4/3/19

Juan Eduardo Zúñiga. El coral y las aguas. Inútiles totales

Juan Eduardo Zúñiga.
El coral y las aguas.
Inútiles totales.
Edición de Luis Beltrán y Ángeles Encinar.
Biblioteca Cátedra del Siglo XX. Madrid, 2019.

Bajo el cielo cubierto, gris y frío, al pie de la extraña torre solitaria, la fila indisciplinada de los “Inútiles totales” esperaba que pasasen lista y recoger el panecillo que un hombre colorado iba dando por una ventana del antiguo convento.
La mañana estaba fría y movida. Un cañoneo lejano fue acercándose y el horizonte pareció retemblar en un estampido constante. El suelo estaba fangoso y removido por los obuses que habían caído la víspera y, en la espera, los pies hormigueaban y se hacían sensibles. Al fin, llegó el teniente, apresurado, diciendo cuchufletas que en la fila fueron recibidas bien porque no era muy tarde.
—Quinta del cuarenta, ¡a cubrir!

Así comienza Inútiles totales, la primera novela de Juan Eduardo Zúñiga, que “es conocido sobre todo por sus colecciones de cuentos y por ser uno de los mejores especialistas españoles en literatura rusa. Sin embargo sus dos primeros libros fueron novelas. El primero, Inútiles totales, es una novela corta de 1951 cuya publicación financió él mismo. El coral y las aguas es la segunda, de 1962. Pasó inadvertida debido a su comprensión y mala acogida crítica. Destacamos, anecdóticamente, que ha mejorado etiquetada como cuentos” como explican  Luis Beltrán y Ángeles Encinar en la amplia introducción que abre la edición que han preparado de las dos primeras novelas de Juan Eduardo Zúñiga en la Biblioteca Cátedra del Siglo XX, en la que se recuperan dos obras prácticamente inencontrables.

Inútiles totales es una novela corta con elementos autobiográficos, una “obra con rasgos barojianos y rusos”, se afirma en esa introducción. Con el telón de fondo del Madrid asediado en la guerra civil, es una novela de formación que aborda las ilusiones perdidas de dos muchachos de la quinta del 40, Carlos y Cosme, dos inútiles totales para el ejército, para el amor y para la vida, que rivalizan por el amor de Maruja Fidel, una enigmática muchacha. 

Con evidentes influencias del Dostoievski de Humillados y ofendidos y el Turguéniev de Dmitri Rúdin, la obra narra una historia de vidas sombrías y frustraciones, un conflicto de traiciones y rencores que, como es frecuente en las primeras obras de los novelistas, se apoya en elementos autobiográficos y en la memoria, un elemento vertebral en la trayectoria literaria de Zúñiga. 

Sostenida en una voz narrativa que recuerda mucho a la de Baroja y a la de Chéjov, Inútiles totales se desarrolla bajo “una luz triste y desolada” que resume el enfoque simbolista de sus descripciones. Esa tonalidad oscura ensombrece esta novela en la que Zúñiga se proyecta en la figura del racional Cosme, alto y anémico, de la misma edad y semejantes aficiones que las de su amigo Carlos, enfermizo y bajo, hijo de un maestro, hablador vehemente y sentimental. 

Este es el desolado párrafo final: 

Pocos meses después terminó la guerra, los frentes se rompieron, los soldados dejaron de serlo y las personas fueron dispersadas como briznas de paja en un remolino de verano.

El coral y las aguas es una novela muy distinta en técnica, en tono y en enfoque. Es una obra simbolista y alegórica ambientada en la Grecia clásica con una técnica de distanciamiento temporal que permitió a Zúñiga eludir los rigores de la censura de la época.

Era una rareza en el panorama narrativo de los años sesenta, dominados por el realismo social. La intensidad de su lenguaje poético y su voluntad renovadora hacen de El coral y las aguas una novela difícil y hermética, de trabajada construcción y elaborada prosa que contiene un mensaje optimista sobre la resistencia ante la tiranía. 

En un apéndice esta edición añade el prólogo de 1962 en el que Zúñiga aclaraba el sentido de su novela y de su ambientación en la antigüedad:

“Épocas remotas daban un disfraz a las inquietudes, a los sueños irrealizables, a lo inútilmente esperado y a los recuerdos desoladores [...] Con un lenguaje secreto daba noticia de los que habían sido sometidos y de los que fueron insumisos, de su intransigencia y su incertidumbre.”

Ese contraste con el enfoque temático y estilístico de Inútiles totales se puede apreciar en el último párrafo de El coral y las aguas:

No, ellos no estaban destinados a morir y la destrucción no les alcanzaría: corrían por los campos y ellos mismos eran el huracán. La ciudad en ruinas quedaba a sus espaldas.

Santos Domínguez