Sam Savage.
Firmin.
Traducción de Ramón Buenaventura.
Seix Barral. Barcelona, 2007.
Firmin.
Traducción de Ramón Buenaventura.
Seix Barral. Barcelona, 2007.
Ahí estaba yo, ligeramente ladeado, en irrefutable detalle: bajito, ancho de cintura, peludo y sin barbilla. Firmin el Peludo. Ridículo. La barbilla, su ausencia, era lo que más daño me hacía. Parecía señalar -aunque, de hecho, semejante nulidad era incapaz de algo tan atrevido como señalar- una crasa falta de fibra moral. Y pensé que los ojos oscuros y protuberantes me conferían una nauseabunda pinta de sapo. Era, en pocas palabras, un rostro taimado y falto de honradez, indigno de confianza; el rostro de un personaje verdaderamente bajuno. Firmin el Sabandija.
Con estas palabras se describe a sí misma Firmin, la rata que protagoniza la novela de Sam Savage que ha revolucionado en los últimos meses el mundo de la narrativa. La publica Seix Barral con una eficaz traducción de Ramón Buenaventura, que conserva la frescura, la tierna inocencia y el amargo desvalimiento de este devorador de libros. Además, la novela va ilustrada con dibujos de Fernando Krahn, que ha captado con acierto el espíritu del personaje.
Como decíamos, Firmin es una rata que vive en los sótanos de una librería de Boston. Pero tiene poco de rata. Sabe leer, aprecia lo que lee y tiene un desarrollado sentido del gusto, en toda la extensión de la palabra (Bueno para leer, bueno para comer). Firmin es un ser triste, inadaptado, con un lúcido sentido de la diferencia. Es feo, distinto y sentimental.
Voyeur real y literario, pasa buena parte de su tiempo mirando por un agujerito y viviendo las experiencias ajenas en los libros que lee. Su vida clandestina y oculta nos recuerda al Jorobado de Nuestra Señora de París o al fantasma de la Ópera. Como ellos, Firmin es un ser extremadamente sensible que cae rendido ante la belleza de Ginger Rogers, a la que admira en sus correrías nocturnas por un cine de barrio.
Por sus páginas desfilan los libros de los que se alimenta Firmin, de Cervantes a Joyce, de Dickens a Henry Miller, ante los que la rata nos muestra sus preferencias y su respeto reverente por los Grandes.
Como en otros textos, la fealdad, la marginalidad, la debilidad física, se constituyen en causa de una profundísima tristeza y a la vez de una lucidez excepcional que a menudo encuentra su expresión en la ironía y el humor. En esta vida melancólica de Firmin hay poco sitio para la felicidad y este parece ser un terreno abonado para la literatura. Es como si el placer de la lectura fuera la secreta compensación de estas vidas, la secreta venganza de los feos.
La delicada conjunción de ternura, humor y melancolía nos recuerda a Chaplin, tan triste, tan perdedor, tan enamorado.
Publicado originalmente en una pequeña editorial de Minneapolis, ha suscitado tal entusiasmo entre sus lectores que la recomendación de su lectura ha corrido de boca en boca, de foro en foro y de chat en chat. Pocas obras literarias despiertan tanto interés en la red y tan entusiastas comentarios. El hecho de que en poco tiempo se haya constituido en un líder de ventas, sin necesidad de campañas mediáticas ni de grandes alardes publicitarios, devuelve al lector una independencia y una autonomía de la que en algunas ocasiones hemos llegado a dudar.
Firmin es un superventas, un libro popular que no por ello debe ser considerado como una muestra de subliteratura. Es una saludable muestra de esa clase de obras que pueden emocionar y divertir tanto al lector culto y formado como al profano y poco experimentado.
Es, sin duda, uno de esos libros que deseamos dar a conocer a las personas a las que apreciamos, el ideal para un regalo entrañable.
Con estas palabras se describe a sí misma Firmin, la rata que protagoniza la novela de Sam Savage que ha revolucionado en los últimos meses el mundo de la narrativa. La publica Seix Barral con una eficaz traducción de Ramón Buenaventura, que conserva la frescura, la tierna inocencia y el amargo desvalimiento de este devorador de libros. Además, la novela va ilustrada con dibujos de Fernando Krahn, que ha captado con acierto el espíritu del personaje.
Como decíamos, Firmin es una rata que vive en los sótanos de una librería de Boston. Pero tiene poco de rata. Sabe leer, aprecia lo que lee y tiene un desarrollado sentido del gusto, en toda la extensión de la palabra (Bueno para leer, bueno para comer). Firmin es un ser triste, inadaptado, con un lúcido sentido de la diferencia. Es feo, distinto y sentimental.
Voyeur real y literario, pasa buena parte de su tiempo mirando por un agujerito y viviendo las experiencias ajenas en los libros que lee. Su vida clandestina y oculta nos recuerda al Jorobado de Nuestra Señora de París o al fantasma de la Ópera. Como ellos, Firmin es un ser extremadamente sensible que cae rendido ante la belleza de Ginger Rogers, a la que admira en sus correrías nocturnas por un cine de barrio.
Por sus páginas desfilan los libros de los que se alimenta Firmin, de Cervantes a Joyce, de Dickens a Henry Miller, ante los que la rata nos muestra sus preferencias y su respeto reverente por los Grandes.
Como en otros textos, la fealdad, la marginalidad, la debilidad física, se constituyen en causa de una profundísima tristeza y a la vez de una lucidez excepcional que a menudo encuentra su expresión en la ironía y el humor. En esta vida melancólica de Firmin hay poco sitio para la felicidad y este parece ser un terreno abonado para la literatura. Es como si el placer de la lectura fuera la secreta compensación de estas vidas, la secreta venganza de los feos.
La delicada conjunción de ternura, humor y melancolía nos recuerda a Chaplin, tan triste, tan perdedor, tan enamorado.
Publicado originalmente en una pequeña editorial de Minneapolis, ha suscitado tal entusiasmo entre sus lectores que la recomendación de su lectura ha corrido de boca en boca, de foro en foro y de chat en chat. Pocas obras literarias despiertan tanto interés en la red y tan entusiastas comentarios. El hecho de que en poco tiempo se haya constituido en un líder de ventas, sin necesidad de campañas mediáticas ni de grandes alardes publicitarios, devuelve al lector una independencia y una autonomía de la que en algunas ocasiones hemos llegado a dudar.
Firmin es un superventas, un libro popular que no por ello debe ser considerado como una muestra de subliteratura. Es una saludable muestra de esa clase de obras que pueden emocionar y divertir tanto al lector culto y formado como al profano y poco experimentado.
Es, sin duda, uno de esos libros que deseamos dar a conocer a las personas a las que apreciamos, el ideal para un regalo entrañable.
Rosalía Ruiz