8/2/06

Cambio de destino


Jon Juaristi. Cambio de destino. Seix Barral. Barcelona, 2006

Después de convocar a la memoria como uno de los nombres de la imaginación, Jon Juaristi se mueve en este recién publicado Cambio de destino, como en su poesía, entre lo elegíaco y la ironía, entre la visceralidad y la distancia.
Con ese enfoque se inicia el recuento de episodios que construyen una vida privada con sus contradicciones, sus dudas y sus seguridades. Eso es lo que pasa en las algo menos de cien páginas que ocupan los dos primeros capítulos, escritos con soltura y fluidez casi novelística. Hay algo profunda y cordialmente barojiano en esas primeras páginas, en esa maquinaria narrativa bien engrasada que, como las novelas de don Pío, es también un tranvía, con sus bandazos, su anacronismo y sus apreturas.
Ahí aparecen las historias familiares, la infancia, el bachillerato en un colegio del Opus, en una evocación hecha con disimulado afecto, con distante pudor, con suave tinte melancólico.

Hasta que se llega a las efervescencias mesiánicas, a la militancia en ETA, a la vida pública. Ahí empieza el ajuste de cuentas del autor consigo mismo, con los demás, con el mundo. A partir de ese momento la ironía de fino estilista deja paso a la marrullería del duro fajador que cae en un lenguaje impropio de su talento, en el insulto o el exabrupto destemplado, en excesos que no son normales aunque sean frecuentes en las conversaciones tabernarias o en las tertulias episcopales.

Ese lenguaje puede esperarse de algunos conmilitones (de entonces y de ahora) de Juaristi, gente que no da más de sí que la coz mular o el pellizco monjil. Pero no de él, que fue director de la Biblioteca Nacional y del Instituto Cervantes y ha demostrado capacidades sobradas para manejar –hace ya demasiado tiempo, es verdad- una esgrima más refinada, sobre todo en su poesía y en sus primeros ensayos.

Estos años de plomo hasta la derrota final (es Juaristi el que titula) son años de rabia elemental enquistada, de resentimiento creciente, de aislamiento progresivo, de metódica huida hacia ninguna parte.

Lástima que estas memorias, este ajuste de cuentas, lejos de abrir un proceso de reconciliación con el pasado, con los otros y consigo mismo, iluminando la realidad o reinventándola incluso, sirvan para que su autor se distancie cada vez más de sí mismo y de los demás con un enconamiento y un rencor que se retroalimentan, en vez de hacer una purga del corazón que es lo que parece pedir a voces.

Lo peor de todo es que ese sesgo que da el libro a partir de un determinado momento no solo afecta al enfoque de la realidad, sino al estilo, que se hace espeso y anguloso y gris, como la materia visceral con la que escribe.

Cambio de destino ha titulado el libro Jon Juaristi. Cambio de estilo también hubiera servido para titularlo y sería quizá más coherente con el contenido de estas memorias escritas cuesta arriba.

Santos Domínguez