Diego Vaya.
Medea en los infiernos.
Punto de lectura. Madrid, 2013.
Ella tenía un rostro común.
No podía decirse otra cosa. En ocasiones, se parecía a una actriz de cine o a la hija de la panadera, aunque cuando alguien se fijaba bien no veía ni un solo rasgo que la acercase ni a una ni a otra. Ninguna de sus facciones, por separado o en conjunto, conseguía destacar hasta convertirse en el punto de referencia de una mirada. Ni la belleza ni la fealdad. Su rostro era común, y lo sabía.
Así comienza Medea en los infiernos, la novela con la que Diego Vaya obtuvo el XVIII Premio Universidad de Sevilla.
Publicada por Punto de lectura, es una novela introspectiva y rememorativa centrada en la figura de una mujer recién separada. La protagonista, una Medea contemporánea abandonada como el personaje mitológico, es una profesora de instituto que como su referente mítico también tiene dos hijos a los que espera en la desolada urbanización de una playa fuera de temporada.
Y ese paisaje solitario es el metafórico telón de fondo en el que esa mujer desorientada busca explicaciones, asimila su dolorosa soledad, rememora situaciones y episodios del pasado que adquieren un nuevo sentido desde el presente, y explora pormenorizadamente sus recuerdos.
Y si ese es el espacio alegórico que sirve de ambiente a la novela, el fondo musical no es menos significativo. Esa profesora de música está elaborando un artículo sobre la novena sinfonía de tres compositores: Beethoven, Dvorak y Shostakovich. Y ese es también su contrapunto emocional.
Esas son las coordenadas en las que se realiza un viaje al fondo de la memoria, una durísima bajada a los infiernos en la que –como en todas las mitologías- el personaje se encuentra cara a cara con lo más profundo de sí mismo, en el límite de lo racional, de la conciencia y la experiencia, de una memoria ambivalente, a veces ficticia y casi delirante, y de un presente en el que irrumpen la alucinación y el terror que la protagonista proyecta en el exterior, un terror que surge en el interior del personaje y acaba invadiendo la dudosa realidad que habita.
Con la tensión mantenida por un narrador extradiegético y omnisciente que soporta el peso del relato desde fuera del protagonista, Medea en los infiernos es –lógicamente- una novela circular, porque esa es la forma del infierno en Dante y como en la Divina Comedia la mirada del que baja allí es la mirada del espanto, que se precipita hacia el abismático desenlace que presagia su referente mitológico.
Santos Domínguez