Samuel Taylor Coleridge.
La balada del viejo marinero,
Traducción y prólogo de Jaime Siles.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2021.
El viento comenzó a bramar más fuerte;
como si fueran juncos, tremolaron las velas
y comenzó a llover desde una nube
en cuyo borde dclaro había Luna negra.
Rota la densa nube, continuó a su lado
aquella Luna negra:
como aguas despeñadas desde un risco,
ancho río escarpado, los relámpagos,
sin romperse, caían desde ella.
Sin que el viento siquiera la rozase,
la nave inició su movimiento
y, a la luz de relámpagos y Luna,
resonó el gemido de los muertos.
Son tres estrofas de la parte V de La balada del viejo marinero, de Samuel Taylor Coleridge en la versión de Jaime Siles que publica Galaxia Gutenberg en su colección de poesía de bolsillo.
La balada del viejo marinero es
uno de los poemas más oscuros e inquietantes que se han escrito en la
historia de la poesía. Un poema narrativo y visionario, con una atmósfera de pesadilla
angustiosa que moviliza el subconsciente y apela a lo sobrenatural a lo
largo de sus seiscientos veinticinco versos.
Coleridge lo escribió, como su Kubla Khan,
en sus dos años de mayor creatividad (1797-1798), en los que tuvo más
contacto con Wordsworth, y es una casi insoportable incursión en lo
demoníaco, en el mal y en la crueldad gratuita, un descenso a los
infiernos y una fantasmagoría de enorme fuerza expresiva, una
desoladora exploración en la niebla y el hielo infernal, un viaje por el territorio
del dolor, el horror y el sentimiento de culpa.
Quizá
para quitarse de encima tanta carga emocional, Coleridge lo calificó
como una obra de pura imaginación, pero es mucho más que eso: es una
alegoría de la condición humana y de la vida, la expresión de “una
verdad que existe en el lenguaje porque antes ha estado en nuestro
corazón”, como señala Jaime Siles en el prólogo de su traducción, donde
explica también que “este es el poema de Coleridge que menos se pliega a
sus teorías y que más se aparta de lo que él mismo considera su
poética. Tal vez por ello es también su poema más total.”
Santos Domínguez