Teofrasto.
Caracteres.
Edición de Alberto Nodar.
Cátedra. Clásicos Linceo. Madrid, 2010.
Teognis.
Elegías (Libro I).
Edición de Esteban Calderón Dorda.
Cátedra. Clásicos Linceo. Madrid, 2010.
Caracteres.
Edición de Alberto Nodar.
Cátedra. Clásicos Linceo. Madrid, 2010.
Teognis.
Elegías (Libro I).
Edición de Esteban Calderón Dorda.
Cátedra. Clásicos Linceo. Madrid, 2010.
Sentado en compañía de otros, su especialidad es hablar del que se ha levantado y acaba de irse, y una vez que coge carrerilla no cortarse de poner verde ni a sus familiares. Habla a menudo mal de sus propios amigos y familiares, incluso de los muertos.
Esas líneas tienen dos mil quinientos años de antigüedad y de actualidad. Describen al maledicente, uno de los treinta Caracteres que definió Teofrasto, el que hablaba como Dios, que eso significa textualmente el apelativo que le otorgó su maestro Aristóteles a Tírtamo de Lesbos, que vivió en el siglo IV a. C.
Fue uno de los escritores más admirados de la antigüedad. Sucedió a Aristóteles como director del Liceo peripatético, heredó su biblioteca y el amor a Nicómaco.
Escribió mucho y bien, aunque la mayor parte de su obra se ha perdido. Significativamente, uno de sus campos de interés fue la zoología. Y entre la zoología y la ética se mueven estos Caracteres, un clásico que no perdido actualidad porque en estos veinticinco siglos la especie no ha evolucionado demasiado. El adulador, el pesado, el paleto, el caradura, el fabulador, el gamberro, el arreglalotodo, el grosero o el cobarde siguen siendo variedades frecuentes que además tienen una frecuente facilidad para hibridarse y convivir en un mismo sujeto.
Los publica Cátedra en su colección Clásicos Linceo en edición bilingüe, con traducción y notas de Alberto Nodar, que recuerda en su introducción la influencia de Teofrasto sobre La Bruyère o Elias Canetti.
Dos siglos antes que Teofrasto, Teognis había escrito una ética y una poética del desengaño en su libro I de las Elegías.
Dirigidas a Cirno, su joven amante, su amplitud temática sobrepasa los límites del canto funerario para criticar la falsedad de las relaciones sociales, advertir del peligro de los excesos etílicos o lamentar la fugacidad de la juventud, la necedad y la ingratitud.
Sus dísticos están marcados por el sentimiento del tiempo y por un estoicismo tan extremo como el de esta estrofa:
De todas las cosas la mejor para los humanos es no haber nacido ni llegar a ver los rayos del ardiente sol, y una vez nacido, cruzar cuanto antes las puertas del Hades y yacer tumbado bajo un montón de tierra.
La traducción es de Esteban Calderón Dorda, que se ha encargado de preparar, prologar y anotar la edición bilingüe de las Elegías de Teognis, también en Clásicos Linceo.
Esas líneas tienen dos mil quinientos años de antigüedad y de actualidad. Describen al maledicente, uno de los treinta Caracteres que definió Teofrasto, el que hablaba como Dios, que eso significa textualmente el apelativo que le otorgó su maestro Aristóteles a Tírtamo de Lesbos, que vivió en el siglo IV a. C.
Fue uno de los escritores más admirados de la antigüedad. Sucedió a Aristóteles como director del Liceo peripatético, heredó su biblioteca y el amor a Nicómaco.
Escribió mucho y bien, aunque la mayor parte de su obra se ha perdido. Significativamente, uno de sus campos de interés fue la zoología. Y entre la zoología y la ética se mueven estos Caracteres, un clásico que no perdido actualidad porque en estos veinticinco siglos la especie no ha evolucionado demasiado. El adulador, el pesado, el paleto, el caradura, el fabulador, el gamberro, el arreglalotodo, el grosero o el cobarde siguen siendo variedades frecuentes que además tienen una frecuente facilidad para hibridarse y convivir en un mismo sujeto.
Los publica Cátedra en su colección Clásicos Linceo en edición bilingüe, con traducción y notas de Alberto Nodar, que recuerda en su introducción la influencia de Teofrasto sobre La Bruyère o Elias Canetti.
Dos siglos antes que Teofrasto, Teognis había escrito una ética y una poética del desengaño en su libro I de las Elegías.
Dirigidas a Cirno, su joven amante, su amplitud temática sobrepasa los límites del canto funerario para criticar la falsedad de las relaciones sociales, advertir del peligro de los excesos etílicos o lamentar la fugacidad de la juventud, la necedad y la ingratitud.
Sus dísticos están marcados por el sentimiento del tiempo y por un estoicismo tan extremo como el de esta estrofa:
De todas las cosas la mejor para los humanos es no haber nacido ni llegar a ver los rayos del ardiente sol, y una vez nacido, cruzar cuanto antes las puertas del Hades y yacer tumbado bajo un montón de tierra.
La traducción es de Esteban Calderón Dorda, que se ha encargado de preparar, prologar y anotar la edición bilingüe de las Elegías de Teognis, también en Clásicos Linceo.
Santos Domínguez