Nikolai Gógol.
Historias de San Petersburgo.
Traducción y nota preliminar de Juan López-Morillas.
Alianza editorial. El libro de bolsillo. Madrid, 2013.
Cuando Dostoievski escribió "Todos venimos del capote de Gógol" ignoraba el verdadero alcance de su reconocimiento sobre la importancia de ese cuento en la narrativa posterior.
Desconocía la transcendencia de ese y de los otros cuatro relatos de Gógol agrupados bajo el rótulo Historias de San Petersburgo. En El retrato, por ejemplo, se adelanta al Dorian Gray de Wilde; La nariz presagia el mundo de Kafka, al igual que en Akaki Akakievich, el protagonista de El capote –traducido aquí como El abrigo-, está latiendo ya la semilla del Bartleby de Melville y de Gregorio Samsa.
Bastaría todo eso para dejar establecida la importancia de Gógol en la historia de la literatura, pero además de ese carácter de adelantado que le convierte en un profeta de la modernidad hay en estas cinco narraciones –las otras dos son La avenida Nevski y el Diario de un loco- una fuerza literaria que las sigue manteniendo en pie como la parte más viva de toda su obra.
Y así, en La avenida Nevski la potencia descriptiva se concreta en un documental costumbrista de enorme vivacidad plástica, en una muestra de ironía en la pintura de un paisaje humano cambiante según el momento del día o de la noche. Ese es el panorama que sirve como telón de fondo al relato de dos peripecias menos intensas que las descripciones que las enmarcan.
O en el Diario de un loco la representación en primera persona de la psicosis delirante de un esquizofrénico que se cree el rey de España se anticipa a las descripciones clínicas de los tratados de psiquiatría.
Las escribió entre 1835 y 1842 y aunque no las concibió como un conjunto cerrado, la común ambientación en San Petersburgo ha permitido publicarlas en un volumen coherente que ahora reedita El libro de bolsillo de Alianza editorial con la espléndida traducción de Juan López-Morillas.
Estos cinco relatos, pensados en principio como textos menores en el conjunto de una obra narrativa amplia y ambiciosa, son la zona narrativa que mantiene la vigencia de Gógol y hace de él casi un contemporáneo. Los cinco representan –en palabras de López-Morillas- “lo más característico del arte narrativo de Gógol, a saber, la deliciosa combinación de sátira social, fantasía, ternura y compasión.”
En una literatura tan inclinada al enfoque realista como la narrativa rusa del siglo XIX, Gógol es una isla, el mejor exponente del cuento fantástico, una síntesis de buen humor y crítica, de ironía y capacidad descriptiva, de sueño y realidad. Una mezcla que en textos como La nariz o El abrigo hacen que lo extraño irrumpa en el relato para generar una situación absurda que es el punto de partida de una construcción simbólica que va más allá de sus límites aparentes para proponer una alegoría de las relaciones humanas.
Santos Domínguez