8/5/06

El baile



Irène Némirovsky.
El baile.

Traducción de Gema Moral Bartolomé.

Salamandra. Barcelona, 2006

Como Nabokov, como Marina Tsvetaia y tantos otros, Irene Némirovsky (1903-1942) salió de la Rusia soviética en los primeros meses de la revolución de 1917 para instalarse en París.

Era entonces una adolescente infeliz como la que protagoniza esta novela corta y desconocía que le esperaba un destino siniestro como deportada en Auschwitz, donde murió en 1942. Vivió poco, pero escribió mucho. Una docena de obras en francés, entre las cuales destacan un excelente ensayo biográfico y crítico sobre Chejov y la Suite francesa, una obra ambiciosa sobre la ocupación nazi de Francia que dejó sin terminar y de la que incluso sus herederos ignoraban su existencia en los archivos familiares. Cuando se publicó finalmente en 2004 fue toda una revelación. Al año siguiente, Ediciones Salamandra lanzó la traducción en castellano y ahora recupera El baile, una novela corta que se había publicado en 1930 y que ya había tenido una versión española en los años ochenta.

En menos de cien páginas se desarrolla este relato en el que la cantidad es inversamente proporcional a la intensidad. En la estela de Chejov, desde una misma posición narrativa y moral, escrita con una economía y una precisión asombrosas, aquí cada palabra está exactamente donde debe estar para producir el efecto oportuno.

El baile
es la historia cruel e inolvidable de una venganza adolescente, un ajuste de cuentas con la sociedad de los mayores y con su infancia infeliz. Y quizá más que eso. Quizá sea también una parábola sobre la entrada adulta en un mundo ridículo y sobre unas relaciones sociales hipócritas que estaban a punto de desaparecer como reliquias decimonónicas.

Para leer y releer este relato que es también un manual práctico de escritura, un prodigio de exactitud, de diseño de personajes y de elipsis narrativa.

Cuando a uno lo mandan a dormir al cuarto trastero y tiene que cenar sobre la mesa de la plancha, lo único que tiene a mano es la venganza. Por impulso y a conciencia.
Santos Domínguez