4/10/19

Pedro Luis Menéndez. La vida menguante


Pedro Luis Menéndez. 
La vida menguante.
Trea Poesía.  Gijón, 2019.

Regreso a las palabras con el alma tan rota 
que los espejos llenan cada rincón del duelo, 
rompiéndose en pedazos, partiendo la esperanza 
en esquinitas mudas que hieren sin reposo 
estas horas malditas.

Porque ya no hay más viaje que el retorno al vacío.

A esta triste y confusa ceremonia de amarte, 
tan inútil y enferma como los besos agrios 
de una canción perdida.

Y las canciones mienten. 
Y los poemas sobran.

Con ese poema cierra Pedro Luis Menéndez La vida menguante, un espléndido libro que publica Trea Poesía.

Es el remate de un intenso itinerario sentimental por una pasión amorosa crepuscular, por la intimidad del vacío y las pérdidas. 

El otoño y la noche, la amenaza del tiempo y la fragilidad de la vida, el desamor y la separación o las noches de insomnio marcan la atmósfera temática de estos poemas en los que las palabras encauzan la emoción y una serena línea melódica somete a la tristeza y las derrotas a una envidiable contención expresiva.

Un itinerario sentimental que se articula en las tres partes del libro, que responden a distintas tonalidades emocionales: El camino, con su noche solitaria y silenciosa que no amanece (Mi historia son recuerdos de noches sin sosiego. /¿Quién poblará las luces que aún me sobreviven?/ Las ciudades no duermen. / Eternas condenadas a desvelar las sombras./ ¡Qué frío si amanece!); Ariadna, con el amor como brújula, como método de orientación en el laberinto de la existencia (Los herejes sabemos que alguna vez la vida / va y merece la pena. / Aunque dure un instante la eternidad es cierta) y en la secuencia de encuentros y separaciones que tienen como sombrío telón de fondo la distancia y los años que pesan sobre los amantes:

Mañana vuelvo al norte. Cruzaré la frontera 
y lloraré despacio el hueco de tus besos. 

Dos semanas. Tu cama guardará mi recuerdo.

Finalmente, en la tercera parte, Al otro lado de la desolación, la última de las tres partes en las que se organiza el libro, se imponen la soledad y la amargura, la ceniza del olvido y las sombras del recuerdo, la ausencia y el silencio. Quizá sean los de esa tercera parte los poemas de más intenso voltaje verbal y emocional, con versos como estos:

No puedo con la noche que me aplasta sin tregua, 
tan segundo a segundo, tan ausencia y silencio.

Y ya no estás.

Y en esta noche exacta de infierno sin memoria,
no  me quedan ya fuerzas para soñar contigo.

Es el mismo infierno, el mismo invierno al que regresa este otro poema:

Y regreso al infierno de las noches malditas, 
al espacio profundo en que mi alma muerta
se tortura en lo inútil de las palabras mudas,
al espigón del odio, 
          al cansancio, 
                                             al vacío.

En todas mis ventanas el luto se condensa 
en el dolor que vuelve,
irrefrenable,
frío.

Y regreso al invierno de las noches sin ti.


Santos Domínguez