1/11/24

Joan Vinyoli. Soy un hombre solo



Joan Vinyoli.
Soy un hombre solo.
Antología poética.
Edición bilingüe de Josep M. Sala-Valldaura.
Traducción de José Ángel Cilleruelo y Vicente Valero.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2024.


Yo no soy más que un árbol que se alejó del bosque, 
reclamado por una voz de mar profunda.
Solo, cerca del mar, he consagrado mis hojas a los vientos 
de más allá de la costa.
Mis raíces no saben ya ahondar en tierra y arraigarme, 
y por la fronda bebo soledad.
Es la razón por la que vago siempre
bajo el silencio de las constelaciones
en estas altas noches de espléndida riqueza.

Y de golpe se iluminan las noches
con palabras como llamas,
y regresa la voz, la voz, nocturna siempre, 
del mar, que me reclama a solas, me reclama.

He gozado los campos, la brasa de la tarde, 
ahora soy oído y paso insomnes.

Ese poema, ‘Alguien me ha llamado’, es uno de los que forman parte de Soy un hombre solola antología poética de la obra de Joan Vinyoli (1914-1984), que publica Galaxia Gutenberg con traducción de José Ángel Cilleruelo y Vicente Valero en edición bilingüe preparada por Josep M. Sala-Valldaura, responsable de la amplia selección de textos y de una amplia introducción en la que , tras situar la poesía de Vinyoli en su contexto literario, resume su poética, los fundamentos y la evolución de su mundo temático, señala que su centro temático “indaga en la condición humana, sabedor de que las galerías profundas de su interior son muy semejantes a las galerías profundas de cada uno de nosotros. Elegíaca y entusiasta, su poesía transita de la cotidianidad a la sublimación.”

Así termina, en la traducción de José Ángel Cilleruelo, ‘El verano’, un espléndido poema de Dominio mágico, uno de los dos libros que se publicaron en 1984, el mismo año de la muerte de Vinyoli:

Escucha el rumor 
del mar entre las rocas. Y percibe la noche, 
el sosiego del mundo. Cualquier augurio acaba 
cuando nace la luz. Es el momento 
de irnos a bañar. 
                               La vida, 
poco más: 
cien brazadas cerca de la cuerda 
hasta la boya y luego hacerse el muerto, 
sin poder nunca volver a la playa.

La obra poética de Vinyoli constituye una de las cimas indiscutibles de la poesía catalana contemporánea y tiene como centro la experiencia de la temporalidad, la suma de paisaje y memoria, de meditación sobre la fugacidad y las devastaciones. Conviven en ella la contención expresiva y la reflexión sobre realidades concretas y próximas. 

“Símbolos, analogías, correlatos, mitos… enmarcan la obra poética de Joan Vinyoli”, explica en su introducción Josep M. Sala. Esta poesía del correlato objetivo y de la analogía usa como método de conocimiento la imagen y como forma de expresión la metáfora, para plantear un diálogo en el que el poeta se proyecta en las cosas y a su vez la realidad se instala en el interior del poeta, como la bola de billar de ‘Juego’, otro poema de Dominio mágico:

Me he convertido en bola de billar 
de marfil que circula tiesa siempre
por el taco siniestro y doloroso, 
chocando con las bandas del rectángulo, 
es repelida con seca violencia, 
sin parar.
                   Ya no puedo más, retírame 
del tapiz verde, jugador obseso, 
déjame ver cómo caen las horas, 
cómo concluyen ruido y movimiento, 
cómo inerte el marfil se vuelve cera, 
que fundirá, al fin, la mano del fuego.

Vinyoli asume así en sus textos las herencias sucesivas del Romanticismo y el Simbolismo para integrarlas en su propia experiencia existencial y para enraizar su poesía en la mirada más honda hacia la realidad. Es un viaje de ida y vuelta de lo cotidiano a lo metafísico, de lo concreto a lo abstracto, de la contemplación del paisaje a la meditación existencial en un proceso en el que el poeta se mueve entre la mirada y la reflexión, entre la descripción del mundo externo y la interiorización de sus significados simbólicos.

Lo explicaba Vinyoli en el prólogo de uno de sus primeros libros, El callado (1956), en pleno auge de la poesía social: “La poesía es siempre simbólica, hasta cuando el poeta se expresa de una forma directa. Si es verdaderamente poeta, alude a otra cosa o realidad espiritual”. Con esa declaración no sólo se desvinculaba del realismo testimonial. En ese mismo prólogo resumía su forma de vivir la poesía “ como un misterio casi religioso”.

En medio de un paisaje amenazante con lobos, a través de los gusanos de seda o el gallo de una veleta, de un molino incansable o un tablero de ajedrez, la actitud de Vinyoli se sitúa en la tradición indagatoria del poeta órfico que ilumina la realidad y huye de las apariencias, en una forma de escritura en la que la palabra evoca, inquiere y no designa.

Los doscientos dieciséis poemas que recoge esta antología, pertenecientes a diecisiete libros de Vinyoli, reúnen casi la mitad de su obra total y  permiten recorrer la trayectoria de una poesía a la que el autor se dedicó con intensidad creadora, con rigor y exigencia verbal, con silencios prolongados y cambios que jalonan una obra viva y en constante y coherente evolución. 

Al final de la sección primera de ‘Sin manos’, un poema de su último libro, Paseo de aniversario, escribía Vinyoli esta definitiva declaración de principios que resume su actitud hacia la palabra, su relación con la realidad, su concepción de la poesía (la traducción es de Vicente Valero): 

En verdad las palabras, 
no están para entendernos por lo que significan 
solamente, sino para descubrir 
aquello que, transparentes, ocultan.

Soy un hombre solo es una magnífica antología de la poesía de Vinyoli. Su objetivo  -afirma Josep M. Sala sobre su selección- es mostrar suficientemente la calidad, la evolución y la variedad de la poesía vinyoliana, por otro lado bastante unitaria en sus preocupaciones y formalización.”

La de Vinyoli es una obra homogénea recorrida por la actitud del poeta hacia la palabra, por su intensa relación con la realidad y por la hondura de su lúcida concepción de la poesía. Una obra que, como la de su maestro Carles Riba, ha influido no sólo en la poesía catalana del siglo XX, sino en la escritura de muchos poetas en castellano.


Santos Domínguez