Javier Alcaíns.
La adivinanza del agua.
Javier Martín Santos. Cáceres, 2019.
Ahora que la medianoche se deshace y la lluvia marca un ritmo de corazón tranquilo, busca la memoria el agua del origen.
Con esa frase abre Javier Alcaíns La adivinanza del agua, que publica Javier Martín Santos en una bellísima edición ilustrada.
Como si fuera el manantial donde se inicia el ciclo circular del agua y su transcurso, en esa frase inicial queda prefigurado este espléndido poema en prosa de Javier Alcaíns, que lo ha iluminado con veinticinco ilustraciones en color y ha diseñado sus páginas con líneas de plata.
Su ritmo circular, como el del ciclo del agua, es el de la salmodia de la lluvia, de la vida y la memoria que vuelve como el agua de la lluvia. Una lluvia primordial que cae con la misma suave mansedumbre con que caen las palabras sobre las páginas breves e intensas de este libro tan irrepetible como el agua del río de Heráclito.
Son imágenes en las que llueve y palabras que dibujan el agua pasajera del río de la vida y plantean preguntas sin respuesta al enigma de la lluvia, que es el enigma de la vida y de la memoria:
Busca la memoria el agua del origen, busca en el fondo turbio y en la claridad del cristal, busca en la escarcha y en el vaso de la fiebre imágenes del agua, pero toda se va como en un río.
Los romances viejos y la literatura fantástica, los relatos tradicionales y las ciudades invisibles de Calvino confluyen como afluentes de un tiempo circular como la tierra, como la memoria que vuelve cíclicamente a una lluvia parada una tarde de invierno sobre las ciudades imaginarias.
Un tiempo circular como el de las palabras que regresan a estas páginas como una salmodia, como el de las mitologías, como el de ciertos cuentos de Borges, que descubrió que la lluvia sucede en el pasado.
A esa idea vuelve también Javier Alcaíns cuando escribe:
en ningún lugar del mundo llueve como en la memoria. Esta luz que vuelve de una tarde antigua, esta luz que da al aire un ocre luminoso y envuelve tejas que gotean y dejan brillantes las chinas blancas del suelo, este largo susurro de agua algo quiere decir, pero qué quiere. Si no lo entiende el oído que lo entienda la piel, si no lo descifra el pensamiento que lo descifre la sangre.
Memoria de la lluvia y del tiempo pasajero, memoria transfigurada en palabras e imágenes que fundan la delicada belleza literaria y plástica de esta Adivinanza del agua en la que al final sale el sol de una mañana de verano.
Esa mañana quizá sea la que se evoca en el colofón, que recuerda que el autor lo “comenzó en abril de 2018 y le dio fin el primer domingo de junio de 2019, fecha en la que seguía sin saber la solución de la adivinanza del agua.”
Santos Domínguez