Gerald Brenan.
Diarios sobre Dora Carrington
y otros escritos (1925-1932).
Edición de Carlos Pranger.
Traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres García.
Confluencias. Almería, 2012.
Con edición de Carlos Pranger y traducción de Laura Naranjo y Carmen Torres García, la editorial Confluencias inaugura una nueva colección con los Diarios sobre Dora Carrington y otros escritos de Gerald Brenan.
Inéditos en conjunto, aunque los utilizó parcialmente en su Memoria personal, estos diarios muestran, como señala Carlos Pranger en su Nota a la edición, “el itinerario vital y místico de Brenan entre 1925 y 1932, marcado por su romance con Dora Carrington y el trágico suicidio de la pintora.”
Con Bloomsbury al fondo, Dora Carrington, Ralph Partridge y Lytton Strachey son los nombres de un triángulo amoroso complicado y platónico, carnal e intelectual. Y al margen, obsesionado con Dora, soñando con ella desde la Alpujarra, Brenan anota en estos diarios las intermitencias de una relación difícil, de un afecto “por fascículos”, como dice Carlos Pranger en el intenso prólogo que titula Gerald Brenan y las estaciones del alma.
Entre la realidad y la fantasía onírica, esa relación complicada entre el escritor y la pintora fue determinante en el desarrollo de la vocación literaria de Brenan y en su descubrimiento de la mística como vía de evasión y de idealización de aquella historia sentimental conflictiva entre dos personas tan problemáticas como ellos y el círculo que les rodeaba.
Fue una relación que duró desde 1921 a 1925, por lo que estos diarios reflejan, como indica el propio Brenan en el Prefacio, los últimos y dolorosos coletazos de esa historia de amor hasta la muerte de Carrington.
Organizados en dos partes, de 1925 a 1926 la primera y de 1927 a 1932 la segunda, estos diarios se mueven entre los amores reales y los amores imposibles, entre la obsesión y la depresión, entre el sueño y el desengaño, y se incrementan con la edición de materiales complementarios en forma de cartas y anotaciones sobre Dora, a las que se añaden al final varios relatos y sueños sobre las muertes de sus amigos Lytton y Dora.
Por ejemplo este sueño, de la noche del 31 de marzo al 1 de abril de 1932:
Soñé que veía a Lytton, alto y solemne, completamente vestido de negro.
Me decía: «He de asistir a una ceremonia importante, muy importante, y no tengo ropa apropiada. Devuélveme la capa, la que tienes tú.»
Yo le alargaba la capa negra que llevaba echada en el brazo.
«Está del revés», dijo, y le dio la vuelta. El otro lado, como pude ver entonces, era rojo sangre.
Esa misma noche Brenan sueña con una escalera que baja desde el mundo de los vivos al de los muertos. Allí, como un nuevo Dante o como un Eneas actual, ve a Dora con un cubo vacío en la mano. Y anota esta reflexión:
Todas las noches desde su muerte, descendía como Eneas al país de los muertos, aunque por el día tuviera la impresión de haberla olvidado. De hecho mis noches, como mis días, formaban una sucesión intercomunicada, de modo que en mi cabeza parecían vivir codo a codo dos personas diferentes.
Tras haber meditado, añadiré que creo que este sueño es una excusa ideada para paliar la dificultad que he sufrido todo este tiempo para comprender que D. C. está muerta, en otras palabras, mi indiferencia.
Con este título se inaugura la colección Gerald Brenan de excéntricos y heterodoxos, en la que ya se anuncia la entrega siguiente, su poesía completa.
Santos Domínguez