Antonio Gamoneda.
Libro del frío.
Prólogo de Tomás Sánchez Santiago.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2022.
Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta
cansar mi corazón.
Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas
entre sombras, pero, ¿qué hago yo delante del abismo?
Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado.
Con ese poema abre Antonio Gamoneda su Libro del frío, que termina con estos versos:
Amé las desapariciones y ahora el último rostro ha salido de mí.
He atravesado las cortinas blancas:
ya sólo hay luz dentro de mis ojos.
Sometido a varias revisiones y reescrituras [1986-1992, 1998, 2004 y 2016], lo recupera Galaxia Gutenberg en su colección de Poesía de bolsillo con un prólogo -‘De nuevo la emoción’- en el que Tomás Sánchez Santiago afirma que, treinta años después de su aparición, “aquel lector de 1992 sigue hoy asistiendo asombrado a una galería de imágenes que lo introducen en un espacio donde, bajo el código enigmático de una memoria obstinada, se suceden a sí mismas las brasas vivas de ese lenguaje de insistencias y revelaciones.”
En su reciente prólogo a los cuentos de Antonio Pereira, Antonio Gamoneda declara que “la lírica es la narrativa”, lo que se podría aplicar a este Libro del frío, que de alguna manera es la narración de un viaje por el bosque del recuerdo en busca del centro del sentido, el relato de una travesía desde los umbrales a los límites en una sucesión de textos e imágenes, de claroscuros y contraluces, de contrastes y deslumbramientos, de iluminaciones en la sombra y persistencias en el vacío:
Hay un anciano ante una senda vacía. Nadie regresa de la ciudad lejana; sólo el viento sobre las últimas huellas.
Yo soy la senda y el anciano, soy la ciudad y el viento.
Memoria y palabra, mirada y paisaje permiten al ‘yo’ de estos poemas recorrer un difícil camino ascendente hacia la afirmación de la identidad a través de unos textos visionarios que convocan imágenes potentes en la oscuridad desde la fijación de su frágil territorio vital. Un territorio de intemperie, delimitado desde la contención expresiva y la desnudez verbal hasta la angustia y la enfermedad, desde la conciencia del deterioro hasta la llegada a la luz y la serenidad de la desaparición.
Y en el ‘Aún’ del tránsito que da título a la zona central del libro confluye el pasado que atraviesa la identidad del presente con los manantiales que hablan en la noche, y se suceden el amor y la desolación, la música y el abismo, el desasosiego existencial y la nieve del límite:
Sábana negra en la misericordia:
tu lengua en un idioma ensangrentado.
Sábana aún en la sustancia enferma,
la que llora en tu boca y en la mía
y, atravesando dulcemente llagas,
ata mis huesos a tus huesos humanos.
No mueras más en mí, sal de mi lengua.
Dame la mano para entrar en la nieve.
…
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
Santos Domínguez