3/3/17

Pameos y meopas de Julio Cortázar


Julio Cortázar.
Pameos y meopas.
Ilustraciones de Pablo Auladell.
Nórdica Libros. Madrid, 2017.

“Mis poemas no son como esos hijos adulterinos a los que se reconoce in articulo mortis, sino que nunca creí demasiado en la necesidad de publicarlos; excesivamente personales, herbario para los días de lluvia, se me fueron quedando en los bolsillos del tiempo sin que por eso los olvidara o los creyera menos míos que las novelas o los cuentos”, escribe Julio Cortázar en el prólogo de Pameos y meopas, que publica Nórdica con espléndidas ilustraciones de Pablo Auladell.

Poeta asiduo y disperso, Cortázar valoraba la poesía como el territorio más alto de la literatura y aunque se resistió a publicarla y a veces recurrió a la edición encubierta con el seudónimo Julio Denis, no dejó nunca de escribirla. 

En Pameos y meopas reunió un puñado de poemas escritos a lo largo de quince años, entre 1944 y 1958, en París, Buenos Aires y Roma. Bajo ese título que es la indisimulada y doble metátesis de la palabra poemas,  agrupó estos textos en los que se cruzan lo clásico –“de golpe me nacía un meopa trufado de referencias clásicas”- y la mirada o el lenguaje de la vanguardia. 

Porque en este conjunto heterogéneo conviven el verso libre de Menelao mira hacia las torres o de los Cantos italianos con las redondillas cantables de Tratado de sus ojos y el soneto clásico de Último espejo.

Con esa diversidad métrica coexisten también varios temas, desde el amoroso al artístico, y distintos enfoques, desde el burlesco al visionario. Y esa suma de perspectivas en las que cohabitan lo tradicional y lo moderno la ha querido reflejar Pablo Auladell en unas ilustraciones como la que aparece en la portada, donde conviven un Orfeo saxofonista y otro que pulsa la lira. 

Cuando Saúl Yurkievich editó su obra poética completa, señaló que “escasas veces alcanza Cortázar con su poesía la pródiga, la prodigiosa potencia de su prosa” y encontraba estos poemas faltos de tensión rítmica. 

Es probable, pero también es verdad que no faltan en estos poemas ni potencia de imágenes ni ambición visionaria en la elaboración de un mundo poético personal. Algunos de ellos son de la misma época en que proyectó su interés por la poesía en la escritura de Imagen de John Keats, un libro imprescindible que puede leerse también como una poética del propio Cortázar.

Hay en estas páginas poemas de indiscutible calidad, como Notre-Dame la nuit, Los vitrales de Bourges o Masaccio, en el que suena el eco de la música lorquiana  ("Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas") en “Por las calles va Masaccio con un trébol en la boca”) antes de este remate: 

Se fue, y ya amanecía 
Piero della Francesca.

Algunos de estos poemas alcanzan una altura que, como señalaba Cortázar en el prólogo, le permitía “volver la mirada hacia una región de sombras queridas, pasearme con Aquiles en el Hades, murmurando esos nombres que ya tantos jóvenes olvidan porque tienen que olvidarlos, Hölderlin, Keats, Leopardi, Mallarmé, Darío, Salinas, sombras entre tantas sombras en la vida de un argentino que todo quiso leer, todo quiso abrazar.”

Santos Domínguez