Chantal Maillard.
Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua.
Poesía reunida 2004-2020.
Edición y estudio preliminar de Virginia Trueba.
Posdata de Miguel Morey.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2022.
“¿Qué es exactamente lo que se filtra en la garganta del pájaro?
[…]
Lo que bebe el pájaro lo encontramos en pequeños indicios, muchos de ellos cotidianos, y también en grandes sucesos, siempre que sepamos eliminar en ellos la grandiosidad. Lo que bebe el pájaro, lo que querría beber, es lo que acontece sin que medie en ello razón alguna, dado que la razón, tanto en su uso común como en el científico, arbóreo o plano, siempre trabaja atendiendo a resultados.
Digamos que lo que bebe el pájaro es un trazo o una estela, la de un punto en movimiento. El pájaro lo encuentra porque está sediento”, escribe Chantal Maillard en ‘El pájaro. Variaciones sobre poesía y pensamiento’, una de las secciones de Fugas, el título que cierra su poesía reunida entre 2004 y 2020.
De ahí toma su título este amplio volumen,
Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es el agua, que publica
Galaxia Gutenberg con edición y un espléndido estudio preliminar de Virginia Trueba, que destaca
Matar a Platón como una inflexión decisiva en la trayectoria de Chantal Maillard a partir de 2004 antes de afirmar que “la escritura en conjunto de Maillard se dibuja desde trazos provenientes de lugares diversos, algo que permite al lector recorrerla atendiendo a la multiplicidad de esos devenires; resulta esencial el pensamiento de la mente aprendido en el budismo, o la conciencia del vacío de la que habla el
Tao, pero también la crisis del lenguaje y del sujeto que nutre el pensamiento europeo desde finales del XIX y encuentra un punto de inflexión en los años 60 y 70 del siglo XX -en ocasiones en diálogo con cierto mundo oriental. No hay aquí dirección de sentido único sino infinidad de senderos posibles, pues se trata de una escritura (de una experiencia) de indagación, de tanteo, de observación también, que por momentos recuerda a la de ciertos poetas españoles de aquellas décadas, cuyas hebras parece que Maillard recuperara, y sin saberlo necesariamente.”
Desde Matar a Platón hasta Medea, se reúnen aquí libros como Hilos, La herida en la lengua o Cual menguando, a los que se añade una sección de inéditos entre los que destacan los textos escritos después de Medea.
El conjunto refleja la consistencia estética y la hondura meditativa del mundo poético de Chantal Maillard, la estrecha interrelación de pensamiento y lenguaje en su escritura y su constante y rigurosa reflexión sobre la poesía. Ligada a la filosofía existencial, al pensamiento oriental y a la razón poética de María Zambrano, a la que dedicó su tesis doctoral, la razón estética que sustenta la poesía de Maillard surge del mismo impulso de conocimiento del sujeto a través de la palabra y la filosofía y es una indagación en la muerte y en la falta de sentido para reivindicar la escritura como forma de supervivencia:
Escribo
para que el agua envenenada
pueda beberse.
Así cerraba Escribir, un largo poema que forma parte de Matar a Platón y que resume su reflexión sobre el sentido y los límites de una escritura construida desde el no-tiempo del presente y desde el extrañamiento despersonalizado y distanciado del infinitivo. Comienza con estos versos:
escribir
para curar
en la carne abierta
en el dolor de todos
en esa muerte que mana
en mí y es la de todos
escribir
para ahuyentar la angustia que describe
sus círculos de cóndor
sobre la presa
aunque en el alma no
en el alma
la estimación del tiempo que concluye
y es arriba
algo más que un silencio
con ojos semiabiertos
Esa razón creadora, ética e irónica, va más allá de la razón poética de María Zambrano, porque -como explicó Chantal Maillard en su ensayo La razón estética- esta “no interpreta el mundo sino que construye mundos.”
El reconocimiento de la propia identidad, el sufrimiento y el dolor recorren esta poesía del hueco y de la grieta, de la muerte y el duelo, una búsqueda del centro desde el margen, una mirada al vacío desde el abismo.
Escritura en el límite, testimonio y curación de la llaga y el desamparo; poesía que nace de la herida del conocimiento y va a la cicatriz de la palabra, a la raíz de la calma y la memoria. Exploración en lo oscuro desde lo oscuro, búsqueda del centro desde una palabra sanadora que va, desde la incertidumbre y el silencio, hasta más allá de sus límites. Como en este significativo poema de Hilos que podría resumir el fondo y el estilo de la poesía de Chantal Maillard:
Me pedís palabras que consuelan,
palabras que os confirmen
vuestras ansias profundas
y os libren
de angustias permanentes.
Pero yo ya no tengo
palabras de este género.
Aceptad mi silencio: lo mejor
de mí. Huid del soplo que pronuncia,
en mi boca,
la amarga condición de lo humano.
Y, entretanto, dejadme contemplar
el vuelo de la ropa
tendida en las ventanas.
El encuentro con el otro, el dolor y la compasión, la escucha y la herida, el tanteo en lo oscuro en busca de la presencia voluble e inefable del poema, la exploración de los vínculos entre poesía y filosofía, entre palabra y pensamiento o el camino hacia el silencio son temas y actitudes que caracterizan la poesía última de Chantal Maillard.
Todos ellos se dan cita en el magnífico texto que cierra el libro, ‘En un principio era el hambre’, al que pertenecen fragmentos como estos:
En un principio fue el verbo, y el verbo se conjugó, y se propagó. Los siglos de los siglos fueron la propagación del primer sonido. El primer sonido fue un acto: el de respirar. Un respirar sin nadie que respirase. Un acto sin sujeto. Un aliento sonoro.
Y el verbo se hizo carne: materia. Se hizo audible. Se «materializó». El mundo: sonoridad vibrante. La materia: densidad del sonido: velocidad vibratoria.
En un principio fue el verbo y el verbo poetizó: la matriz del mundo es el hueco donde impacta el primer sonido y se gesta el primer poema: la primera construcción (poíesis), la primera articulación.
[…]
No parece que quepa, hoy en día, otra poesía que la que diga el hambre. Y el terror. La desolación y la extrañeza. Que lo diga para que nos reconozcamos en ello. En comunidad. Con las cosas. En las cosas. Cosas también nosotros. La identidad colgándonos del hombro como una chaqueta raída.
Luego, como un personaje de Beckett, atender al balbuceo, como mucho.
Sobre todo, atender al silencio, ese silencio: la callada inocencia recobrada, antes del logos, el no saber cargado de compasión por los seres que viven con su hambre.
Remata la edición una Posdata en la que el filósofo Miguel Morey señala que “a lo largo de los libros que componen este libro se podrá comprobar que el trabajo de reinvención poética de Chantal Maillard es constante y manifiesto; quema sus naves una y otra vez para renacer nuevamente de sus cenizas. Aunque se mantenga en todos ellos un mismo trato con las palabras, sumamente rico y complejo, porque su relación con la lengua nunca es de rendición incondicional; lo que no parece fruto de ningún recelo en particular, sino más bien de la convicción de que no todo puede ser dicho, que no cabe todo dentro del juego del explicarse y el entenderse sólo con las palabras; aunque estas puedan llegar a indicar algo de lo que no puede ser dicho, o cuanto menos, encaminarnos en su dirección. Y, sin embargo, al leerla, nos decimos a menudo que lo que estamos leyendo no puede provenir sino del esfuerzo sostenido por entender y dar a entender.”
Santos Domínguez