Antología de la poesía parnasiana.
Edición bilingüe de Miguel Ángel Feria.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2016.
Hace ahora justamente un siglo y medio, en 1866, Alphonse Lemerre publicaba Le Parnasse contemporaine, la antología fundacional de un movimiento que marca el rumbo renovador de la poesía francesa en la segunda mitad del siglo XIX y que tendría una influencia decisiva también en la configuración del modernismo hispánico, especialmente en el aparato temático y en el andamiaje estilístico y métrico de Rubén Darío.
Cátedra Letras Universales acaba de publicar una imprescindible Antología de la poesía parnasiana en edición bilingüe de Miguel Ángel Feria, que justifica con estas palabras la necesidad de una obra como esta: “No existe en la copiosa historiografía sobre el modernismo literario un término sometido a mayor vulgarización que el de parnasianismo, como tampoco existe en lengua española un solo estudio destinado cabalmente a su desentrañamiento.”
Una antología que recoge una muestra significativa del Parnasianismo a través de diez poetas relevantes -de Théophile Gautier a Sully-Prudhomme, de Théodore Banville a José-Maria de Heredia, de Leconte de Lisle a Catulle Mendès- que aparecen representados cada uno por cinco textos, la mayoría de los cuales se traducen por primera vez al español.
Criticado por retórico, superficial y decorativo, con más detractores que defensores, el Parnasianismo tuvo, sin embargo, un papel fundamental entre dos movimientos: entre el Romanticismo y el desorden de sus improvisaciones arrebatadas y la música oscura del Simbolismo.
En contra del posromanticismo intimista y vegetativo y del utilitarismo de la poesía realista, el Parnasianismo fue la vanguardia rupturista de aquel momento: defendió la importancia de la forma, la autonomía del Arte por el Arte frente al didactismo propagandista social, moral o religioso y propugnó la estrofa frente al versolibrismo.
En su espléndido estudio introductorio de un centenar de páginas, Miguel Ángel Feria aporta las claves históricas y estéticas que permiten reivindicar la importancia del movimiento parnasiano, seguir su evolución, desde la bohemia antiburguesa a la Academia, y fijar las características –historicismo, recuperación del mundo clásico, objetividad, distancia impasible, fuentes pictóricas- de una poesía plástica que habló de lo sensible más que de lo sentimental y transfirió las emociones del sujeto al objeto.
Frente a la poesía descuidada y amparada en el sentimiento, el Parnasianismo defendió la importancia de la técnica y la obra bien hecha: “Arte es belleza -decía Gautier-, invención perpetua del detalle, elección de palabras, exquisito esmero en la ejecución. La palabra poeta significa literalmente hacedor. Todo lo que no está bien hecho no existe.”
Esa actitud entrañaba un riesgo evidente, porque -como indica el editor en la introducción- “aquel fervor por el trabajo verbal, por una dicción, un ritmo y un lenguaje culto y elevado redundó a veces en puro preciosismo.”
En la selección de autores y textos se ha valorado su representatividad desde el punto de vista temático y estilístico y la influencia que han ejercido en la poesía posterior: Gautier, un bohemio dedicado obsesivamente en la depuración estilística y en la musicalidad del verso en sus Émaux et camées; Banville y el canon escultórico de sus Odes funambulesques; Leconte de Lisle, el más importante y el más representativo de todos ellos con sus Poèmes antiques y sus Poèmes barbares, el mejor exponente de la ortodoxia parnasiana junto con su discípulo José-Maria de Heredia, que con un único libro –Les Trophées- obtuvo el reconocimiento de la crítica como el último parnasiano importante y la admiración de los simbolistas; Catulle Mèndes, que configuró el poema en prosa parnasiano, o Sully-Prudhomme, menos un poeta que un hábil versificador, a pesar de lo cual obtuvo el primer Nobel de Literatura en 1901.
No está aquí Baudelaire, que aunque escribió los mejores poemas parnasianos, es un poeta tan desbordante, tan proyectado hacia el futuro que no cabe ni bajo este ni bajo ningún otro rótulo.
Cincuenta espléndidas traducciones en las que merece la pena destacar el esfuerzo del traductor por transmitir en su versión la armonía musical de los originales.
Santos Domínguez