Wolfgang Hildesheimer.
Mozart.
Ediciones Destino. Barcelona, 2005.
Un clásico sobre un clásico. Eso es este libro, que de momento me resistiré a simplificar con el rótulo de biografía. Es mucho más que eso.
Magníficamente escrito, se acaba de reeditar en España, treinta años después de la primera edición alemana, este Mozart de Wolfgang Hildesheimer. Yo creía que era la primera edición en España. Gonzalo Hidalgo me saca del error y me da noticia de una edición de 1982 en Argos Vergara, una editorial que dejó de existir en 2002.
Ahora la recupera Destino en su colección Imago mundi. Si el año Mozart sirve para rescatar este tipo de obras, habrá merecido mucho la pena. La mala fama de los aniversarios no debe evitar felicitarse de ver otra vez en los escaparates libros como este.
Escrito desde la admiración crítica, es un intento brillante de explorar ese territorio de genialidad y misterio que se llama Mozart. No una tentativa cualquiera, una tentativa que se sabe destinada al fracaso desde el comienzo asombroso del proyecto.
Asedio riguroso e inteligente a una personalidad compleja, muy distinta de la simplificación infantiloide del Amadeus teatral de Peter Shaffer, que llevó al cine Milos Forman. Un texto en el que la única figura consistente y con altura dramática era Salieri y Mozart era poco más que un fantoche. Un texto aquel tan ajeno a la realidad que titula con un nombre que Mozart no usó ni tuvo en la partida de nacimiento.
El Mozart de Hildesheimer es otra cosa. Es una obra de extraordinaria profundidad para abordar, en palabras de su autor, el estudio de Mozart como una partitura con dos líneas musicales: la melodía (la música de Mozart) y el bajo continuo (su vida exterior) para permitir que el enigma aflore, que de todas maneras aparezca ese misterio que arranca de la insalvable distancia que hay entre Mozart y el lector.
Distancia que procede no solo de la que existe entre dos épocas, la suya y la nuestra, sino por la más que segura diferencia entre el mundo interior de Mozart y nuestra idea sobre ese mundo, lleno de lagunas y de zonas oscuras que la música no ilumina, porque en su partitura falta la voz de la conciencia de lo vivido y de su elaboración artística.
Consciente de la superioridad de su talento, irónico y distante ante la popularidad, indiferente a los honores y a la vanidad, nunca aduló a la autoridad ni fue servil con títulos nobiliarios que para él no significaban nada.
Uno de esos personajes excepcionales que parecen venir de la estirpe del ángel de la luz, alguien que no es de este mundo, un huésped de este mundo, como lo llamó Einstein.
En una época en la que el músico tenía en las cortes europeas un rango inferior al del cocinero, en la que el artista era un siervo al que en la mesa de la servidumbre le correspondía un lugar semejante al del personal subalterno de las cocinas, Mozart dedicó los últimos diez años de su vida a componer piezas soberbias, pero sobre todo a reivindicar con ellas su libertad personal.
Esos diez años de plenitud creativa lo fueron también de una negativa tan constante como secreta, de una resistencia latente en la que la insubordinación afirma la conciencia del propio valor.
Son los años decisivos y admirables en los que Mozart cae en la pobreza como resultado de su independencia creadora y el fracaso social y el aislamiento progresivo se convierten en el precio que pagan su libertad y una generosidad pocas veces correspondida.
Elaborado contra la costumbre y la rutina, este libro es una biografía peculiar, consciente de sus limitaciones, un ensayo que no minimiza lo inquietante ni oculta lo embarazoso y asume esas zonas de sombra, ese retrato inacabado de un genio inaccesible. Una biografía que no se instala en la comodidad del trazado exterior y que insiste en la exploración del personaje y en el cuestionamiento constante de su propia metodología.
Inteligencia y afecto, rigor y admiración se combinan aquí en las proporciones adecuadas para construir un libro sólido y monumental.
Santos Domínguez