José Lezama Lima.
Presencias y figuras.
Antología poética 1937-1976.
Edición de Manuel Neila.
Renacimiento. Sevilla, 2013.
Sólo lo difícil es estimulante, escribía Lezama Lima al comienzo de “Mitos y cansancio clásico”, uno de los ensayos que forman parte de La expresión americana. Y esos dos adjetivos -difícil y estimulante-, complementarios siempre en Lezama, definen sus ensayos, su narrativa y su poesía, de la que acaba de aparecer en Renacimiento una espléndida antología –Presencias y figuras- preparada por Manuel Neila.
Lezama, uno de los poetas esenciales del siglo XX en español, practicó una literatura que frente a la imaginación hegeliana defiende la imaginación mítica y frente a la razón histórica propone el logos poético, que explora los vínculos que establece la analogía, no las relaciones de causalidad. Y ese método tiene mucho que ver con la forma de mirar la realidad en el Barroco, a base de conceptos que establecen relaciones inesperadas entre las diversas manifestaciones de la realidad.
Tanto en sus ensayos -Confluencias, La expresión americana- como en su narrativa -Paradiso, Oppiano Licario- y en su poesía, Lezama indaga en lo telúrico y en lo estelar a través de una imaginería potente y de una expresión barroca que explora en la oscuridad y en la memoria. Y con esa mirada que reivindica la visión del mundo como imagen integradora de historia y cultura, arte y literatura, mito y pensamiento, Lezama bucea en “las maternales aguas de lo oscuro”.
La antología Presencias y figuras recoge una amplia muestra de la poesía de Lezama y permite seguir la progresiva depuración de una poesía en cuya evolución se pueden delimitar las tres fases que señala Neila en su prólogo, La aventura sigilosa de José Lezama Lima: el momento preciosista y sensorial de Muerte de Narciso y Enemigo rumor; la concentración y abstracción de su etapa central –Aventuras sigilosas, La fijeza y Dador-, la más densa y significativa, con cimas como Rapsodia para un mulo o El coche musical; y la más accesible, comunicativa del póstumo Fragmentos a su imán.
Pero esa evolución es más concéntrica que lineal, porque se produce en el interior de una obra de enorme unidad no solo en su secuencia poética, sino también en su práctica narrativa. Porque Paradiso, Oppiano Licario, e incluso un ensayo como Confluencias, tienen mucho que ver con su mundo poético, tanto en su potente impulso verbal como en los temas en los que fija su mirada.
La asimilación de la cultura evocada en la naturaleza, las referencias mitológicas, musicales o pictóricas están en la raíz del universo literario de Lezama, en el que conviven la exploración de los símbolos secretos y el descubrimiento de las pulsaciones de la realidad y el sueño, la visión y la experiencia, las estructuras musicales (rapsodia, suite, aria, fuga) y el lenguaje como instrumento de indagación en lo oscuro.
Y así, sobre todo en la época de su plenitud creadora, su poesía hermética y visionaria, siempre atravesada por un agudo sentido de la temporalidad, crea una realidad transfigurada en una reelaboración que nos la devuelve como un edificio verbal recién levantado con la calidad tranquila de la luz..
Santos Domínguez