“La premisa fundamental de este pequeño libro es de una simplicidad pasmosa: tener enemigos puede resultar útil. Yo los tengo, vivo entre ellos desde que desarrollé el uso primigenio de mi conciencia, y no me ha ido mal del todo. Mi vida entera ha transcurrido, desde mi más tierna mocedad, con la percepción clara de que el mundo estaba polarizado en friend or foe, gente a quien amar y gente a quien odiar (con un océano de humanidad irrelevante, o simplemente desconocida, entre ambos continentes). Esta visión, esta (a menudo ingrata) Weltanschauung, era para mí certeza, no conjetura o abstracción: dichos enemigos tenían nombres y apellidos (aunque su enemistad estuviese definida por mi paranoia o traumas o neuras, más que por actos demostrables empíricamente y realizados, desde su lado, por ellos). Dicho de otro modo: existían, y no en la forma de demonios folclóricos abstractos, productos hiperbólicos de la paranoia y el pánico social.
La certeza de que siempre existía un opuesto, un enemigo, contra el que enfrentarse o en quien reflejarse, ha marcado mi comportamiento y destino y relaciones sociales y la forma en que crecí, y por consiguiente también mi oficio y mi obra literaria. La mayoría de mis creaciones, también la mayoría de mis acciones en general, han estado sujetas a la contraposición con un antípoda. Mi blanco existe porque siempre he creído que al otro lado estaba el negro, y viceversa. Soy lo que soy porque no soy eso. Hago esto porque no es aquello: lo contrario de mi esencia.
Este librito es, así, un intento de comprender la enemistad, la obsesión con lo antipódico, las acciones por despecho y el odio (con ocasional elevación) que acompaña a la mencionada posición vital”, escribe Kiko Amat en el prólogo de Los enemigos. O cómo sobrevivir al odio y aprovechar la enemistad, que publica en Nuevos Cuadernos Anagrama.
Desde los opuestos naturales que “irradian desaprobación” hasta los enemigos estériles o evaporados, este es un manual de uso inteligente y punzante para entender conductas como la simulación y la impostura, el narcisismo y la adulación, y algunas claves de la condición humana, de la amistad transitoria y de la enemistad irreconciliables, las reacciones de despecho y el ejercicio del odio como fuerza motriz, la venganza constructiva y el desquite, “pues los enemigos son útiles, y pueden emplearse para el progreso creativo y personal.”
Y es que, aunque hay un evitable odio puramente destructivo, entre las ventajas más aprovechables de tener enemigos destacan el fomento de la autocrítica y la vigilancia para no darles oportunidades de satisfacción. Por eso, explica Kiko Amat, excepto en la enemistad estéril que anula la reacción y no sirve como “combustible para un objetivo concreto”, “los enemigos mejoran tu obra, […] te endurecen, te hacen más aplicado.”
Escrito con una mezcla explosiva de humor y rabia, Los enemigos es una aguda reflexión sobre “la utilidad del rencor y la venganza (la tirria indeleble como eficaz motor vital y artístico)” y una divertida taxonomía que distingue entre “los enemigos equivocados, los enemigos usables, los enemigos naturales, los enemigos invisibles (enemigos con piel de amigo), los enemigos instantáneos y más.”
Porque “lo cierto es que necesitamos a los enemigos, incluso cuando les hemos mantenido cerca por las razones equivocadas, tomándoles por lo contrario de lo que eran.”
Santos Domínguez