Ilyá Kamínsky.
Bailando en Odesa.
Edición bilingüe.
Traducción y prólogo de
Gustavo A. Chaves.
Libros del Aire.Madrid 2012.
Oración del autor
Si he de hablar por los muertos, tendré que abandonar
este animal que es mi cuerpo,
deberé escribir una y otra vez el mismo poema,
porque una página vacía es la bandera blanca de su rendición.
Si he de hablar por ellos, deberé caminar
sobre el filo de mí mismo, deberé vivir como un ciego
que corre por los cuartos
sin tocar los muebles.
Sí, estoy vivo. Puedo cruzar la calle y preguntar «¿Qué año es?»
Puedo bailar mientras duermo y reírme
frente al espejo.
Hasta dormir es orar, Señor,
yo he de alabar tu locura, y
en un idioma no mío, hablaré
de la música que nos despierta, la música
en que nos movemos. Pues cualquier cosa que diga
es una especie de súplica, y los más oscuros días
tendré que alabar.
Con ese poema en el que parece resonar la voz poética de Rilke, se abre Bailando en Odesa, un libro que Ilyá Kamínsky, poeta norteamericano nacido en Odesa en 1977, publicó en 2004.
Entre lo intimista y lo alucinatorio, entre lo confesional y las revelaciones, esta poesía, cercana en su mirada a lo mágico, es una exploración en la identidad propia a través de la memoria, lo que hace brillar un cuerpo. Esa búsqueda de las raíces indaga, naturalmente, en el recuerdo autobiográfico y familiar, pero también en una serie de escritores, pintores y músicos que constituyen referentes artísticos y morales para Kamínsky: desde Paul Celan hasta Brhams, desde Chagall a Brodsky, desde Chopin a Isaak Bábel, pasando por Mandelstam, a quien dedica uno de los poemas centrales del libro, una hermosísima elegía titulada Música humana, o por Marina Tsvietáieva.
Libros del Aire lo incorpora a su colección Jardín Cerrado en edición bilingüe con traducción y prólogo de Gustavo A. Chaves, que resume estos textos de Kamínsky como “el testimonio de una memoria en que literatura y vida se han mezclado de tal forma que son inseparables, tan inseparables como la vida del poeta y el recuerdo de la ciudad donde vivió su familia y él vio la luz.”
Y de esa ciudad familiar –Nací en la ciudad que tomó su nombre de Odiseo- en la que están sus raíces toman título la obra, la primera sección del libro y este poema en prosa, estremecido y confesional:
Bailando en Odesa
En una ciudad gobernada conjuntamente por palomas y cuervos, las palomas cubrían el distrito central y los cuervos el mercado. Un niño sordo contó los pájaros que había en elpatio de su vecino, y obtuvo un número de cuatro dígitos. Marcó ese número en el teléfono y le declaró su amor a la voz del otro lado.
Mi secreto: a la edad de cuatro años me quedé sordo. Cuando perdí el oído, empecé a ver voces. En un tranvía lleno de gente, un hombre con un solo brazo me dijo que mi vida estaría misteriosamente conectada a la historia de mi país. Y sin embargo mi país ha desaparecido; sus ciudadanos se dan cita en sueños para realizar elecciones. El hombre no describió sus caras, sólo unos pocos nombres: Roldán, Aladino, Simbad.
Esta edición de Bailando en Odesa contiene como apéndice un conjunto de poemas que con el rótulo Sonia y su cuento de hadas forman parte del libro inédito República Sorda.
Santos Domínguez