14/2/24

Edward Rice. El capitán Richard F. Burton


 Edward Rice.
El capitán Richard F. Burton.
Traducción de Miguel Martínez-Lage. 
Siruela. Madrid, 2024.

“Si el novelista más romántico de la época victoriana se hubiese sacado del caletre al capitán sir Richard Francis Burton, el personaje habría sido rechazado tanto por el público como por la crítica de aquella época racionalista, ya que lo habrían considerado excesivo, extremo, inverosímil. Burton fue el paradigma del erudito aventurero, un hombre que descolló por encima de los demás tanto en lo físico como en lo intelectual; fue militar, científico, explorador y escritor, aunque durante buena parte de su vida estuvo además comprometido en la más romántica de las actividades, la del agente secreto.
Burton nació en 1821 y murió en 1890; dicho de otro modo, vivió un periodo crucial en la historia de su país”, afirma Edward Rice en la introducción de su monumental biografía El capitán Richard F. Burton, publicada por Siruela con traducción de Miguel Martínez-Lage.

Una biografía del “famosísimo explorador, escritor, lingüista y cónsul” Richard Burton que se lee como la novela deslumbrante de un personaje irrepetible: viajero incansable y cronista de viajes, erudito y aventurero, agente secreto al servicio de la política colonial británica y místico sufí, explorador legendario y audaz, heterodoxo, ocultista y etnólogo de costumbres de pueblos primitivos, opiómano y adicto al alcohol, Burton es una figura dotada de una desbordante fuerza humana y de una extraordinaria curiosidad intelectual. 

Por eso Borges lo definió como “el capitán inglés que tenía la pasión de la geografía y de las innumerables maneras de ser un nombre que conocen los hombres” y que “del solitario oficio de escribir había hecho algo valeroso y plural.”

La ambiciosa y bien documentada biografía de Rice no sólo rastrea meticulosamente la agitada y fascinante vida exterior del personaje, sino que explora su “intenso tumulto interior”, su incesante búsqueda espiritual y de conocimiento del mundo, “la interioridad del hombre, un hombre de una complejidad, sensibilidad e inteligencia extraordinarias.”

Burton fue un narrador notable que escribió libros de viajes y tradujo diecisiete volúmenes de Las mil y una noches, criticó los errores del colonialismo, dio a conocer en Occidente el Kama Sutra y el Ananga Ranga, buscó las fuentes del Nilo y la rosa mística del jardín sufí, descubrió el lago Tanganica, peregrinó durante tres años a La Meca y acabó sus días en Trieste, donde ejercía como cónsul de Inglaterra.

En Trieste, en sus últimos meses de vida, Burton se dedicó febrilmente a traducir el manuscrito de una obra divertida y rijosa atribuida a un erudito tunecino del siglo XVI, The Perfumed Garden del Cheikh Nefzaoui (El jardín perfumado del jeque Nefzaoui), que rebautizó como The Scented Garden (Los aromas del jardín), que en palabras de Edward Rice es “una curiosa pieza de un erotismo a veces descarado, a veces muy divertido, cuya traducción le había procurado tanto placer como relajamiento.”

Trabajó en la traducción con una premura que parecía intuir que aquella iba a ser no sólo su última misión, sino su obra más importante: “Aquel último manuscrito -escribe Rice- a Burton le parecía que había de ser la más grande de sus obras. Un buen día, mientras caminaba por el jardín en compañía de Baker, se detuvo en seco y dijo bruscamente: «He invertido mi vida entera, hasta la última gota de mi sangre, en The Scented Garden, y tengo la gran esperanza de que mi nombre perviva gracias a esa obra. Será el broche de oro de mi carrera».”

Poco después de su muerte, su viuda quemó el manuscrito a petición póstuma del propio Burton, que se le apareció tres veces para pedirle que lo destruyera: “Cuando se tuvo noticia de la quema de los papeles, los diarios, los manuscritos, de la mayor parte, en fin, de lo que había dejado Burton a su muerte, el escándalo sacudió los cimientos de Inglaterra, pero lo cierto es que el daño ya estaba hecho y era irreparable o, dicho de otro modo, el sacrificio ya se había celebrado y no había vuelta atrás: por mucha que fuese la cólera de las personas civilizadas, sería imposible reparar daño tan terrible”, escribe Edward Rice en el último capítulo de esta magnífica obra.

Y añade este párrafo sarcástico y demoledor sobre la biografía oficial de Burton que escribió su escandalizada y censora mujer: “Poco después Isabel se puso a escribir la biografía oficial, The Life, tarea que le ocupó solamente unos ocho meses, aun cuando la obra, una vez terminada, se publicase en dos volúmenes, con un total de mil trescientas páginas. «Que era una persona absolutamente inadecuada para semejante tarea es algo que debe de resultar evidente a todos aquellos que conocieran mínimamente a Burton», espetó Thomas Wright al llegar a un punto en el cual no pudo tolerar las vaguedades de lady Burton, sus prevaricaciones, sus confusiones y las «abundantes ofensas contra el buen gusto que contiene el libro». Ahora bien, tal y como Burton se había aparecido a su esposa en Trieste para ordenarle que procediese a la quema, se puso a su lado para ayudarla en la tarea de escribir su vida.”

Santos Domínguez