Agustín Gómez Arcos.
El niño pan.
Traducción y prólogo de Carmen Molina.
Cabaret Voltaire. Barcelona, 2006.
Como el de Blanco White, como el de Juan Goytisolo, el de Agustín Gómez Arcos (1933-1998) es uno de esos casos de escritores en los que el exilio es mucho más que un mero alejamiento circunstancial del lugar en que nacieron o donde crecieron: una actitud vital, una forma de ser y de estar en el mundo, de habitar el margen de la sociedad.
Nacido en Almería y muerto en París, novelista reconocido en Francia y prácticamente inédito en España, él mismo se consideraba un autor fantasma. Dramaturgo al que machacó con insistencia la censura franquista, en el exilio en Francia reorientó su carrera literaria: empezó a escribir novelas en francés, a ser un escritor francés malgré lui.
Quizá este sea el ejemplo más extremo de desarraigo: al cambio de país se suma el cambio de género literario y el de lengua: de dramaturgo español a novelista francés, como Blanco White había pasado del español al inglés en sus Cartas de España (1822).
Ese es el cambio más radical: el del exilio lingüístico y la subversión de la lengua para hablar de la realidad y del pasado con un temperamento y una memoria enraizados en lo español y en la óptica distanciada de Goya, Buñuel o Valle. Monstruos, fantasmas y esperpentos.
Publicada en 1983, L'enfant pain, su novela más suave y autobiográfica, no se había traducido al español hasta esta bellísima edición que ha preparado la editoriall Cabaret Voltaire. El hambre y el miedo de la posguerra inundan la memoria del Gómez Arcos de aquellos días, proyectada en esta novela que es a la vez homenaje a su familia, denuncia del franquismo y exorcismo de los demonios del miedo.
Entrañada en el recuerdo de la madre y de la tierra, El niño pan es, más allá de lo autobiográfico, un homenaje a los niños de la guerra, de todas las guerras. Gómez Arcos la ambienta en el campo de Almería en abril del 39, en los días siguientes al final de la guerra, cuando él y el niño tienen seis años. Retrospectivamente, la acción se remonta a los años de la guerra.
El proyecto rondaba la cabeza de su autor antes del exilio y tardaría en concretarse en una obra de temple lorquiano, sobre todo en la propuesta de una Andalucía profunda que, como la también almeriense de Bodas de sangre, va más allá de lo local y de sus límites geográficos para hablar al lector de temas y situaciones universales.
Excelente novela, escrita con una fluidez narrativa y una potencia verbal que la traductora, Carmen Molina, ha sabido mantener y transmitir en su edición, para la que ha escrito un prólogo medido y esclarecedor.
El niño pan forma parte de la segunda línea editorial de Cabaret Voltaire: la recuperación de la memoria histórica a través de la obra narrativa de Agustín Gómez Arcos, uno de los símbolos más radicales del exilio español del siglo XX. Y ya se anuncia la próxima, El cordero carnívoro.
Santos Domínguez