Bram Stoker.
Drácula.
Ilustraciones de Fernando Vicente.
Traducción de Juan Antonio Molina Foix.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2014.
La culpa la tuvo el marisco. El autor de Drácula aseguraba a su único hijo, Irving Noel Thornley Stoker (1879-1961), que la idea de crear al rey de los vampiros le surgió tras cenar un indigesto centollo. Sin menospreciar la influencia de la gastronomía en la vida y en la literatura, lo cierto es que por aquella época el vampirismo ya contaba con notables precedentes.
Así comienza Luis Alberto de Cuenca el prólogo que ha escrito para presentar la magnífica edición del Drácula de Bram Stoker que publica Reino de Cordelia con ilustraciones espectaculares de Fernando Vicente y con la traducción de Juan Antonio Molina Foix que comienza con la transcripción del Diario taquigrafiado de Jonathan Harker:
Salí de Múnich el día primero de mayo, a las 8:35 de la tarde, y llegué a Viena a primeras horas de la mañana siguiente; teníamos que haber llegado a las 6:46 pero el tren llevaba una hora de retraso. Budapest parece un lugar maravilloso, a juzgar por lo que pude vislumbrar desde el tren y en el corto paseo que me di por sus calles. No me atreví a alejarme de la estación, ya que habíamos llegado con retraso y nos pondríamos en marcha de nuevo con la menor demora posible respecto al horario previsto. La impresión que tuve es que salíamos de Occidente y entrábamos en Oriente. Tras cruzar el más occidental de sus magníficos puentes sobre el Danubio, que aquí alcanza una profundidad y una anchura considerables, nos adentramos en una región en la que todavía perduran las tradiciones de la dominación turca.
Fragmentos de diarios y cartas, recortes de periódicos o informes psiquiátricos articulan un ágil mosaico narrativo con el que Bram Stoker construyó sobre las raíces de leyendas centenarias un mito moderno de enorme transcendencia en la cultura occidental, en torno a una criatura en cuya esencia está no producir sombra ni reflejarse en los espejos.
De Budapest a Londres en un ataúd con tierra transilvana, de la hipnosis al sonambulismo, de las víctimas a los ritos antivampíricos, de los lobos a los estigmas, entre animales, hombres y esos seres híbridos de lo humano y lo animal, entre la niebla y la sangre, vuelve Drácula en esta espléndida edición que, además de una intachable traducción, se enriquece con el prólogo de Luis Alberto de Cuenca, que además de analizar el libro elogia las ilustraciones de Fernando Vicente con estas palabras:
Así como el cine se ha ocupado generosamente del conde transilvano, el mundo de la ilustración no ha mostrado tanto interés por el personaje. Fernando Vicente, uno de nuestros ilustradores más literarios, ha ocupado más de un año de su vida en estudiar gráficamente la obra maestra de Stoker y en realizar unas imágenes tan sustanciosas y arrebatadoras, al menos, como las del cinematógrafo.
Santos Domínguez