Vasili Grossman.
Stalingrado.
Traducción de Andréi Kozinets.
Galaxia Gutenberg. Madrid, 2020.
El 29 de abril de 1942, el tren del dictador de la Italia fascista, Benito Mussolini, hizo su entrada en la estación de Salzburgo, engalanada para la ocasión con banderas italianas y alemanas.
Tras una ceremonia protocolaria, Mussolini y su séquito se desplazaron hasta el antiguo castillo de Klessheim, edificado bajo el auspicio de los obispos de Salzburgo. Allí, en sus amplias y frías salas recién decoradas con muebles traídos ex profeso de Francia, se celebraría una sesión de reuniones ordinaria entre Hitler y Mussolini. Ribbentrop, Keitel, Jodl y otros jerarcas alemanes mantendrían, por su parte, conversaciones con dos de los ministros italianos, Ciano y el general Cavallero, quienes, junto con Alfieri, el embajador italiano en Berlín, integraban la comitiva del Duce.
Aquellos dos hombres, que se creían dueños de Europa, se reunían cada vez que Hitler conjugaba sus fuerzas para desatar otra catástrofe en Europa o África. Sus reuniones privadas en la frontera alpina entre Austria e Italia solían desembocar en invasiones militares, actos de sabotaje y ofensivas de ejércitos motorizados de millones de hombres por todo el continente. Los breves comunicados de prensa que informaban sobre las reuniones entre los dictadores mantenían en vilo los corazones, acongojados y expectantes.
Así comienza Stalingrado, de Vasili Grossman, en la traducción de Andréi Kozinets que acaba de publicar Galaxia Gutenberg.
Fue la primera de las dos novelas -la segunda es Vida y destino- de un ciclo en el que Grossman reflejó su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial, que vivió de cerca como corresponsal de guerra.
Stalingrado la empezó a escribir en 1943, la terminó en 1949 y la publicó en 1952 con el título Por una causa justa y con mutilaciones muy severas de la censura estalinista y los editores, que le obligaron a cambiar el título y a modificar más de cien fragmentos de diversa entidad que se restituyen en esta edición que devuelve la obra a una redacción cercana a la original, lo que supone no sólo una restitución de su sentido desde una incipiente disidencia contra la maquinaria burocrática, sino también una reconstrucción de la novela en su verdadero tamaño estético y narrativo.
Tras haber sido testigo directo de la batalla de Stalingrado -de la que dejó una excelente descripción en Años de guerra, publicada en esta misma editorial-, que supuso un serio revés para la Alemania nazi en febrero de 1943, un Grossman muy afectado por la muerte de su madre y su hijastro empezó a escribir esta novela, que se remonta hasta el 22 de junio de 1941, cuando comienza la Operación Barbarroja, la invasión alemana del territorio soviético, y que recuerda en su diseño ambicioso y en su planteamiento coral a Guerra y paz, con un multitudinario fresco que aspira a representar a toda la sociedad soviética. Por eso resultan muy útiles para el lector las ocho páginas que se añaden al final de la novela, sobre los personajes principales, como en Vida y destino, como en Guerra y paz, que para Grossman fue siempre una obra de referencia.
Personajes como el físico Víktor Shtrum o el comisario Krímov, en los que proyectó sus experiencias como testigo del asedio de Stalingrado y como corresponsal en el frente de batalla del periódico oficial Estrella Roja durante tres años; la familia Sháposhnikov, que representa a las víctimas del asedio a la ciudad y son el eje de todo el ciclo narrativo; los médicos y enfermeros; los mineros y los técnicos de la central hidroeléctrica; los comisarios y cuadros dirigentes del Partido Comunista; la brigada del comisario Krímov; los oficiales que dirigen la defensa y la contraofensiva de Stalingrado o los integrantes del alto mando alemán.
Anclado aún en la ortodoxia ideológica, en la estética del realismo socialista y en la defensa del régimen soviético frente al nazismo, Grossman supera la mirada periodística y propagandística para crear un monumental entramado de personajes, un cruce de vidas sobre el fondo de los desastres de la guerra con una mirada compasiva y profundamente humana, con una extraordinaria agilidad narrativa y una potente capacidad evocadora en su cuidada prosa.
Esta edición íntegra de Stalingrado va precedida de una nota de los editores en la que explican que “para Vasili Grossman, la Segunda Guerra Mundial tuvo consecuencias particularmente dolorosas. Su madre fue asesinada por los nazis junto a centenares de miles de judíos en Ucrania. Y su hijastro murió como soldado del Ejército Rojo.”
Esta edición íntegra de Stalingrado va precedida de una nota de los editores en la que explican que “para Vasili Grossman, la Segunda Guerra Mundial tuvo consecuencias particularmente dolorosas. Su madre fue asesinada por los nazis junto a centenares de miles de judíos en Ucrania. Y su hijastro murió como soldado del Ejército Rojo.”
A esta devastación particular se sumaba lo que él mismo había vivido como corresponsal de guerra en primera línea del frente, especialmente durante la batalla de Stalingrado y, después, durante el avance de las tropas soviéticas hacia Berlín, incluido el macabro descubrimiento de los campos de exterminio en tierras polacas.
Vasili Grossman se propuso dejar constancia de todo ello en un ambicioso ciclo novelístico en dos partes. La primera, iniciada en 1943 y publicada en 1952 con el título Por una causa justa, se tenía que titular Stalingrado. La segunda, escrita a partir de 1949, con los mismos protagonistas, sería Vida y destino.”
Así resumen el complicado proceso de edición de Stalingrado:
“Vasili Grossman entregó el manuscrito de Stalingrado a la revista Novimir en 1949, cuando ya había empezado la escritura de Vida y destino. Se inicia así un proceso de edición que durará años, con una primera parada en 1952, cuando la novela ve la luz por primera vez. Durante los tres años que transcurren entre la entrega del manuscrito y su publicación, la novela sufre una serie de alteraciones durante las que los editores, actuando a la vez como censores, suprimen frases, párrafos y páginas enteras y obligan a Grossman a reescribir otras. El proceso lleva a Grossman a la desesperación, hasta el punto de que envía una carta al mismo Stalin, el 6 de diciembre de 1950, solicitándole que le «ayude a resolver la cuestión del destino de este libro que considero la obra fundamental de mi vida en tanto que escritor». La carta quedará sin respuesta y Grossman tendrá que esperar dos años más hasta ver publicada su obra en los números 7 a 11 de la revista Novimir.
Las primeras reacciones son entusiastas. Incluso, en una reunión de la sección de narrativa de la Unión de Escritores celebrada el 13 de octubre de 1952, se propone la candidatura de la novela al premio Stalin. Pero el 13 de febrero de 1953 se publica en Pravda, órgano oficial del Partido Comunista, un artículo demoledor. A partir de ese momento, se suceden las críticas negativas en los medios soviéticos, con títulos como «Una novela que falsea la imagen del pueblo soviético», «Por mal camino», «Un espejo deformante». La novela cae en desgracia y sólo volverá a publicarse, en diversas ediciones y editoriales, una vez muerto Stalin.
Ninguna de estas ediciones en ruso, ni las traducciones que se hicieron a partir de ellas, incluida la que Galaxia Gutenberg publicó en español en 2011, corresponden plenamente a la novela que Grossman escribió. Muchos pasajes presentes en los primeros manuscritos y suprimidos después por los editores-censores, nunca se publicaron.
Hasta que Robert Chandler, traductor al inglés de Vasili Grossman, se propuso restablecer el texto que Grossman hubiera querido para su novela. Con su magnífica labor, concluida en 2018 y publicada en inglés el año siguiente, Chandler ha recuperado en lo posible una obra que tanta importancia tenía para Grossman y que, sin embargo, había sido considerada como secundaria por la crítica y los especialistas, sin que nadie se hubiera detenido en pensar que no estábamos leyendo la obra que su autor había concebido sino versiones corregidas y censuradas por terceros.
[...]
El lector de esta edición española podrá reconocer los fragmentos nunca publicados hasta ahora por estar impresos en gris, en vez de en negro como el resto del texto. De esta manera, podrá juzgar él mismo las intervenciones de los editores y censores soviéticos.”
Cierran el enorme volumen de casi mil doscientas páginas, además del mencionado apéndice sobre los personajes, una relación de fragmentos eliminados y un epílogo escrito por Robert Chandler y Yuri Bit-Yunan en el que definen esta monumental obra como “una de las grandes novelas del siglo pasado” y cuentan los pormenores del proceso de reconstrucción y edición de Stalingrado a partir de cuatro manuscritos y de tres ediciones de la novela, con omisiones y reinserciones en 1952, 1954 y 1956.
Quienes disfrutaron con la lectura de Vida y destino
tienen ahora una nueva oportunidad de reencontrarse con la voz de
Grossman, un narrador excepcional que con este ciclo novelístico
construye sobre la base de la bondad y la piedad el relato coral inolvidable del sufrimiento de quienes fueron víctimas del estalinismo y
del nazismo, dos variantes muy parecidas de la utilización criminal del Estado. Una
de esas pocas novelas que dejan una huella indeleble en el lector.
Santos Domínguez