Augusto Monterroso.
El paraíso imperfecto.
Antología tímida.
Debolsillo. Barcelona, 2013.
Como mis libros son ya antologías de cuanto he escrito, reducirlos a ésta me fue fácil; y si de ésta se hace inteligentemente otra, y de esta otra, otras más, hasta convertir aquéllos en dos líneas o en ninguna, será siempre por dicha en beneficio de la literatura y del lector, escribía Augusto Monterroso en 1975 en el prólogo de su Antología personal.
Esas palabras se recuperan ahora para cerrar El paraíso imperfecto, una amplia más que tímida antología que publica Debolsillo cuando se cumplen los diez años de la muerte de uno de los narradores más personales y potentes de los últimos cincuenta años.
Monterroso fue un Cervantes centroamericano y superrealista, un Esopo contemporáneo, un escritor irrepetible que escribió relatos, fábulas y ensayos y los agrupó en libros tan memorables como Obras completas (y otros cuentos), La oveja negra y otras fábulas, Movimiento perpetuo o La palabra mágica.
Esta antología recoge una abundante muestra de esos relatos y de algunos de sus ensayos, que contienen abundantes elementos narrativos y pasan con naturalidad de un género a otro, porque el arranque del narrador excepcional que era Monterroso recorre todos sus textos, del mismo modo que su temperamento hace pasar sin transición su literatura del humor a la tristeza, de la ironía al homenaje.
Un ejemplo, este Epitafio encontrado en el cementerio Monte Parnaso de San Blas, S.B., de La letra e.
Escribió un drama: dijeron que se creía Shakespeare;
Escribió una novela: dijeron que se creía Proust;
Escribió un cuento: dijeron que se creía Chejov;
Escribió una carta: dijeron que se creía Lord Chesterfield;
Escribió un diario: dijeron que se creía Pavese;
Escribió una despedida: dijeron que se creía Cervantes;
Dejo de escribir: dijeron que se creía Rimbaud;
Escribió un epitafio: dijeron que se creía difunto.
Desde Estatura y poesía (“Sin empinarme, mido fácilmente un metro sesenta”), hasta Mi primer libro, un espléndido ensayo en el que un Monterroso final pasa revista a su biografía y a algunos de sus relatos más significativos, se reúnen aquí casi un centenar de textos como El eclipse, La oveja negra o el que da título a la antología, El paraíso imperfecto:
-Es cierto -dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve.
Una antología tímida, organizada cronológicamente, que es también una imprescindible obra mayor de la literatura hispánica contemporánea, la escritura gigante de aquel hombre tan bajito que, como decía él mismo, no le cabía la menor duda.
Santos Domínguez