“Guardia nocturna se asoma a un mundo propio y al suburbio personal (y social). Un centinela demasiado atento al yo precario que encuentra cómplices en los márgenes y que se destila con dolor. Pequeñas solidaridades, asombros, intimidades y vaciamientos, desolaciones desnutridas y guiños a los desprotegidos. A los del yo y a los de al lado, el otro. Mi intenso compromiso social y humano a veces se mira y otras mira hacia afuera, vive la ausencia de su desánimo o pusilanimidad, de su adentramiento obsesivo, en voz baja. Lo cierto es que suele revolverse hacia su yo en su impotencia por explayarse, y ha preferido la acción personal con discreción. No por ello deja de aparecer en verso, y aparece de pronto aquí y allá, sin expresionismo ni alaradas.”
Mis limitaciones léxicas me impiden saber qué significan esas “alaradas” que no encuentro en ningún diccionario, pero creo entender lo que quiere decir Rafael Morales Barba en el prólogo con el que abre su Guardia nocturna, que publica Bartleby Editores.
Se reúnen bajo ese título las que el propio autor llama sus “escaramuzas poéticas” anteriores: Canciones de deriva y Climas, dos libros a los que se añade el reciente Aquitania, que toma su título del poema inicial, subtitulado ‘Luna de marzo’:
Has tornado a las aguas
sin por qué, luna
en la ría, besado mis labios
hervidos sobre el agua del rape
en su lecho de arena.
Opiácea luz narcótica, tan clara
cae por el todo tan breve
y este aire
caliente,
navegando,
barchetta.
Tibios arpegios oirán celestiales los muertos
sumergidos, no voces desteñidas
como estas, ¡cómo insisten
tocando en la puerta de aire
desde abajo,
luna amarilla…
esperando mareas.
Más conocido por su ejercicio crítico que por su vocación poética tardía, Morales Barba cultiva una escritura del despojamiento expresivo desde un difícil equilibrio entre lo elusivo y lo alusivo, desde un ejercicio de depuración de la mirada y de síntesis de la palabra.
Este ‘Septiembre’ es una muestra de su expresión recortada y sugerente:
Por el lazo de sombras
bajo la catalpa y el sendero tenue
de ligera brisa
sin reproche en el labio
ni en su palabra oscura.
Con un frecuente fondo de paisajes marítimos de medusas y crepúsculos, de salinas y farallones, de espumas y veleros, de barcas y brumas norteñas, esta es una poesía de mirada sutil que va desde lo exterior a lo interior, desde la contemplación del paisaje a la meditación, desde la evocación a la reflexión.
Otro ejemplo de ese mundo propio y de esas lecciones del paisaje: esta ‘Guardia nocturna’, de la que toma su título este volumen que recoge la obra poética de Rafael Morales Barba, su voz afinada y su palabra afilada:
Las horas por el aire
transparentes
con sus besos de arena, muy ligeras
entre cubetas breves,
viejas grullas varadas
en Guerande sobre la sal y el sodio,
sin quimeras ni vuelos,
claras.
Sin gasas, desvestidas, sobrevestes,
linajes.
Súbitos golpean con el cincel metales
y esculpe el viento un callejón nocturno.
Asomado al balcón la salina
de un tenor vaciado
sin melodía
canta.
Santos Domínguez