Nathaniel Hawthorne.
Cuentos contados dos veces.
Traducción de Marcelo Cohen.
Acantilado. Barcelona, 2007
Cuentos contados dos veces.
Traducción de Marcelo Cohen.
Acantilado. Barcelona, 2007
Nathaniel Hawthorne (1804-1864) es, junto con Poe, Melville o Twain, uno de los grandes prosistas norteamericanos del XIX.
Los treinta y seis relatos que agrupó en estos Cuentos contados dos veces que publica Acantilado cimentaron una fama que crecería con La letra escarlata y La casa de los siete tejados.
Se publicaron en 1837, amparados en un título shakespeareano (La vida es tan tediosa como un cuento contado dos veces, El rey Juan), con tratamientos alegóricos y centrados en temas como la culpa y el castigo, los laberintos de la conducta y la conciencia moral o el orgullo.
Lo sobrenatural, lo mágico y el horror recorren muchos de estos cuentos inquietantes, en los que se decanta definitivamente lo mejor de la tradición romántica. Pero su intención declarada de reflejar la vida real, su actitud meditativa y no pasional le sitúan ya en el camino del realismo. Lo explica en el Prefacio que escribió en 1851 para la reedición de estos cuentos.
Y añade estas líneas, que lo muestran como un maestro en el arte de crear atmósferas para la lectura de estos textos crepusculares sobre un mundo de sombras y brillos dorados:
El libro, si quieren ustedes ver algo en él, demanda ser leído en la clara, rojiza atmósfera del crepúsculo en que fue escrito; abierto a pleno sol, tenderá a parecer un conjunto de páginas en blanco.
Cuando Poe reseñó estos cuentos de Hawthorne en el Graham’s Magazine (Los relatos de Hawthorne pertenecen a la región más elevada del arte, un arte sometido al genio de un orden sublime) quizá ni uno ni otro sabían que con aquel artículo fijaba la naturaleza del relato en la unidad de efecto y firmaba la partida de nacimiento de una de las direcciones fundamentales del cuento contemporáneo.
Relatos como Wakefield, El experimento del doctor Heidegger o Los siete vagabundos forman, desde entonces, parte esencial del canon imprescindible del relato.
Los treinta y seis relatos que agrupó en estos Cuentos contados dos veces que publica Acantilado cimentaron una fama que crecería con La letra escarlata y La casa de los siete tejados.
Se publicaron en 1837, amparados en un título shakespeareano (La vida es tan tediosa como un cuento contado dos veces, El rey Juan), con tratamientos alegóricos y centrados en temas como la culpa y el castigo, los laberintos de la conducta y la conciencia moral o el orgullo.
Lo sobrenatural, lo mágico y el horror recorren muchos de estos cuentos inquietantes, en los que se decanta definitivamente lo mejor de la tradición romántica. Pero su intención declarada de reflejar la vida real, su actitud meditativa y no pasional le sitúan ya en el camino del realismo. Lo explica en el Prefacio que escribió en 1851 para la reedición de estos cuentos.
Y añade estas líneas, que lo muestran como un maestro en el arte de crear atmósferas para la lectura de estos textos crepusculares sobre un mundo de sombras y brillos dorados:
El libro, si quieren ustedes ver algo en él, demanda ser leído en la clara, rojiza atmósfera del crepúsculo en que fue escrito; abierto a pleno sol, tenderá a parecer un conjunto de páginas en blanco.
Cuando Poe reseñó estos cuentos de Hawthorne en el Graham’s Magazine (Los relatos de Hawthorne pertenecen a la región más elevada del arte, un arte sometido al genio de un orden sublime) quizá ni uno ni otro sabían que con aquel artículo fijaba la naturaleza del relato en la unidad de efecto y firmaba la partida de nacimiento de una de las direcciones fundamentales del cuento contemporáneo.
Relatos como Wakefield, El experimento del doctor Heidegger o Los siete vagabundos forman, desde entonces, parte esencial del canon imprescindible del relato.
Santos Domínguez