27/2/19

Aquellos años del boom


Xavi Ayén.
Aquellos años del boom.
Debate. Barcelona, 2019. 

El 12 de febrero de 1976, en un parque frente a la sala de proyecciones de Canacine, en la colonia Churubusco de Ciudad de México, Elena Poniatowska corre azorada hacia una hamburguesería y pide un filete crudo. Gabriel García Márquez la espera atontado en un banco porque uno de sus mejores amigos lo acaba de noquear en público. Hay ner­vios en la calle y en el interior del Palacio, donde van a proyec­tar La odisea de los Andes, una película de Álvaro Covacevich en la que las víctimas de un accidente de avión acaban devoran­do la carne de sus amigos muertos.
Los nudillos de la mano derecha de Mario Vargas Llosa aún laten. Fue solo un golpe, pero bien medido. Los amigos de am­bos se mueven entre agitados y compungidos. Nadie tiene tiem­po de pensar. Hay un inquieto hormigueo humano, los comen­tarios brotan como espasmos y los rostros exhiben un catálogo de muecas. El mundo ha dado un giro. En ese justo momento acaba de romperse el boom. 

Así acababan los diez años que cambiaron la literatura en español entre 1967 y 1976. Lo recuerda  Xavi Ayén en su Introducción a la nueva edición en Debate de Aquellos años del boom.

Subtitulada García Márquez, Vargas Llosa y el grupo de amigos que lo cambiaron todo, es una versión actualizada y reducida de la edición original, que apareció hace casi cinco años sobre un fenómeno literario y editorial del que sigue diciendo ese texto introductorio:

El boom, aunque algunos aún nieguen su existencia, no es cualquier cosa, sino muchas. Una amalgama apasionada y vital en la que todo se mezcla: es un estallido de buena literatura, un círculo cerrado de profundas amistades, un fenómeno interna­cional de multiplicación de lectores, una comunidad de intere­ses e ideales, un fecundo debate político y literario, salpicado de dramas personales y de destellos de alegría y felicidad. Como toda historia humana sostenida en el tiempo, estuvo salpicada de rencores, enfermedades físicas y psíquicas, amores y muer­tes, risas y llantos. Fue lo más importante que le sucedió a la literatura en español del siglo xx y transformó nuestra sensibi­lidad en algo más rico y profundo.
A mí me gusta verlo, sencillamente, como una bonita histo­ria que sucedió en mi ciudad y que acabó, aquel 12 de febrero de 1976, de un modo tan novelesco: con un filete ensangrenta­do en el ojo de Gabo. 

En esta nueva edición revisada se han suprimido algunos episodios y se ha actualizado el contenido con hechos nuevos acerca de aquellos diez años que cambiaron la narrativa en español.

En veinticuatro capítulos se organiza este libro que contiene importante documentación de primera mano y muchas horas de entrevistas en su base para describir la intrahistoria de un universo literario lleno de astros solares, planetas y satélites. 

En primer término los nombres mayores de Gabriel García Márquez y Vargas Llosa, a quienes se les presta una atención preferente ya desde el subtítulo. Son “el genio” y “el primero de la clase”, en palabras de Carmen Balcells, a la que se dedica un capítulo específico, aunque es una presencia constante en todo el libro.

Aquellos años del boom está planteado como una crónica periodística que comienza el día que Gabriel García Márquez llega a Barcelona en un coche de alquiler en otoño de 1967, cuando acaba de publicar Cien años de soledad en la editorial Sudamericana de Buenos Aires. 

Aquella fue la primera explosión de un fenómeno que llevó a muchos de estos autores a confluir en Barcelona, atraídos por la superagente Carmen Balcells, que cambió la forma de relacionarse de los autores con las editoriales. Pero había también razones másd prosaicas, como las que confiesa García Marquez a Vargas Llosa en una carta del 20 de marzo de 1967:

"La definición por Barcelona no se debe, como todo el mundo lo cree, a que allí será más fácil sacarle el dinero a Carmen Balcells, sino porque parece ser la última ciudad de Europa donde mi mujer podrá tener una Bonifacia -que es el nombre que ella les da a todas las criadas desde que leyó La casa verde.- Ahora com­prenderás mejor por qué se conmovió tanto cuando supo que ustedes tienen que cargar solos con la cruz de un hijo en Londres."

Desde aquel estallido del boom se dedican muchas páginas a García Márquez, incluidas las cuestiones económicas y las críticas negativas, como las que recoge este párrafo:

Aunque Cien años de soledad también cosechó alguna críti­ca negativa, Paco Porrúa desmiente rotundamente haber dicho que Cien años... sería mejor con menos páginas, una frase que Robert Saladrigas atribuye a Gonzalo Torrente Ballester. Po­rrúa va más allá: «El manuscrito que yo tuve en las manos no requería muchas correcciones». Pero tampoco hay que buscar muy lejos. Fue el mismo Jorge Luis Borges quien dijo: «Cien años de soledad está bien, pero le sobran veinte o treinta años». U Octavio Paz: «La prosa de García Márquez es esencialmente académica, es un compromiso entre el periodismo y la fantasía. Poesía aguada. Es un continuador de una doble co­rriente latinoamericana: la épica rural y la novela fantástica. No carece de habilidad, pero es un divulgador o, como llamaba Pound a este tipo de fabricantes, un diluter». Hasta Pier Paolo Pasolini escribió que «se trata de la novela de un guionista o de un costumbrista, escrita con gran vitalidad y derroche de tradicional manierismo barroco latinoamericano, casi para el uso de una gran empresa cinematográfica norteamericana [...] Los personajes son todos mecanismos inventados -a veces con es­pléndida maestría- por un guionista: tienen todos los tics demagógicos destinados al éxito espectacular».

El otro eje del libro es Vargas Llosa, y especialmente La ciudad y los perros. Y junto a esos dos autores vertebrales, se evoca en estas páginas a otros autores fundamentales: a Carlos Fuentes, “caballero de La Mancha” y padrino bienhechor de la mafia literaria latinoamericana; a José Donoso en su jardín neurótico; al otoñal Álvaro Mutis; a Sergio Pitol en el barrio chino de Barcelona; a Cortázar en París, inventor de mundos, o a un Cabrera Infante irritable y problemático, con el telón de fondo de la revolución cubana y el caso Padilla.

Y a otros nombres, que son la metralla del boom, los satélites de ese universo: Manuel Scorza, Manuel Puig, Severo Sarduy, Bryce Echenique, Néstor Sánchez o Danubio Torres Fierro. 

Se cierra el libro con la historia del fratricidio de aquel día de febrero de 1976 en el que acababa el boom con otra explosión: la del puñetazo de Vargas Llosa en el ojo de Gabriel García Márquez. 

Una explosión nuclear, señala Xavi Ayén, porque “el sentimiento que les unió fue tan intenso que solo una explosión nuclear los pudo distanciar.”

Santos Domínguez