Fernando Vallejo.
La puta de Babilonia.
Seix Barral. Barcelona, 2007.
La puta de Babilonia.
Seix Barral. Barcelona, 2007.
El colombiano Fernando Vallejo ha escrito en La puta de Babilonia, con el rigor y la excelente prosa a que tiene acostumbrados a sus lectores, un valiente alegato que renuncia al eufemismo y desenmascara las prácticas de una institución eclesiástica demasiado apegada a los intereses terrenales y al poder político y económico.
Lo publica Seix Barral y es un ajuste de cuentas con la Iglesia de Roma, la puta de Babilonia del Apocalipsis, a través del sumario de crímenes perpetrados en nombre de la fe y de Cristo desde su acceso a los poderes terrenales con el emperador Constantino. Mil setecientos años de sangre derramada y de carne de hereje quemada en las hogueras del Santo Oficio.
Su tono está claro desde el primer párrafo, que no engaña a nadie acerca de lo que se va a encontrar después:
LA PUTA, LA GRAN PUTA, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la vendedora de indulgencias; la que inventó a Cristoloco el rabioso y a Pedropiedra el estulto; la que promete el reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que amordaza la palabra y aherroja la libertad del alma; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina; la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufa, la mentirosa, la insidiosa, la traidora, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la aberrante, la inconsecuente, la incoherente, la absurda; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar.
Con prosa torrencial, como se ve, apasionada y sin concesiones a la correccción política ni tendencia a andarse por las ramas, Fernando Vallejo hace en esta obra un exorcismo con sus demonios personales, que resultarán familiares también para muchos de sus lectores.
Más de trescientas páginas de buena prosa continua, sin capítulos y en un monólogo narrativo de inusual fuerza persuasiva y con un enfoque que sitúa este libro en la mejor tradición del ensayo: la que desde Montaigne conecta con el pensamiento ilustrado y las propuestas críticas provocadoras.
Será piedra de escándalo para algunos, pero su rigor intelectual, su pulso narrativo y su fuerza persuasiva harán que la aprecien y la agradezcan muchos lectores.
Y que nadie se confunda: las críticas afectan a Lutero y al protestantismo y a Mahoma, el Corán y el islamismo, porque no hay razón para que estos fanatismos monstruosos (…) perduren un día más. Ha llegado la hora de decirles basta.
La historia de la Iglesia es la historia de la persecución inmisericorde del discrepante, a sangre y fuego, del heterodoxo. Con una sabia y efectiva combinación de fuentes documentales y desahogos personales, de rigor histórico y subjetividad, Fernando Vallejo ha escrito una obra que hace no mucho hubiera acabado en la hoguera, purificada por el fuego, seguramente en compañía de su autor.
Y no por falta de ganas, sino porque ya Ratzinger nada tiene. Ni siquiera dientes. Es un inquisidor desdentado que ya no puede torturar ni quemar por más que le nazca del alma. Mentir sí, y extender la mano y expoliar viudas.
Lo publica Seix Barral y es un ajuste de cuentas con la Iglesia de Roma, la puta de Babilonia del Apocalipsis, a través del sumario de crímenes perpetrados en nombre de la fe y de Cristo desde su acceso a los poderes terrenales con el emperador Constantino. Mil setecientos años de sangre derramada y de carne de hereje quemada en las hogueras del Santo Oficio.
Su tono está claro desde el primer párrafo, que no engaña a nadie acerca de lo que se va a encontrar después:
LA PUTA, LA GRAN PUTA, la grandísima puta, la santurrona, la simoníaca, la inquisidora, la torturadora, la falsificadora, la asesina, la fea, la loca, la mala; la del Santo Oficio y el índice de Libros Prohibidos; la de las Cruzadas y la noche de San Bartolomé; la que saqueó a Constantinopla y bañó de sangre a Jerusalén; la que exterminó a los albigenses y a los veinte mil habitantes de Beziers; la que arrasó con las culturas indígenas de América; la que quemó a Segarelli en Parma, a Juan Hus en Constanza y a Giordano Bruno en Roma; la detractora de la ciencia, la enemiga de la verdad, la adulteradora de la Historia; la perseguidora de judíos, la encendedora de hogueras, la quemadora de herejes y brujas; la estafadora de viudas, la cazadora de herencias, la vendedora de indulgencias; la que inventó a Cristoloco el rabioso y a Pedropiedra el estulto; la que promete el reino soso de los cielos y amenaza con el fuego eterno del infierno; la que amordaza la palabra y aherroja la libertad del alma; la que reprime a las demás religiones donde manda y exige libertad de culto donde no manda; la que nunca ha querido a los animales ni les ha tenido compasión; la oscurantista, la impostora, la embaucadora, la difamadora, la calumniadora, la reprimida, la represora, la mirona, la fisgona, la contumaz, la relapsa, la corrupta, la hipócrita, la parásita, la zángana; la antisemita, la esclavista, la homofóbica, la misógina; la carnívora, la carnicera, la limosnera, la tartufa, la mentirosa, la insidiosa, la traidora, la despojadora, la ladrona, la manipuladora, la depredadora, la opresora; la pérfida, la falaz, la rapaz, la felona; la aberrante, la inconsecuente, la incoherente, la absurda; la cretina, la estulta, la imbécil, la estúpida; la travestida, la mamarracha, la maricona; la autocrática, la despótica, la tiránica; la católica, la apostólica, la romana; la jesuítica, la dominica, la del Opus Dei; la concubina de Constantino, de Justiniano, de Carlomagno; la solapadora de Mussolini y de Hitler; la ramera de las rameras, la meretriz de las meretrices, la puta de Babilonia, la impune bimilenaria tiene cuentas pendientes conmigo desde mi infancia y aquí se las voy a cobrar.
Con prosa torrencial, como se ve, apasionada y sin concesiones a la correccción política ni tendencia a andarse por las ramas, Fernando Vallejo hace en esta obra un exorcismo con sus demonios personales, que resultarán familiares también para muchos de sus lectores.
Más de trescientas páginas de buena prosa continua, sin capítulos y en un monólogo narrativo de inusual fuerza persuasiva y con un enfoque que sitúa este libro en la mejor tradición del ensayo: la que desde Montaigne conecta con el pensamiento ilustrado y las propuestas críticas provocadoras.
Será piedra de escándalo para algunos, pero su rigor intelectual, su pulso narrativo y su fuerza persuasiva harán que la aprecien y la agradezcan muchos lectores.
Y que nadie se confunda: las críticas afectan a Lutero y al protestantismo y a Mahoma, el Corán y el islamismo, porque no hay razón para que estos fanatismos monstruosos (…) perduren un día más. Ha llegado la hora de decirles basta.
La historia de la Iglesia es la historia de la persecución inmisericorde del discrepante, a sangre y fuego, del heterodoxo. Con una sabia y efectiva combinación de fuentes documentales y desahogos personales, de rigor histórico y subjetividad, Fernando Vallejo ha escrito una obra que hace no mucho hubiera acabado en la hoguera, purificada por el fuego, seguramente en compañía de su autor.
Y no por falta de ganas, sino porque ya Ratzinger nada tiene. Ni siquiera dientes. Es un inquisidor desdentado que ya no puede torturar ni quemar por más que le nazca del alma. Mentir sí, y extender la mano y expoliar viudas.
Santos Domínguez