Oscar Wilde.
Las leyes de la belleza.
Tres conferencias sobre moda y arte.
Prólogo de Carlos Primo. 
Traducción de Alberto Gómez y Carlos Primo.
Carpe Noctem. Madrid, 2021. 
“Los textos que integran este volumen 
son una buena muestra de la forma en que Wilde entendía la estética: 
como una religión y también como una forma de ganarse la vida. Son tres 
artículos nacidos como conferencias que Wilde escribió al regreso de su 
fastuosa aventura norteamericana, un tour organizado para mostrar a los
 estadounidenses, como si de una atracción circense se tratase, el más 
logrado ejemplo de Homo Aestheticus que había generado la lejana, 
sofisticada e historiadamente perversa madre patria”, afirma Carlos 
Primo en el prólogo de Las leyes de la belleza. Tres conferencias sobre moda y arte de Oscar Wilde con las que Carpe Noctem le da un nuevo impulso a su colección de bolsillo mini.
Traducidos por Alberto Gómez y Carlos Primo, el breve volumen recoge tres textos: la Conferencia a unos estudiantes de arte de la Royal Academy el 30 de junio de 1883, en la que Wilde resumió su noción de belleza y sus postulados estéticos:
El
 arte no debe tener ningún sentimiento por encima de sí mismo, salvo el 
de su belleza; ninguna técnica, excepto la que no se puede contemplar. 
Uno no debería poder decir de un cuadro que está “bien pintado”, sino 
que “no está pintado”.
Expuso allí su defensa de la intemporalidad y la universalidad de lo clásico:
En
 cuanto a la fecha de nacimiento del artista, toda buena obra parece 
perfectamente moderna: una pieza de escultura griega, un retrato de 
Velázquez siempre son modernos, siempre son de nuestro tiempo. Y, en 
cuanto a la nacionalidad del artista, el arte no es nacional, sino 
universal.
Y dejó muestras de su gusto por la paradoja:
Ningún
 objeto es tan feo que, bajo ciertas condiciones de luz y sombra, o de 
proximidad a otras cosas, no resulte bello. Ningún objeto es tan bello 
que, bajo ciertas condiciones, no resulte feo. Creo que al menos una vez
 cada veinticuatro horas lo bello resulta feo y lo feo resulta hermoso.
La filosofía del vestido,
 un artículo que se dio por perdido y que ha sido rescatado hace poco 
tiempo, apareció en un periódico neoyorquino el 19 de abril de 1885. Es 
el texto de una conferencia sobre la vestimenta de hombres y mujeres en 
relación con el gusto artístico. 
Arranca,
 otra vez, de una paradoja (“El vestido en sí mismo es algo 
absolutamente sin importancia para mí”) y de una concepción meramente 
instrumental de la indumentaria (“Yo sostengo que el vestido está hecho 
para servir a la humanidad”) para hacer esta declaración previa a una 
serie de consideraciones sobre las líneas, los colores, los cortes o los
 motivos decorativos de los tejidos:
Y
 sostengo que el primer canon del arte es que la Belleza es siempre 
orgánica, y procede del interior, y no del exterior, que la Belleza 
procede de la perfección de su propio ser y no de ninguna belleza 
añadida. Y que, en consecuencia, la belleza de un vestido depende total y
 absolutamente de la hermosura que protege y de la libertad y el 
movimiento que no obstaculiza.
Con ese punto de partida, Wilde hace en este texto una reivindicación de la elegancia opuesta a la moda pasajera, porque “la moda se basa en la locura. El arte se basa en la ley. La moda es efímera. El arte es eterno.”
Impresiones de América, la
 transcripción de una conferencia que leyó en distintos lugares de 
Inglaterra a su vuelta de Norteamérica en 1883, es una muestra de la 
agudeza irónica con la que Wilde resumió su mirada sobre los 
estadounidenses en frases como estas:
Lo
 primero que me sorprendió al aterrizar en América fue que si los 
estadounidenses no son la gente que mejor viste en el mundo, sí son los 
que visten más cómodamente
 
América
 es el país más ruidoso que haya existido jamás. Uno se despierta por la
 mañana, no por el canto del ruiseñor, sino por el silbido del vapor.
Cuando los estadounidenses han intentado producir belleza, han fracasado.
La mortalidad entre los pianistas de la zona es formidable. Cuando me invitaron a cenar acepté y tuve que descender a una mina subido a un vagón en el que era imposible tener estilo. Ya en el corazón de la montaña cené con ellos. El primer plato fue whisky, el segundo whisky y el tercero whisky.
Los españoles y los franceses han dejado sus huellas en la belleza de los nombres.
En América uno aprende que la pobreza no es inseparable de la civilización.
Brilla
 en las tres conferencias la inteligencia aguda de Wilde, la capacidad 
para el ingenio y la ironía de quien defiende en ellas una concepción 
artística clásica, alejada de las modas efímeras y del artificio.
Tres
 conferencias que, como señala Carlos Primo, son una muestra de aquella 
“inopinada apoteosis norteamericana en la que el genio quiso evangelizar
 en los contemplativos a la menos contemplativa de las naciones. Por 
fortuna, hay fracasos más bellos que muchos triunfos.” 
Santos Domínguez
 
