2/6/16

Antonio Rivero Taravillo. Cirlot


Antonio Rivero Taravillo.
Cirlot.
Ser y no ser de un poeta único.
Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2016.

Ser y no ser de un poeta único es el subtítulo del ensayo biográfico con el que Antonio Rivero Taravillo obtuvo el premio Domínguez Ortiz de Biografías 2016 que convocan la Fundación Cajasol y la Fundación José Manuel Lara, que publica este volumen en una cuidada edición enriquecida con un significativo álbum de ilustraciones.

Cuando acaba de cumplirse el centenario de su nacimiento, este libro es un asedio riguroso a ese territorio inagotable y misterioso que llamamos Cirlot, a la figura de un poeta que –explica el biógrafo- “muchos años después de su muerte siguió siendo prácticamente desconocido, se diría que su poesía no existía, cuando es en realidad una obra excepcional.”  

Es esta una exploración en busca de lo que hace diferente en su estética e insólita en su temática la obra proteica y mutante de un visionario en quien se cumple de forma peculiar el principio que recuerda Rivero Taravillo de que “los verdaderos poetas están siempre escribiendo el mismo poema.”

Con una decidida voluntad de iluminar lo oscuro y de indagar en la complejidad poliédrica de la poesía y la personalidad de Juan Eduardo Cirlot, esta biografía propone un recorrido por la vida y la obra de un autor en búsqueda constante de sí mismo y de su escritura irrepetible en incesante transformación.

Postista y surrealista tardío, místico a su manera, crítico de arte e historiador de las vanguardias, heterodoxo y nihilista, músico y simbólogo, Cirlot es uno de los poetas “más importantes, innovadores, atrayentes y profundos” del siglo pasado.

Un recorrido que desde sus años formativos, sus lecturas y su temprana y sostenida fascinación por las espadas, pasa por el Postismo y el grupo de la revista Dau al set, por su efímera aventura surrealista y su iniciación en el simbolismo, por su obra ensayística y poética, con especial atención al análisis del ciclo mítico de Bronwyn, el centro de su mundo literario, el resultado de una búsqueda obsesiva que se concreta en dieciséis cuadernos y pliegos de poesía en torno a la figura de una doncella celta –“la que renace de las aguas”- en la que confluyen muy distintas tradiciones míticas. 

Ese fue el corazón de la obra de Cirlot, seguramente también su mayor legado poético y en torno a la figura de esa doncella organizó ese ciclo, iniciado en 1966, hace ahora medio siglo, en el que recreó un mito e integró diversos temas e influencias para exponer una teoría del amor y la muerte, de la resurrección y el retorno, de la búsqueda de la inmortalidad.

Cirlot fundaba así un territorio levantado desde el sueño y la iluminación visionaria de la realidad, con la palabra como fuerza de articulación del mundo en un ejercicio de alumbramiento de un universo poético personal. 

Un edificio cimentado en la potencia de sus imágenes y símbolos y en un despliegue metafórico que es la base constructiva de una poesía febril y transgresora que establece un diálogo estremecido, doloroso o exaltado, con el mundo, en un experimento con la noción de límite, siempre entre lo órfico y lo apocalíptico. 

Este es un primer paso, como señala en su epílogo el autor, en el conocimiento integral de un autor tan complejo como Cirlot, porque “el camino es largo, como honda y casi inabarcable la obra que lo justifica.” 

Santos Domínguez