25/10/19

Wislawa Szymborska. Poesía no completa


Wislawa Szymborska.
Poesía no completa.
Texto introductorio de Elena Poniatowska.
Edición y traducción de 
Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia.
Fondo de Cultura Económica. México, 2017.

PACTO CON LOS MUERTOS

¿En qué circunstancias sueñas con los muertos?
¿Piensas en ellos con frecuencia antes de dormirte?
¿Quién aparece primero?
¿Siempre el mismo?
¿Nombre? ¿Apellido? ¿Cementerio? ¿Fecha de fallecimiento?

¿Qué alegan?
¿Una vieja amistad? ¿El parentesco? ¿La patria?
¿Dicen de dónde vienen?
¿Y quién está detrás de ellos?
Y además de ti ¿quién sueña con ellos?

¿Se parecen sus caras a sus fotografías?
¿Han envejecido con el paso del tiempo?
¿Son saludables? ¿Demacradas?
¿Lograron recuperarse los asesinados de sus heridas?
¿Recuerdan aún quién los mató?

¿Qué tienen en las manos? Describe esos objetos.
¿Carcomidos? ¿Oxidados? ¿Carbonizados? ¿Podridos?
¿Qué tienen en los ojos? ¿Amenaza? ¿Ruego? ¿De qué tipo?
¿Sólo conversan ustedes sobre el tiempo?
¿Sobre los pájaros? ¿Las mariposas? ¿Las flores?

¿No hay ninguna pregunta molesta por su parte?
¿Y entonces tú qué les contestas?
¿En vez de callar precavidamente,
de cambiar evasivamente el tema del sueño,
de despertar a tiempo?

Ese poema, de Wislawa Szymborska (1923-2012), de su libro Gente en el puente (1986), es uno de los que recoge la amplia muestra de su obra que se recoge en el volumen Poesía no completa, publicado por el Fondo de Cultura Económica con edición y traducción de Abel Murcia y Gerardo Beltrán, que en la nota previa explican que “el volumen que el lector tiene en sus manos es más que una antología: incluye prácticamente toda su obra poética a partir de su tercer libro, Llamando al Yeti (1957), considerado por ella misma como su debut. Incluye también tres poemas anteriores a 1957: uno fechado en 1945, que pertenece a una colección no publicada, y uno de cada uno de los dos libros publicados antes de Llamando al Yeti, libros todavía influenciados por la poética del realismo socialista, y de los que Szymborska sólo ha rescatado algunos poemas.” 

Escrita en el tono bajo que caracteriza a los poetas polacos que desde la segunda mitad del siglo XX renuncian al énfasis y aspiran a la precisión expresiva, la poesía de Wislawa Szymborska es una reflexión interrogativa sobre el hombre y su lugar en el mundo, en la naturaleza o en el tiempo. 

En mi poesía busco ese efecto que en pintura se llama claroscuro -explicaba Wislawa Szymborska en 1975-. Quisiera que en mis poemas se encontraran e incluso se fundieran cosas magníficas y triviales, tristes y cómicas.

De esa clave habla Elena Poniatowska en el texto introductorio del volumen:

'En el punto exacto del humor y lo ridículo, entre el pesimismo y el entusiasmo, se encuentra la poesía de Szymborska, que busca el claroscuro, la contradicción de sentimientos y efectos poéticos en el poema mismo. El claroscuro refleja la riqueza de posibilidades que ofrece la existencia humana. No sólo hay Hitlers y Mozarts, también hay hombres y mujeres que encuentran, en distintas latitudes y de distinta forma, las respuestas a las mismas viejas preguntas de la humanidad.

Tal vez por eso, la expresión directa y el tono coloquial son compatibles en esta poesía con la profundidad reflexiva acerca de la condición humana y con una honda conciencia existencial: su poesía interrogativa es una reflexión sobre el hombre y su lugar en el mundo, en la naturaleza o en el tiempo. Una reflexión que se concreta en cada poema en una respuesta provisional e insuficiente acerca del mundo, el tiempo y el espacio, la memoria y la poesía.

En sus poemas coexisten la reflexión y la sorpresa, el asombro y el desengaño, la ironía y la seriedad, la memoria y el presente. Y esa coexistencia constituye una de las claves de su poesía, articulada como una sucesión de preguntas y respuestas que son propuestas elaboradas desde la conciencia del no saber que caracteriza al poeta, como en este Cálculo elegiaco, de Fin y principio (1993), traducido por Abel Murcia:

Cuántos de los que he conocido
(si de verdad los he conocido)
hombres, mujeres
(si esta división sigue vigente),
han atravesado este umbral
(si esto es un umbral),
han cruzado este puente
(si se puede llamar puente).

Cuántos después de una vida más corta o más larga
(si para ellos en eso sigue habiendo alguna diferencia),
buena porque ha empezado,
mala porque ha acabado
(si no prefirieran decirlo al revés),
se han encontrado en la otra orilla
(si se han encontrado
y si la otra orilla existe).

No me es dado saber
Cuál fue su destino
(ni siquiera si se trata de un solo destino,
y si es todavía destino).

Todo
(si con esta palabra no lo delimito)
ha terminado para ellos
(si no lo tienen por delante)

Cuántos han saltado del tiempo en marcha
y se pierden a lo lejos con una nostalgia cada vez
mayor.
(si merece la pena creer en perspectivas).

Cuántos
(si la pregunta tiene algún sentido,
si se puede llegar a la suma final
antes de que el que cuenta se cuente a sí mismo)
han caído en el más profundo de los sueños
(si no hay otro más profundo).

Hasta la vista.
Hasta mañana.
Hasta la próxima.
Ya no quieren
(si es que no quieren) repetirlo.
Condenados a un interminable
(si no es otro) silencio.
Ocupados sólo con aquello
(si es sólo con aquello)
a lo que los obliga la ausencia.

El poeta y el mundo tituló su discurso de recepción del Nobel. Allí expresó su asombro ante la realidad y su afirmación de la vida, como en el resto de su obra, muy homogénea en sus temas y su tonalidad.

La homogeneidad de tono y de temas de toda su obra se corresponde con el mismo nivel de exigencia de una poesía en la que las palabras ocupan un lugar preciso que hace la lectura fluida y ligera, con una aparente sencillez expresiva que oculta un previo esfuerzo de elaboración para encontrar ese tono bajo, casi conversacional, que recorre toda su poesía.

Ese tono bajo es el cauce de expresión de su profundidad reflexiva acerca de la condición humana y de una honda conciencia existencial sobre el paso del tiempo y la noción del límite. Una tonalidad de difícil sencillez y con un  ritmo interior que los traductores han sabido transmitir con solvencia para el lector de español. Porque Abel Murcia y Gerardo Beltrán suman a su condición de traductores la de ser poetas y acreditados conocedores de la obra de Wislawa Szymborska. Y con ese bagaje resuelven con brillantez la difícil tarea de traducir la tonalidad coloquial de estos poemas, su ritmo interior, la mirada irrepetible de una autora que habla para la gente.

Un último ejemplo: este Retrato de mujer, de El gran número (1976), con traducción de Gerardo Beltrán:

Tiene que ser para elegir.
Cambiar para que no cambie nada.
Es fácil, imposible, difícil, vale la pena intentarlo.
Tiene ojos, si hace falta, a veces grises, otras azules,
negros, alegres, llenos de lágrimas sin motivo.
Se acuesta con él como la primera de la fila, la única en el mundo.
Le da cuatro hijos, no le da hijos, le da uno.
Ingenua, pero da buenos consejos.
Débil, pero puede con la carga.
No tiene nada en la cabeza, pero lo va a tener.
Lee a Jaspers y revistas femeninas.
No sabe para qué es ese tornillo y construye un puente.
Joven, como de costumbre joven, constantemente joven.
Tiene en la mano un gorrión con el ala rota,
su propio dinero para un viaje largo y lejano,
un cuchillo, una compresa y un vaso de vodka.
A dónde va con tanta prisa, ¿no estará cansada?
Claro que no, sólo un poco, mucho, no importa.
O lo ama o está encaprichada.
En las buenas, por las malas y por el amor de Dios.

Santos Domínguez