Fabio Morábito.
El idioma materno.
Sexto Piso. Madrid, 2014.
El extranjero más extranjero de todos es aquel que escribe en otro idioma, en virtud de una doble extranjería: la de la escritura, que es una traición al mundo, y la de escribir en una lengua que no es la materna, que es una traición al habla. Pero tal vez en esta traición a la lengua de origen radica la sola salvación posible, el único perdón al que puede aspirar un escritor por haberse apartado del mundo y del habla. Porque todo escritor, bien visto, se hace escritor gracias a esta traición, se aparta de la lengua madre para adoptar una lengua que no es la propia, una lengua extranjera, una lengua sin lágrimas. Se abdica del idioma materno porque se abdica del llanto y se abdica del llanto porque sólo dejando de llorar se puede escribir.
Con esas palabras cierra Fabio Morábito El idioma materno, un libro que reúne en Sexto Piso ochenta y cuatro textos breves que tienen su origen en los que aparecieron en el suplemento cultural Ñ de Clarín.
Lo estricto de sus límites -300 caracteres- obligaba a su autor a hacer un ejercicio de intensidad que sitúa a estos textos fuera del ámbito periodístico, de la narrativa y del ensayo, porque esa limitación impide el desarrollo argumentativo y propicia más la sugerencia característica de la poesía.
En estos textos Morábito arranca de episodios autobiográficos y recuerdos para indagar en el origen de su vocación literaria, para explorar la relación del escritor con la realidad, para hablar de la búsqueda de una voz personal, de los temas que conforman el mundo propio del escritor, que renuncia a la lengua materna como instrumento expresivo, adopta como lengua propia la de la la tradición literaria a la que se vincula la genealogía de su propia escritura.
Ese es el motivo de que el tema de la traición del autor a sí mismo y a los otros es uno de los hilos conductores que recorre desde el primero –Scrittore traditore- hasta el último –La lengua materna- de los textos de este libro en el que la escritura aparece a veces como una variedad de la mentira: vislumbré que mi vocación sería escribir libros casi al mismo tiempo que conocí el sabor de la traición. Siempre he pensado que son dos vocaciones estrechamente unidas.
Y por eso mismo, porque escribir es atravesar fronteras y límites expresivos, Kafka es una de las referencias persistentes en este volumen que desde la conciencia del lenguaje aborda las razones de la escritura, reúne recuerdos y lecturas y funde la realidad y la ficción en la frontera de sus límites borrosos.
Santos Domínguez