Pilar Donoso.
Correr el tupido velo.
Alfaguara. Madrid, 2010.
Correr el tupido velo.
Alfaguara. Madrid, 2010.
Diez años después de la muerte de José Donoso (1924-1996), su hija Pilar –la Pilarcita que aparece insistentemente en sus diarios- asumió la tarea de trazar una biografía de su padre que se basa en las anotaciones recogidas en sesenta y cuatro cuadernos que en gran medida son los diarios del escritor.
Correr el tupido velo, que publica Alfaguara, es en un doble sentido una edición crítica de esos diarios, porque a los fragmentos de los cuadernos los sigue siempre una reflexión de Pilar Donoso, que ha utilizado también algunas notas autobiográficas y diarios de su madre, María Pilar Serrano, y las cartas de sus padres para plantear una larga conversación con ellos a través de esos materiales.
Una conversación cuya necesidad, que va más allá de la mera literatura, de la biografía o del análisis literario, la justifica así la hija del novelista:
Este relato es, de un modo muy personal, una manera de liberarme, de ahuyentar a su fantasma. Mi padre me contó una vez algo que probablemente la mayoría de los lectores debe conocer: Virginia Woolf se preguntaba por qué el recuerdo de su madre no había dejado de obsesionarla a sus cuarenta y cuatro años de vida. Entonces escribió Al faro y el fantasma de su madre dejó de perseguirla. Por supuesto, no es mi intención hacer una comparación de ese tono y proporciones, pero sí de mi propio proceso de liberación.
Se trata de una tarea compleja, porque enseguida el diario confluye con el relato, la realidad se confunde con la ficción, el escritor se oculta tras su máscara y finalmente la biografía del padre es también inevitablemente la autobiografía de su hija, que es consciente de la complejidad de un texto como este:
¿Será esta biografía mi venganza? ¿Será una manera de mostrarle al mundo quién era o quién podía llegar a ser? No. No lo creo. He logrado rescatar tantas cosas suyas, su inteligencia, su agudeza, su visión, su humor, su ironía, su entrega y su amor. Pero siempre me quedará la duda –y supongo que al lector también- de si lo que plasmó en estas miles de páginas de sus diarios es “él” o su propia ficción sobre sí mismo.
Lo que hay detrás de una máscara nunca es un rostro- decía José Donoso-. Siempre es otra máscara. Las distintas máscaras son una herramienta, las usas porque te sirven para vivir. No sé qué es eso de la autenticidad. Lo que sé es que la vida es un complejo sistema de enmascaramientos y simulaciones.
Como su padre, Pilar Donoso sabe que un hombre es también sus máscaras, y por eso gran parte de su tarea ha consistido en desenmascarar esas simulaciones, en conocer la realidad que se esconde bajo esa sucesión de máscaras. La relación con otros novelistas del boom y con los editores, los problemas económicos y la falta de reconocimiento, las difíciles relaciones con su mujer, la homosexualidad latente y reprimida, la vanidad enfermiza del escritor y sus tendencias paranoicas, el psicoanálisis de un hipondriaco, sus constantes cambios de domicilios y ciudades completan una crónica del desarraigo de su padre. Un desarraigo que va más allá del exilio del chileno y que no es sólo geográfico, sino también social y familiar:
Mi padre siente una carga dolorosa, determinante desde su infancia: la sensación de haber heredado una fisura. (...) Fue un niño desconcertado por no saber a qué grupo social pertenecía, si era aristócrata, rico o pobre; sin saber a qué grupo debía acercarse, se sentía descolocado en el mundo que lo rodeaba, un paria.
Es un destino asumido por el propio Donoso, que en 1979 escribía estas palabras:
Tenemos que enfrentarnos a este destino elegido pero no querido de gente solitaria, de mínimo núcleo aislado, sin patria porque no hemos compartido los destinos de la patria y ya casi no hablamos su idioma, sin clase social, sin leyendas familiares, sin parientes que nos ayuden y nos consuelen pese a criticarnos.
En la búsqueda del padre a través de la visión de una hija-niña, hija-adolescente, hija-mujer que lo acompañó, lo admiró, lo amó y lo odió se justifica la dureza radical de un libro valiente y duro en el que Pilar Donoso conjura los fantasmas personales, descorre un tupido velo y se encuentra entre luces y sombras con la figura del padre y consigo misma para, al final, comprenderlo en su totalidad, permitiéndome quererlo, odiarlo, perdonarlo, agradecerle y, por último, lograr el duelo, separarme de su imagen, que he buscado durante estos últimos años, y ser yo misma.
Correr el tupido velo, que publica Alfaguara, es en un doble sentido una edición crítica de esos diarios, porque a los fragmentos de los cuadernos los sigue siempre una reflexión de Pilar Donoso, que ha utilizado también algunas notas autobiográficas y diarios de su madre, María Pilar Serrano, y las cartas de sus padres para plantear una larga conversación con ellos a través de esos materiales.
Una conversación cuya necesidad, que va más allá de la mera literatura, de la biografía o del análisis literario, la justifica así la hija del novelista:
Este relato es, de un modo muy personal, una manera de liberarme, de ahuyentar a su fantasma. Mi padre me contó una vez algo que probablemente la mayoría de los lectores debe conocer: Virginia Woolf se preguntaba por qué el recuerdo de su madre no había dejado de obsesionarla a sus cuarenta y cuatro años de vida. Entonces escribió Al faro y el fantasma de su madre dejó de perseguirla. Por supuesto, no es mi intención hacer una comparación de ese tono y proporciones, pero sí de mi propio proceso de liberación.
Se trata de una tarea compleja, porque enseguida el diario confluye con el relato, la realidad se confunde con la ficción, el escritor se oculta tras su máscara y finalmente la biografía del padre es también inevitablemente la autobiografía de su hija, que es consciente de la complejidad de un texto como este:
¿Será esta biografía mi venganza? ¿Será una manera de mostrarle al mundo quién era o quién podía llegar a ser? No. No lo creo. He logrado rescatar tantas cosas suyas, su inteligencia, su agudeza, su visión, su humor, su ironía, su entrega y su amor. Pero siempre me quedará la duda –y supongo que al lector también- de si lo que plasmó en estas miles de páginas de sus diarios es “él” o su propia ficción sobre sí mismo.
Lo que hay detrás de una máscara nunca es un rostro- decía José Donoso-. Siempre es otra máscara. Las distintas máscaras son una herramienta, las usas porque te sirven para vivir. No sé qué es eso de la autenticidad. Lo que sé es que la vida es un complejo sistema de enmascaramientos y simulaciones.
Como su padre, Pilar Donoso sabe que un hombre es también sus máscaras, y por eso gran parte de su tarea ha consistido en desenmascarar esas simulaciones, en conocer la realidad que se esconde bajo esa sucesión de máscaras. La relación con otros novelistas del boom y con los editores, los problemas económicos y la falta de reconocimiento, las difíciles relaciones con su mujer, la homosexualidad latente y reprimida, la vanidad enfermiza del escritor y sus tendencias paranoicas, el psicoanálisis de un hipondriaco, sus constantes cambios de domicilios y ciudades completan una crónica del desarraigo de su padre. Un desarraigo que va más allá del exilio del chileno y que no es sólo geográfico, sino también social y familiar:
Mi padre siente una carga dolorosa, determinante desde su infancia: la sensación de haber heredado una fisura. (...) Fue un niño desconcertado por no saber a qué grupo social pertenecía, si era aristócrata, rico o pobre; sin saber a qué grupo debía acercarse, se sentía descolocado en el mundo que lo rodeaba, un paria.
Es un destino asumido por el propio Donoso, que en 1979 escribía estas palabras:
Tenemos que enfrentarnos a este destino elegido pero no querido de gente solitaria, de mínimo núcleo aislado, sin patria porque no hemos compartido los destinos de la patria y ya casi no hablamos su idioma, sin clase social, sin leyendas familiares, sin parientes que nos ayuden y nos consuelen pese a criticarnos.
En la búsqueda del padre a través de la visión de una hija-niña, hija-adolescente, hija-mujer que lo acompañó, lo admiró, lo amó y lo odió se justifica la dureza radical de un libro valiente y duro en el que Pilar Donoso conjura los fantasmas personales, descorre un tupido velo y se encuentra entre luces y sombras con la figura del padre y consigo misma para, al final, comprenderlo en su totalidad, permitiéndome quererlo, odiarlo, perdonarlo, agradecerle y, por último, lograr el duelo, separarme de su imagen, que he buscado durante estos últimos años, y ser yo misma.
Santos Domínguez