Andrés Neuman.
Hacerse el muerto.
Páginas de Espuma. Madrid, 2011.
Hacerse el muerto.
Páginas de Espuma. Madrid, 2011.
Entre lo narrativo y lo lírico, entre la tercera y la primera persona, entre la muerte fingida y la muerte real, entre la ficción y la realidad, entre el absurdo y el humor negro, los treinta relatos de Hacerse el muerto, el nuevo libro de cuentos de Andrés Neuman que publica Páginas de Espuma, se organizan en seis apartados homogéneos, cada uno compuesto por cinco textos.
Muertos de mentira o de verdad, la sorpresa de una broma macabra en El fusilado, un suicida guasón, cuatro enemigos encerrados en casa, un asesinato relatado con rapidez entrecortada por el muerto de Policial cubista, la conversación de desenlace imprevisto en Conversación en los urinarios, el ejercicio de buena prosa de Las cosas que no hacemos, el amor, sus variantes sexuales y sentimentales, cinco monólogos de monstruos, mironas o aduaneros, el esqueleto significativo que resume una novela en las cuatro frases de Sinopsis del hogar, el amor desenfrenado de Bésame, Platón.
Muertos de mentira o de verdad, la sorpresa de una broma macabra en El fusilado, un suicida guasón, cuatro enemigos encerrados en casa, un asesinato relatado con rapidez entrecortada por el muerto de Policial cubista, la conversación de desenlace imprevisto en Conversación en los urinarios, el ejercicio de buena prosa de Las cosas que no hacemos, el amor, sus variantes sexuales y sentimentales, cinco monólogos de monstruos, mironas o aduaneros, el esqueleto significativo que resume una novela en las cuatro frases de Sinopsis del hogar, el amor desenfrenado de Bésame, Platón.
Especialmente intensos los que componen Una silla para alguien, sobre una muerte real y dolorosa, la de la madre, que conviven en este libro con ejercicios de estilo, a medio camino entre el poema y la narración, y con demostraciones de ingenio como la divertida parodia de los anuncios de contactos en Vidas instantáneas.
Hacerse el muerto es un libro a contraluz que explora con distintos tonos estilísticos los contrastes de la realidad, entre el sexo y la muerte, entre la exaltación del deseo y el dolor de las pérdidas, entre la ironía y la tristeza. Porque, como se dice en alguno de los relatos del libro, la realidad es sencilla y por tanto misteriosa.
Por eso se cruzan en estos relatos múltiples tonos y registros que permiten acceder a la complejidad variable del mundo: desde comportamientos como el de El infierno de Sor Juana, con una monja lúbrica que se confiesa al narrador con los ojos cerrados y las piernas abiertas, a las elucubraciones semiológicas sobre la ropa tendida de Teoría de las cuerdas o a las consecuencias del apagón universal de Farenheit.com.
En un Apéndice para curiosos, Neuman añade dos infaltables dodecálogos –tercero y cuarto ya- con sus pequeñas conclusiones en marcha sobre el cuento: sobre la trama, la estructura, el desenlace o la voz narrativa. Dejo aquí tres ejemplos:
Hay dos tipos de cuento: los que ya saben la historia y los que la van buscando.
La resolución del argumento y el final del texto mantienen un invisible tira y afloja. Si se impone lo primero, la estructura tiende a Poe. Si se impone lo segundo, tiende a Chéjov. Si se queda en empate, ahí hay algo nuevo.
Hacerse el muerto es un libro a contraluz que explora con distintos tonos estilísticos los contrastes de la realidad, entre el sexo y la muerte, entre la exaltación del deseo y el dolor de las pérdidas, entre la ironía y la tristeza. Porque, como se dice en alguno de los relatos del libro, la realidad es sencilla y por tanto misteriosa.
Por eso se cruzan en estos relatos múltiples tonos y registros que permiten acceder a la complejidad variable del mundo: desde comportamientos como el de El infierno de Sor Juana, con una monja lúbrica que se confiesa al narrador con los ojos cerrados y las piernas abiertas, a las elucubraciones semiológicas sobre la ropa tendida de Teoría de las cuerdas o a las consecuencias del apagón universal de Farenheit.com.
En un Apéndice para curiosos, Neuman añade dos infaltables dodecálogos –tercero y cuarto ya- con sus pequeñas conclusiones en marcha sobre el cuento: sobre la trama, la estructura, el desenlace o la voz narrativa. Dejo aquí tres ejemplos:
Hay dos tipos de cuento: los que ya saben la historia y los que la van buscando.
La resolución del argumento y el final del texto mantienen un invisible tira y afloja. Si se impone lo primero, la estructura tiende a Poe. Si se impone lo segundo, tiende a Chéjov. Si se queda en empate, ahí hay algo nuevo.
Del cuento con sorpresa al cuento con duda.
Santos Domínguez