
Valencia, 2007.
Saña.
Pre-Textos.
Valencia, 2007.
Tan rebosante de fuerza como inclasificable, Saña, el último libro de Margo Glantz (Ciudad de México, 1930) que publica Pre-Textos, es una obra hecha con anotaciones escritas y maceradas durante mucho tiempo, con reflexiones que habitan, más allá de la furia de su estilo afilado y su enfado lúcido, el territorio del ensayo más que el de la novela. Reflexiones que van y vienen de la saña, porque surgen de ella y la provocan como respuesta.
Convencida de que el funcionamiento de un texto depende de que difumine la frontera entre los géneros, Margo Glantz ha escrito un libro en el que la literatura de Rimbaud y la música de Scarlatti, la guerra y el papel de la mujer son algunos de los hilos con los que teje este tapiz de lecturas y recuerdos, reflexiones o ironías, como en esta Cuestión de óptica:
Desde la pica donde llevaban su cabeza guillotinada, la princesa de Lamballe gozaba de una vista privilegiada de la Bastilla.
Vida y literatura se confunden de manera ejemplarmente creativa para construir con sus textos breves un mosaico grave y leve, culto y popular, intelectual y visceral, apasionado y distante, serio y humorístico. Un libro en el que hay sitio, entre los mil rostros de la saña, para la literatura y el arte, para los campos de concentración y para unos zapatos de moda; para un Rimbaud cambiante y deambulatorio, pero también para Naomí Campbell; para Santa Teresa y para Madonna; para Scarlatti y también para Kate Moss. Un libro que se construye con materiales autobiográficos, pero también con la presencia de Colón, San Agustín o Baudelaire, que configuran un conjunto lleno de sutileza y precisión con las mutilaciones, las ruinas o la destrucción como centro.
Margo Glantz ha declarado explícitamente su voluntad de delimitar lo indelimitable, aquello que separa la santidad de la impureza, lo sucio de lo limpio, la mutilación de lo íntegro. Para ello ha utilizado textos propios y ha incorporado materiales ajenos, que -elaborados por ella- forman parte de lo que la misma autora ha definido como su digestión literaria. Unos y otros hablan de sus obsesiones y exploran el tema de la saña como hilo conductor.
Y lo hacen con una prosa intensa que en sus manos se convierte en un bisturí bien afilado para diseccionar la realidad con una mezcla de crueldad y emoción semejante a la de los cuadros de Francis Bacon, uno de los referentes estéticos y éticos del libro.
Con trazo enérgico como el de Bacon, con una economía de palabras que contribuye a la intensidad de los textos, con un humor imprescindible y cáustico, Saña es un libro que ha venido escribiendo lentamente, con ensañamiento, una condición necesaria para escribir, porque la saña genera energía.
Más fuerte que el rencor o el odio, la saña es el hilo conductor de unos textos que hacen inventario de ese sentimiento y exploran su presencia en la vida cotidiana, en la historia y en el arte, en las mitologías y en la literatura.
Saña es un libro inclasificable en su intensidad, abierto en su amplia temática, que incorpora notas y reflexiones de lectura, plantea incertidumbres o perplejidades, filtra recuerdos y desahoga su rabia contenida ante la realidad y la saña del mundo.
Inclasificable, sí, pero no incalificable. Es uno de los mejores libros de este año que termina. Un libro intenso, bello y respiratorio para leer y releer al mismo ritmo lento con el que se ha escrito.
Convencida de que el funcionamiento de un texto depende de que difumine la frontera entre los géneros, Margo Glantz ha escrito un libro en el que la literatura de Rimbaud y la música de Scarlatti, la guerra y el papel de la mujer son algunos de los hilos con los que teje este tapiz de lecturas y recuerdos, reflexiones o ironías, como en esta Cuestión de óptica:
Desde la pica donde llevaban su cabeza guillotinada, la princesa de Lamballe gozaba de una vista privilegiada de la Bastilla.
Vida y literatura se confunden de manera ejemplarmente creativa para construir con sus textos breves un mosaico grave y leve, culto y popular, intelectual y visceral, apasionado y distante, serio y humorístico. Un libro en el que hay sitio, entre los mil rostros de la saña, para la literatura y el arte, para los campos de concentración y para unos zapatos de moda; para un Rimbaud cambiante y deambulatorio, pero también para Naomí Campbell; para Santa Teresa y para Madonna; para Scarlatti y también para Kate Moss. Un libro que se construye con materiales autobiográficos, pero también con la presencia de Colón, San Agustín o Baudelaire, que configuran un conjunto lleno de sutileza y precisión con las mutilaciones, las ruinas o la destrucción como centro.
Margo Glantz ha declarado explícitamente su voluntad de delimitar lo indelimitable, aquello que separa la santidad de la impureza, lo sucio de lo limpio, la mutilación de lo íntegro. Para ello ha utilizado textos propios y ha incorporado materiales ajenos, que -elaborados por ella- forman parte de lo que la misma autora ha definido como su digestión literaria. Unos y otros hablan de sus obsesiones y exploran el tema de la saña como hilo conductor.
Y lo hacen con una prosa intensa que en sus manos se convierte en un bisturí bien afilado para diseccionar la realidad con una mezcla de crueldad y emoción semejante a la de los cuadros de Francis Bacon, uno de los referentes estéticos y éticos del libro.
Con trazo enérgico como el de Bacon, con una economía de palabras que contribuye a la intensidad de los textos, con un humor imprescindible y cáustico, Saña es un libro que ha venido escribiendo lentamente, con ensañamiento, una condición necesaria para escribir, porque la saña genera energía.
Más fuerte que el rencor o el odio, la saña es el hilo conductor de unos textos que hacen inventario de ese sentimiento y exploran su presencia en la vida cotidiana, en la historia y en el arte, en las mitologías y en la literatura.
Saña es un libro inclasificable en su intensidad, abierto en su amplia temática, que incorpora notas y reflexiones de lectura, plantea incertidumbres o perplejidades, filtra recuerdos y desahoga su rabia contenida ante la realidad y la saña del mundo.
Inclasificable, sí, pero no incalificable. Es uno de los mejores libros de este año que termina. Un libro intenso, bello y respiratorio para leer y releer al mismo ritmo lento con el que se ha escrito.
Santos Domínguez