Rafael Saravia.
Carta blanca.
Calambur. Madrid, 2013.
Carta blanca, el cuarto libro de Rafael Saravia, responde a un doble impulso imprescindible en la poesía: la mirada crítica a la realidad y el compromiso ambicioso con el lenguaje.
Por eso sus referentes poéticos, que van de Valente y Pérez Estrada a Gamoneda, Gelman o Mestre, inspiran ese doble impulso, sostenido con variaciones en las tres partes en que se articula el libro -Solo, Hasta que llegue diciembre y Carta blanca- y en unos poemas que pasan de lo íntimo a lo público, de la indignación al amor, de la búsqueda a la insurgencia, para combinar intensidad de lenguaje y altura de voz entre la fidelidad a la memoria y la militancia infatigable en la utopía.
Un ejemplo, estos versos del espléndido Tiempo de contar: Con el tiempo, se hizo medible la esperanza... / La premura se acomodó en el segundo, / el ímpetu en la hora, el cambio en el día, / la razón en los meses venideros, / el poema en cada sentencia futura.
José Ramón Ripoll.
Piedra rota.
Tusquets. Barcelona, 2013.
¿Te ofreces por azar al caminante / o eres tú, piedra rota, el principal motivo de su rumbo?
En la orilla del mar, una piedra rota se convierte en símbolo del mundo, en metáfora de un tiempo sin tiempo, / tiempo sin espacio. / Sólo un punto inasible en el vacío.
En torno a ese eje gira Piedra rota, el último libro de José Ramón Ripoll, que acaba de publicar Tusquets en su colección Nuevos textos sagrados. Porque esa piedra rota es también un espejo del poeta: has llegado hasta aquí para anunciarme, / no tu largo viaje, / sino mi rostro.
Y así, organizado en una secuencia progresiva- Encuentro, Reconocimiento y Abandono- se desarrolla un texto de intensidad creciente, porque Piedra rota es un poema unitario articulado en una estructura musical con un preludio y esas tres partes -tres movimientos de un mismo proceso espiritual- que sostienen la búsqueda interior sobre la que se construye esta poesía interrogativa en busca de respuestas y de iluminaciones: Es luz este vacío.
Michael Hamburger.
La vida y el arte.
Antología poética.
Edición y traducción de Matías Serra Bradford.
Lumen. Barcelona, 2013.
Sebald trazó de él un retrato inolvidable en Los anillos de Saturno. Michel Hamburger (1924-2007), que llegó a Inglaterra en 1933 huyendo con su familia del nazismo, pasó su vida tendiendo puentes entre el inglés y su lengua materna y entre su casa y la naturaleza desatada de un jardín asilvestrado.
Si lo primero lo convirtió en un poeta inglés de Alemania y en un prestigioso traductor de poesía alemana – sobre todo Hölderlin y Celan- al inglés, lo segundo –la mirada a la naturaleza- constituye el núcleo de su mundo poético, en el que, como otros poetas ingleses, aunó naturaleza y estudio, contemplación y pensamiento: En la media luz tardía, la tierra / nos deshereda por completo.
Hamburger es poeta de descampado, poeta con gato y con paisaje, autor de una poesía de la mirada y la memoria, de unos textos que aspiran a decir lo indecible, a expresar lo inefable. Por eso los mejores poemas –dice Hamburger- son los que saben más que yo, incluso acerca de mí mismo, los que sorprenden en primer lugar al poeta en la revelación de lo oculto, los que descifran un secreto.
Esta es la primera antología individual en español de Hamburger, al que este mismo traductor, Matías Serra Bradford, incluyó en la amplia muestra de poesía inglesa La isla tuerta (Lumen), en la sección Excursionistas.
Alfredo Rodríguez.
Urre aroa.
Seis poetas de Tierra Naba.
Los papeles del sitio. Sevilla, 2013.
Entre Henrique de Ariztarai –el mayor poeta de los nabarros- y el sefardí Inaxio de Huvilzieta, seis complementarios, seis poetas apócrifos que escribieron a las puertas del Renacimiento. Seis poetas necesarios que Alfredo Rodríguez convoca con unos versos que son su verdadera fe de vida.
Seis poetas que viven en unos versos atravesados por la emoción y escritos a prueba de siglos, ajenos al tiempo y a sus destrucciones. Vivos en una memoria sucesiva de vida y muerte en la que se superponen el poeta real y sus criaturas: Yo soy el que cerraba las puertas de la noche.
Mauricio Wiesenthal.
Perdido en poesía.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2013.
La fuerza de la respiración y el ritmo del aliento distinguen a cada poeta, escribe Mauricio Wiesenthal en la presentación de Perdido en poesía, el volumen en el que La Isla de Siltolá recoge su poesía inédita.
Métrica rigurosa y reflexiva, sensualidad de la palabra meditativa, búsqueda de la armonía son algunas de las claves de unos versos en los que la emoción y la experiencia, la memoria y las iluminaciones construyen una poesía que aspira a conseguir, en palabras de su autor, el aire puro de la oración, la belleza limpia de las aristas glaciares y el refugio de la soledad enamorada.
Una reunión de textos de diversos libros y tonalidades que culminan en el delicado aire de jardín andalusí que tienen los Poemas del Astrónomo, herederos de aquellos poetas que llegaron de Siria o de Bagdad a darnos lecciones de sentidos: No te apiades de mi vejez porque, desde el día que te fuiste con mi juventud, he esperado, con ansia, la triste hora enlutada de los cabellos blancos.
Ángel Rupérez.
Sorprendido por la alegría.
Bartleby Editores. Madrid, 2013.
Entre los cimientos de la identidad, el paisaje familiar de la infancia y un agudo sentimiento de la temporalidad, la poesía serena y meditativa de Ángel Rupérez evoca en Sorprendido por la alegría (Bartleby Editores) al padre enfermo con un ruido de fondo de fuentes y pájaros sin tiempo.
Una poesía cuya hondura se ancla en la memoria, en la emoción recordada en tranquilidad de la que hablaba Wordsworth, junto con la de Emily Dickinson o la de Luis Cernuda una de las presencias más significativas de estos textos llenos de destellos y de sentimiento del paisaje.
Junto con la naturaleza y el recuerdo, en la armonía del pasado y el presente, la música, la luz, la pintura de Rembrandt, los ámbitos urbanos en una constante celebración de la vida, ese eterno retorno: para que no nos deje la luz, / ni nos abandone el entusiasmo.
Enrique Falcón.
Porción del enemigo.
Calambur. Madrid, 2013.
La pregunta que este libro nos confía no es si nuestro enemigo podrá ser vencido, sino si podremos mirarlo de una vez, ahora, al menos un centímetro por encima de nuestros propios terrores, escribe Enrique Falcón en el Preliminar de Porción del enemigo, que cierra en Calambur su Trilogía de las Sombras, de la que forman parte también Amonal y Taberna roja.
La poesía de Enrique Falcón brota de una doble actitud crítica: la conciencia del mundo y la conciencia del lenguaje para expresar el conflicto en un momento tan decisivo como este, para mirar la realidad desde la disidencia y para llamar a las cosas por su nombre, que es la primera condición para modificarlas.
Por eso estos poemas, escritos a dos metros del apocalipsis, practican una disidencia múltiple: de las condiciones políticas y sociales de la actualidad y de las convenciones del lenguaje ordinario, invitan a la insurgencia, como en la Canción del levantado ( No esperes casi nada de su magistratura / No reces en su lengua, no bailes con sus ropas / No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes / Ni alojes en su boca la sal de tu sabor), o practican el sarcasmo paródico del Salmo 23 (El Señor es mi pastor, nada me falta).
Poemas escritos contra el enemigo, contra aquellos que esperan que te rindas. / Que devuelvas las canciones a sus cuartos.
La búsqueda y la insatisfacción orientan la palabra viva, “móvil y cambiante” de su poesía, como señala Mario Hernández en la introducción a la Obra completa (1935-1977) de Blas de Otero, que se reúne por primera vez en un volumen editado por Sabina de la Cruz y publicado por Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.
Un volumen con su obra en verso y prosa, en el que se recogen todos los libros que el poeta publicó en vida, el póstumo Hojas de Madrid con La galerna -editado también en Galaxia Gutenberg en 2010- y tres libros inéditos: Poesía e Historia, Historia (casi) de mi vida y Nuevas historias fingidas y verdaderas.
La edición de la obra total de Blas de Otero es una aportación decisiva que refleja la vitalidad poética de un hombre que no se rindió nunca, el crecimiento de un poeta de profundidad progresiva y en constante búsqueda, ofrece un recorrido por sus múltiples registros estilísticos, por su variedad temática y por las distintas propuestas estróficas que exploró en su obra poética, desde el soneto clásico hasta la forma popular y desde el verso libre hasta los poemas en prosa.
Una meritoria y compleja labor de edición de Sabina de la Cruz y Mario Hernández, que además de ordenar los inéditos han tenido que recomponer todo aquello -y no fue poco- que mutiló la implacable censura franquista.
En la última sección del libro, Complementos, doscientas páginas recogen los textos inéditos y dispersos ordenados cronológicamente, traducciones de poetas rusos o de Nâzim Himet, un poeta turco que le influyó mucho, y una abundante muestra de declaraciones y entrevistas en las que Blas de Otero –que siempre quiso averiguar cómo se salva la distancia entre la vida y los libros- habla de su vida y su obra fieramente humana, viva, cambiante y variada.
Esa variedad contrasta con la unidad que les otorga a los versos de Blas de Otero la autenticidad de una de las voces imprescindibles de la poesía española del siglo XX.
La oscuridad de la noche me dio ojos negros / y yo los utilizo para buscar la luz, escribió Gu Cheng (1956-1993), poeta pekinés y suicida joven. Es uno de los poemas con los que Guojian Chen, un prestigioso hispanista vietnamita experto en poesía china, actualiza en Cátedra Letras Universales la que quizá sea la mejor antología que existe en español de un género muy popular en aquel país.
Desde el siglo XI a. C. hasta finales del siglo XX, sus quinientas páginas recogen más de tres mil años de refinamiento verbal y de delicadeza en la mirada hacia el paisaje o hacia el interior del poeta. Y con mucha frecuencia, como en ese brevísimo texto, la simultaneidad entre la contemplación y la meditación.
Las flores del ciruelo, la oropéndola amarilla, peces dorados en los estanques y pájaros en la enramada, la noche clara, la luna en el río, la niebla en los montes, la escarcha en los caminos configuran el telón de fondo que a veces se convierte en el centro aparente – el centro real es siempre el yo lírico- de una poesía como esta, una de las más antiguas y sutiles del mundo
Una poesía que prácticamente desconoce o desprecia el tono épico y se convierte en forma de conocimiento o en vía de expresión de la meditación budista, del taoísmo o el confucianismo. Pocas veces tendrá el lector oportunidades como esta para adiestrarse en el consuelo de la quietud y la escuela de la mirada entre bosques de bambú y flores de almendro, bajo la luna llena y por los senderos del tiempo.
Hay una cosa negra, que pudo ser de oro, / que no se borra, que es, como este olor, amargo, escribe Juan Ramón Jiménez en Remordimiento, uno de los cuarenta poemas inéditos de Apartamiento, un libro esencial que Juan Ramón escribió entre 1911 y 1912, en uno de los momentos de mayor creatividad de su trayectoria.
Un libro espléndidamente editado -como Ellos, Libros de amor, La frente pensativa, Arte Menor, Espacio y Tiempo– por la impagable colección de poesía de Linteo, que se ha convertido en una editorial de referencia y sigue recuperando títulos esenciales de Juan Ramón en ediciones críticas ilustradas como esta, de la que se han ocupado dos expertos tan eficientes como Joaquín Llansó Martín-Moreno y Rocío Bejarano Álvarez.
Domingos, El corazón en la mano y Bonanza se titulan las tres secciones de un conjunto disperso e inédito hasta ahora, aunque bastantes de sus poemas habían aparecido en distintas recopilaciones desde las Poesías escojidas de 1917 a la Segunda antología de cinco años después, sobre todo los de Bonanza, que allí parecía un libro exento -así lo concibió en un principio Juan Ramón y llegó a editarse por separado- , aunque acabó formando parte de un proyecto más amplio que tituló Apartamiento.
Pero, aunque ya conocidos en parte, es en el conjunto –las dos primeras partes se publican ahora por vez primera- donde cobran su verdadero sentido esos poemas, porque culminan un trayecto espiritual, un camino de perfección y de búsqueda de transcendencia que se inicia en Domingos y que en Bonanza adquiere una dimensión religiosa.
Un Juan Ramón distanciado ya emocionalmente de Moguer: ¡Cielo azul de aquel pueblo/ que pudo ser la dicha y sólo fue el cansancio!
Alianza publica en formato de bolsillo una edición actualizada de la Antología poética de Antonio Gamoneda, con doce textos de su reciente Canción errónea. Una nueva edición imprescindible de una poesía en constante proceso de formación.
Poeta de la extralimitación llama Tomás Sánchez Santiago a Antonio Gamoneda en La armonía de las tormentas, el enjundioso y contenido prólogo que ha escrito para introducir la lectura de esta antología de una obra en la que –como señala el antólogo en la nota a esta nueva edición- “no hay añadiduras ni poemas de vocación suplementaria. Todo se concita en una única respiración verbal que sigue siendo fértil en su confesa insistencia.”
Y es que si la poesía es casi siempre una experiencia extrema de límites, lo es más en un poeta como Gamoneda que no está por encima de las modas, sino por debajo, porque en su poesía hay algo profundamente telúrico que tira de nosotros hacia abajo, un río subterráneo y torrencial, una voz sumergida y oculta, no tan secreta como acallada por la censura en el franquismo.
De Gamoneda hemos aprendido sus lectores a convivir con la luz del plomo, con la injusticia y la soledad, a soportar el peso del mercurio, el temblor del azufre y el óxido que sabe a una desaparición y tiene el mismo olor que la tristeza. A entender que para un poeta un libro es una aparición y un poema,"un pensamiento que canta."
Articulada en torno a una serie de elementos temáticos y expresivos que contienen las claves de su unidad, el tiempo y el espacio son los ejes referenciales de su evolución poética. Una evolución marcada por la temporalidad hasta Descripción de la mentira y por la abolición del tiempo en favor de una poética de lo espacial a partir del Libro del frío. O, lo que es lo mismo, el paso del canto a la contemplación a través de palabras e imágenes de una enorme fuerza expresiva.
Imágenes y palabras fundidas en el magma oscuro de la memoria violenta y armónica que vive en el armario lleno de sombra del que surge una poesía que no se comprende con la inteligencia racional, sino de otra manera más intensa, más primaria, más duradera: como se comprende / un fruto con la boca, una luz con los ojos.
Blas de Otero.
Obra completa (1935-1977).
Edición de Sabina de la Cruz
con la colaboración de Mario Hernández.
Introducción de Mario Hernández
y Sabina de la Cruz.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2013.
La búsqueda y la insatisfacción orientan la palabra viva, “móvil y cambiante” de su poesía, como señala Mario Hernández en la introducción a la Obra completa (1935-1977) de Blas de Otero, que se reúne por primera vez en un volumen editado por Sabina de la Cruz y publicado por Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.
Un volumen con su obra en verso y prosa, en el que se recogen todos los libros que el poeta publicó en vida, el póstumo Hojas de Madrid con La galerna -editado también en Galaxia Gutenberg en 2010- y tres libros inéditos: Poesía e Historia, Historia (casi) de mi vida y Nuevas historias fingidas y verdaderas.
La edición de la obra total de Blas de Otero es una aportación decisiva que refleja la vitalidad poética de un hombre que no se rindió nunca, el crecimiento de un poeta de profundidad progresiva y en constante búsqueda, ofrece un recorrido por sus múltiples registros estilísticos, por su variedad temática y por las distintas propuestas estróficas que exploró en su obra poética, desde el soneto clásico hasta la forma popular y desde el verso libre hasta los poemas en prosa.
Una meritoria y compleja labor de edición de Sabina de la Cruz y Mario Hernández, que además de ordenar los inéditos han tenido que recomponer todo aquello -y no fue poco- que mutiló la implacable censura franquista.
En la última sección del libro, Complementos, doscientas páginas recogen los textos inéditos y dispersos ordenados cronológicamente, traducciones de poetas rusos o de Nâzim Himet, un poeta turco que le influyó mucho, y una abundante muestra de declaraciones y entrevistas en las que Blas de Otero –que siempre quiso averiguar cómo se salva la distancia entre la vida y los libros- habla de su vida y su obra fieramente humana, viva, cambiante y variada.
Esa variedad contrasta con la unidad que les otorga a los versos de Blas de Otero la autenticidad de una de las voces imprescindibles de la poesía española del siglo XX.
Poesía china
(Siglo XI a.C- SigloXX).
Edición de Guonjian Chen.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2013.
La oscuridad de la noche me dio ojos negros / y yo los utilizo para buscar la luz, escribió Gu Cheng (1956-1993), poeta pekinés y suicida joven. Es uno de los poemas con los que Guojian Chen, un prestigioso hispanista vietnamita experto en poesía china, actualiza en Cátedra Letras Universales la que quizá sea la mejor antología que existe en español de un género muy popular en aquel país.
Desde el siglo XI a. C. hasta finales del siglo XX, sus quinientas páginas recogen más de tres mil años de refinamiento verbal y de delicadeza en la mirada hacia el paisaje o hacia el interior del poeta. Y con mucha frecuencia, como en ese brevísimo texto, la simultaneidad entre la contemplación y la meditación.
Las flores del ciruelo, la oropéndola amarilla, peces dorados en los estanques y pájaros en la enramada, la noche clara, la luna en el río, la niebla en los montes, la escarcha en los caminos configuran el telón de fondo que a veces se convierte en el centro aparente – el centro real es siempre el yo lírico- de una poesía como esta, una de las más antiguas y sutiles del mundo
Una poesía que prácticamente desconoce o desprecia el tono épico y se convierte en forma de conocimiento o en vía de expresión de la meditación budista, del taoísmo o el confucianismo. Pocas veces tendrá el lector oportunidades como esta para adiestrarse en el consuelo de la quietud y la escuela de la mirada entre bosques de bambú y flores de almendro, bajo la luna llena y por los senderos del tiempo.
Cartas de cumpleaños.
Traducción de L. A. de Villena.
Introducción de Andreu Jaume.
Nota final de Luna Miguel.
Lumen. Barcelona, 2013.
Sylvia Plath y Ted Hughes forman el que quizá sea el último mito literario del siglo XX, señala Andreu Jaume en la introducción de la edición renovada que publica Lumen de las Cartas de cumpleaños de Ted Hughes (1930-1998), el excelente escritor inglés que fue marido de Sylvia Plath y arrastró durante mucho tiempo una leyenda turbia sobre su relación y sobre la injusta responsabilidad del suicidio de su mujer.
Fue una relación tan problemática como la que Hughes tuvo con los ochenta y ocho poemas que en un tono confesional y directo evocan el fantasma de Sylvia. en uno de los libros de poesía más vendidos de la historia.
Hughes, que había guardado silencio sobre sus relaciones y sobre el suicidio de Sylvia, había huido en su literatura de la introspección autobiográfica y del tono confesional y nunca estuvo muy seguro de si debía publicar estos poemas que fueron más un intento de terapia propia que de explicación pública de un conflicto. Sólo se decidió a publicar el libro cuando supo que le quedaban pocos meses de vida. Hughes murió en 1998, alejado del mundo para sobrevivir en la soledad del campo y en contacto con la naturaleza, admirado y atacado por igual en la distancia, tras provocar rechazos viscerales y recibir reconocimientos como el de Poeta Laureado.
A los cincuenta años del suicidio de Sylvia Plath y a los quince de la muerte del poeta y de la aparición de este libro, Lumen ofrece una versión corregida, actualizada y matizada de la traducción que Villena hizo en 1999 y añade a aquella edición una espléndida introducción de Andreu Jaume y una creativa nota final de Luna Miguel.
Poesías.
Edición y traducción
de Antonio Martínez Sarrión.
Austral. Barcelona, 2013.
En una carta de 1871 Rimbaud proponía como objetivo de la poesía llegar a una iluminación de lo desconocido mediante un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos.
Eran los años en los que un Rimbaud adolescente escribía los textos del que sería su primer libro, Poesías, que acaba de aparecer en una espléndida versión de Antonio Martínez Sarrión en Austral.
Entre El aguinaldo de los huérfanos (1869), el primer poema conocido de Rimbaud, y los tres sonetos uranianos de Los stupra, este es un libro desigual, pero lleno de sorpresas y destellos como El barco ebrio, tal vez el más visionario del poeta. Un libro que pasó a un segundo plano ante la fuerza de sus libros finales, Iluminaciones y Una temporada en el infierno, pero que en su núcleo central contiene algunos de los momentos más altos de su poesía, como Las despiojadoras –un texto provocador que escribió a la vez que se declaraba en rebeldía con el mundo, se escapaba de casa y comenzaba una interminable peripecia de vagabundeos que expresaban su aversión al sedentarismo-, Las primeras comuniones, Vocales o Los poetas de siete años.
Está aquí ya, potente y precoz, el Rimbaud audaz y escandaloso que explora los límites del lenguaje, de la corrección política, de la moral tradicional y del buen gusto. Precoz y procaz, aquel adolescente rebelde, aquel ángel infernal del exceso acabaría cambiando la poesía europea en cuatro años de escritura.
Dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan. Con veinte años renunció a la literatura, pero antes dejó una obra poética que es una de las bases de la poesía contemporánea. No existe movimiento poético que no afirme deberle sus orígenes, aunque sin duda el mismo Rimbaud no hubiera aprobado la mayor parte de sus ideas. Los jóvenes escritores de todo el mundo descubren hoy en Rimbaud al portavoz de su exasperación con el pasado y con la tradición; de su desacuerdo con las normas aceptadas y con lo que la llamada civilización ha hecho del mundo en el que vivimos; y sienten el mismo deseo de destruirlo todo.
Traducirlo no es fácil. Y a esa tarea se ha enfrentado Martínez Sarrión, que habla en su prólogo de la condición poliédrica de su poesía y del enigma Rimbaud de su biografía antes de ofrecer una traducción espléndida en la que se ha esforzado en respetar “el espíritu y la letra del original” y en “poner igual o mayor cuidado en el verso castellano.”
Y el resultado está sin duda a la altura de ese objetivo, difícil siempre que se traduce poesía, casi inalcanzable si la poesía que se traduce es la de Rimbaud, un barco ebrio: Cuando iba descendiendo por impasibles ríos...
Juan Ramón Jiménez.
Apartamiento.
Edición crítica, introducción y notas
de Joaquín Llansó Martín-Moreno
y Rocío Bejarano Álvarez
Linteo. Orense, 2013.
Hay una cosa negra, que pudo ser de oro, / que no se borra, que es, como este olor, amargo, escribe Juan Ramón Jiménez en Remordimiento, uno de los cuarenta poemas inéditos de Apartamiento, un libro esencial que Juan Ramón escribió entre 1911 y 1912, en uno de los momentos de mayor creatividad de su trayectoria.
Un libro espléndidamente editado -como Ellos, Libros de amor, La frente pensativa, Arte Menor, Espacio y Tiempo– por la impagable colección de poesía de Linteo, que se ha convertido en una editorial de referencia y sigue recuperando títulos esenciales de Juan Ramón en ediciones críticas ilustradas como esta, de la que se han ocupado dos expertos tan eficientes como Joaquín Llansó Martín-Moreno y Rocío Bejarano Álvarez.
Domingos, El corazón en la mano y Bonanza se titulan las tres secciones de un conjunto disperso e inédito hasta ahora, aunque bastantes de sus poemas habían aparecido en distintas recopilaciones desde las Poesías escojidas de 1917 a la Segunda antología de cinco años después, sobre todo los de Bonanza, que allí parecía un libro exento -así lo concibió en un principio Juan Ramón y llegó a editarse por separado- , aunque acabó formando parte de un proyecto más amplio que tituló Apartamiento.
Pero, aunque ya conocidos en parte, es en el conjunto –las dos primeras partes se publican ahora por vez primera- donde cobran su verdadero sentido esos poemas, porque culminan un trayecto espiritual, un camino de perfección y de búsqueda de transcendencia que se inicia en Domingos y que en Bonanza adquiere una dimensión religiosa.
Un Juan Ramón distanciado ya emocionalmente de Moguer: ¡Cielo azul de aquel pueblo/ que pudo ser la dicha y sólo fue el cansancio!
Antonio Gamoneda.
Antología poética.
Selección e introducción
de Tomás Sánchez Santiago.
Alianza Editorial. Madrid, 2013.
Alianza publica en formato de bolsillo una edición actualizada de la Antología poética de Antonio Gamoneda, con doce textos de su reciente Canción errónea. Una nueva edición imprescindible de una poesía en constante proceso de formación.
Poeta de la extralimitación llama Tomás Sánchez Santiago a Antonio Gamoneda en La armonía de las tormentas, el enjundioso y contenido prólogo que ha escrito para introducir la lectura de esta antología de una obra en la que –como señala el antólogo en la nota a esta nueva edición- “no hay añadiduras ni poemas de vocación suplementaria. Todo se concita en una única respiración verbal que sigue siendo fértil en su confesa insistencia.”
Y es que si la poesía es casi siempre una experiencia extrema de límites, lo es más en un poeta como Gamoneda que no está por encima de las modas, sino por debajo, porque en su poesía hay algo profundamente telúrico que tira de nosotros hacia abajo, un río subterráneo y torrencial, una voz sumergida y oculta, no tan secreta como acallada por la censura en el franquismo.
De Gamoneda hemos aprendido sus lectores a convivir con la luz del plomo, con la injusticia y la soledad, a soportar el peso del mercurio, el temblor del azufre y el óxido que sabe a una desaparición y tiene el mismo olor que la tristeza. A entender que para un poeta un libro es una aparición y un poema,"un pensamiento que canta."
Articulada en torno a una serie de elementos temáticos y expresivos que contienen las claves de su unidad, el tiempo y el espacio son los ejes referenciales de su evolución poética. Una evolución marcada por la temporalidad hasta Descripción de la mentira y por la abolición del tiempo en favor de una poética de lo espacial a partir del Libro del frío. O, lo que es lo mismo, el paso del canto a la contemplación a través de palabras e imágenes de una enorme fuerza expresiva.
Imágenes y palabras fundidas en el magma oscuro de la memoria violenta y armónica que vive en el armario lleno de sombra del que surge una poesía que no se comprende con la inteligencia racional, sino de otra manera más intensa, más primaria, más duradera: como se comprende / un fruto con la boca, una luz con los ojos.
Santos Domínguez