Chiyo Chida.
Andrés Pérez Riobó.
Yokai.
Monstruos y fantasmas en Japón.
Satori. Gijón, 2012.
Híbridos de formas animales y humanas, los yokai japoneses viven a medio camino entre la realidad y la pesadilla, entre la superstición y el folklore en los espacios compartidos por el mundo de los dioses y los hombres.
Yokai. Monstruos y fantasmas en Japón, la espléndida guía ilustrada de estos monstruos y fantasmas japoneses que han publicado en Satori la diseñadora gráfica japonesa Chiyo Chida y el historiador Andrés Pérez Riobó, es una recopilación de leyendas que hace un inventario alfabético de 33 yokai por su apariencia física y por su temperamento.
Protagonistas grotescos o terroríficos de diversas leyendas tradicionales japonesas, atormentan, asustan o auxilian a las personas desde su condición de dioses menores caídos en desgracia, de habitantes de los fondos marítimos, los bosques intrincados o las montañas inaccesibles.
Malignos o benéficos, divertidos o violentos, invisibles y extraños, permanecen en un limbo propio aunque con frecuencia invaden el mundo de los hombres para ocupar en principio un lugar en los relatos tradicionales de transmisión oral y para adquirir forma plástica desde el siglo XVII, en el periodo Edo de la cultura japonesa.
Es entonces cuando toman cuerpo estas apariciones inquietantes que a menudo muestran esas formas mixtas de animal y hombre, aunque también, como los oni, pueden ser ogros de montaña, diablos rojos y cornudos que asaltan al viajero.
El oni es seguramente el más serio y peligroso de los yokai y, junto con el kappa –un humanoide anfibio- y el tengu –un duende-, también el más famoso. Pero las variantes son muchas: el chupamugres o chupatechos, el lavahabas que aterroriza con ese ruido a la orilla del río, el fuego fatuo o la sirena, el dios perro o el vuelcaalmohadas, la vieja de montaña o la mujer de nieve, el cara plana o el cortapelos con aspecto de gallo punki o la mujer de cuello elástico que figura en la portada.
Una variada zoología oriental del fantasma capaz de diversas metamorfosis físicas o monstruoso resultado físico de la monstruosidad del carácter, de los celos o la envidia.
Estos crepusculares seres de frontera y penumbra que procesionaban en las oscuras noches del medievo se modernizaron y emigraron de las zonas rurales a los núcleos urbanos antes de convertirse en antecedentes del manga y de los videojuegos, a cuya iconografía han contribuido de forma decisiva.
Santos Domínguez