20/6/13

Eugenio Fuentes. Si mañana muero


Eugenio Fuentes.
Si mañana muero.
Tusquets. Barcelona, 2013.

Madrid, 17 de julio de 1936. Un comprador paga a un pintor mil pesetas –el doble de su valor inicial- por un cuadro de su primera exposición individual, una Maternidad en llamas a la que prende fuego nada más salir de la exposición. Rubén, el pintor novel y sorprendido, reacciona y quema en respuesta al agravio las mil pesetas. 

Con esa fuerza comienza Si mañana muero, la última novela de Eugenio Fuentes, que publica Tusquets. El torbellino que se desata en España al día siguiente con la sublevación militar arrastra al pintor, al lector y al resto de personajes en una trama con la que el novelista regresa al territorio de Breda en esta novela inolvidable.

Si mañana muero es la cima provisional de una trayectoria novelística creciente que acometía aquí su proyecto más ambicioso y por eso mismo no solo el más trabajado, sino el que más riesgos contenía. Da la impresión de que la obra de Eugenio Fuentes ha ido creciendo en técnica y en hondura en el trazado psicológico de los personajes, matizando su sintaxis, ganando en solvencia narrativa y en capacidad descriptiva del paisaje a la vez que maduraba esta historia.

Y seguramente ha considerado el novelista que este era el momento adecuado para culminar un proyecto que rondaba por su mente desde hace más de veinte años.

Y aunque el telón de fondo sea la guerra civil y la posguerra, esta no es una novela sobre aquel conflicto, ni una clasificación de buenos y malos. Es una novela sobre la dignidad en tiempos de cólera desatada que abarca quince años, de 1936 a 1951, una obra que mira, más que hacia el fondo de llamas y banderas que presagiaba el cuadro incendiado al comienzo de la novela, al interior de unos personajes complejos y muy matizados que son los verdaderos soportes de Si mañana muero.

Además de los abundantes personajes secundarios –como ese barbero frentepopulista que tiene el cuello de Franco bajo el filo de su navaja-, además de otras historias amorosas que funcionan como contrapunto de la trama central, además de un Franco en  persona que ha ido a cazar ciervos a Breda o de las cien vacas que cambian de bando y de hierro, los dos artistas, Rubén, el pintor, y Marta, intérprete de viola, son el eje de la novela: viven la guerra de cerca, sufren sus consecuencias y encuentran en el arte una forma de sobrevivir en ese paisaje de violencia desatada en contraste con personajes que viven anclados en un dolor insuperable, como Jerónimo de las Hoces, el terrateniente coleccionista de arte que quema aquella Maternidad que le perturba porque remueve su pasado.

Esta es una novela que, con sus ágiles cambios de perspectiva y de narrador, no da tregua al lector porque tampoco el autor ha permitido que se produzca el menor desaliento, la menor arritmia en su admirable y sostenido pulso narrativo.


Santos Domínguez